El gasto militar de los países

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Por: Tzinti Ramírez Reyes

A inicios de este mes el Instituto de Investigación sobre Paz Internacional de Estocolmo, (SIPRI, por sus siglas en inglés), publicó la edición 2019 de su reconocido Anuario sobre Armamentos, Desarme y Seguridad Internacional.

El SIPRI es un instituto fundado en 1966, que se dedica a realizar investigación sobre transferencias internacionales de armas, gasto y tecnología militar, conflictos armados y desarme y que busca aportar datos confiables y proveer recomendaciones que permitan hablar de gestión de los conflictos desde un enfoque de seguridad humana y construcción de paz.

Desde hace más de 50 años, el SIPRI publica un anuario en el que pretende reenfocar nuestra atención a las contradicciones existentes entre los discursos en pro de la “paz mundial” y el aumento de facto en gasto militar, producción y transferencias internacionales de armas.

El SIPRI, plantea que en 2019 el gasto militar mundial registró el mayor incremento anual de la última década alcanzando una cifra de 1.9 billones de dólares cantidad que representa 2.2% del PIB mundial. Estas cifras revelan, que de 2010 a la fecha ha habido un aumento de 7.3% en el gasto militar global.

Los cinco países con más gasto fueron: Estados Unidos, China, India, Rusia y Arabia Saudita que juntos representan el 62% del total. Esta es la primera vez que dos países asiáticos están en el top tres con más inversión militar.

El gasto militar de Estados Unidos bajo la administración Trump creció el año pasado 5.3%, hasta un total de 732 mil millones de dólares en 2019 y representó un 38% del gasto militar global. Recordemos que este gasto incluye mantener 800 bases militarles estadunidense repartidas en más de 40 países. Vale la pena mencionar que EU es, además, el mayor exportador de grandes armas del mundo. De 2014 a 2018 las exportaciones estadunidenses de armas llegaron a 98 países.

Ahora bien, China no se queda atrás. Washington y Pekín suman el 50% de la inversión global en gasto militar.

Además de las cifras que provee el Instituto, año con año recibimos una advertencia sobre la naturaleza cambiante de los conflictos armados en el mundo. En 2018 por ejemplo, el Anuario apuntaba, “en la mayoría de conflictos armados [del mundo] interviene una combinación de ejércitos regulares, milicias y civiles armados. Los combates rara vez se producen en campos de batalla bien definidos y suelen ser intermitentes, con intensidades dispares y treguas breves”.
Esto es justamente lo que la académica británica Mary Kaldor, profesora de la London School of Economics y directora de la Unidad de Investigación de la Sociedad Civil y la Seguridad llama, nuevas guerras.

Kaldor, dice que en el contexto de la globalización lo que concebimos como guerra entre Estados mediante una lucha entre ejércitos tradicionales es ya un anacronismo. En su lugar, lo que observamos cada vez más son dinámicas de conflicto distintas en las que se amalgaman la lógica de conflicto tradicional, el crimen organizado y las graves violaciones a los derechos humanos de la población civil, no combatiente. Pero, ¿qué implicaciones tiene esto para las poblaciones del mundo?

La relevancia de estas observaciones radica en que las nuevas guerras son escenarios en los que existe una lógica de empresa mutua en la que convergen intereses locales e internacionales de naturaleza pública y privada interesados en que la violencia se perpetúe puesto que ya son parte de un entramado que obtiene ganancias económicas al hacer negocio con el conflicto mismo.

La economía de los conflictos es hoy una economía criminalizada que lleva grandes ganancias a grupos que están interesados en continuar con el derramamiento de sangre.

La dinámica de conflicto que se vivió en los años más álgidos en Colombia o la dinámica de violencias exacerbadas que vemos en México dibujan a la letra el concepto de nueva guerra como este complejo entramado de diversificación de la violencia criminal, lavado de dinero, simbiosis casi perfecta entre la economía formal y la economía negra y desde luego el actuar de grupos del crimen organizado que participan lo mismo en el trasiego de drogas y armas que en el tráfico de personas o de especies protegidas y se enganchan e interactúan con los entramados del crimen y la violencia transnacionales.

De estas nuevas lógicas de conflicto, resultan los sobornos y las grandes ganancias privadas de personajes que forman parte de las clases empresariales y políticas de nuestros países y que terminan desarrollando un interés compartido, con los grupos del crimen organizado transnacional, en que el conflicto no termine. Esta es precisamente la lógica de empresa mutua de la que habla Kaldor. Lógica que provoca que en estas nuevas guerras la mayor parte de los muertos sean civiles y que los conflictos se prolonguen en el tiempo, extendiéndose a lo largo de los lustros y marcando la vida de generaciones enteras.

Quizá enterarnos más de los planteamientos de publicaciones como el Anuario del SIPRI pueda llevarnos por un lado a interesarnos en desentrañar las dinámicas y lógicas compartidas que perpetúan los conflictos y por el otro a cuestionarnos nuestras posturas sobre la conducción del gasto militar y el gasto social en nuestros países.

Si pensáramos por ejemplo en el gasto militar mundial como porcentaje de lo que implicaría la consecución de las metas contenidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible veríamos que aún con el gasto militar de 2015 equivalente a 1.6 billones de dólares requeriríamos invertir 13% del total para conseguir las metas planteadas en los ODS 1 y 2 sobre fin de la pobreza y hambre cero, 3% para alcanzar las metas en cuanto a agua limpia y saneamiento, 12% para aquellas relacionadas con educación de calidad, 2% para la protección de la vida de ecosistemas terrestres o 5% para alcanzar las metas relacionadas con salud y bienestar.

Al final ojalá lográramos comprender que mientras privilegiemos otro tipo de gastos gubernamentales, entre ellos el militar, sobre el gasto social continuaremos alejándonos de la lógica colectivista de la construcción de paz. El precio social a pagar continuará siendo alto como bien hemos visto en México.

Tzinti Ramírez Reyes

Internacionalista. Directora del Departamento de Relaciones Internacionales, Economía y Ciencia Política región occidente del Tecnológico de Monterrey en Guadalajara.
Twitter: @tzinr

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