Una mano grande de Dios

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La muerte de don Samuel Ruíz, el pasado lunes 24 de enero, nos reclama recordar y valorar su vida y su obra. Porque su vida y su muerte son las de un profeta que vivió lo que creyó con libertad y pobreza. Por eso despertó reacciones encontradas. Para conocer algo de su historia, contamos con el testimonio de Miguel Álvarez, que fue una de las personas más cercanas a don Samuel. Lo conoció en la década de los setenta y fue su asesor y secretario ejecutivo, miembro de su equipo de trabajo y amigo hasta el final de sus días. Aprovechamos su presencia en la octava Asamblea Diocesana para entrevistarlo.

El martes 8 de febrero, después de la comida, en la sala del curato de Techaluta, nos compartió algo de lo mucho que guarda en su corazón. Comenzamos planteándole la siguiente pregunta: ¿Cuál es la herencia que nos deja don Samuel? Miguel, luego de un momento de silencio, dijo:

“Mira, eso es lo que me he preguntado en los últimos años. Mi respuesta la divido en dos partes: su herencia y sus lecciones”.

Su herencia
“Para comprender la vida de una persona, es importante conocer su contexto. Don Samuel fue un obispo de la generación eclesial en la concepción del Concilio Vaticano II. Fue un fiel seguidor de sus orientaciones y anhelos. Cada año, en el mes de octubre, se reunía con un grupo de amigos obispos latinoamericanos con el espíritu de compartir y acompañarse en su misión”.

“Don Samuel fue un hombre de notable solidez intelectual. Tenía tres doctorados, hablaba doce lenguas, más las indígenas que aprendió en San Cristóbal; era un gran exegeta bíblico. Por eso creo que lo consagraron obispo a los 35 años de edad. Pero lo más sorprendente es que este hombre intelectual se dejó convertir por los testimonios y valores humanos de sus hermanos los indígenas, que lo comprometieron a vivir su misión como pastor y no como intelectual. El haber puesto en manos de los laicos indígenas el proceso diocesano y reconocerlos como sujetos, comprueba que no sólo fue fiel al Vaticano II, sino un innovador y generador de un proceso pastoral rico y colorido que sigue dando frutos”.

“Don Samuel fue un obispo que no se encerró en el espacio de su Diócesis. Consciente de la dimensión social de la fe, cruzó las fronteras y se convirtió en un incansable promotor de los derechos humanos y de los movimientos sociales de solidaridad. Este es un legado vivo y reconocido. Fue un impulsor, pero nunca protagonista; dejar la conducción de las iniciativas y obras en manos de los demás, entender las formas de su presencia en estos proyectos, buscar su propia autonomía y promover estructuras comunitarias… son otros de sus grandes aportes”.

Sus lecciones
“Estoy convencido de que atrás del brillo del personaje, está su extraordinaria humanidad. Sus lecciones son muchas. Una fue su capacidad de entender las situaciones oscuras como momentos de gracia. Frente a la crisis, él encendía la lámpara de la claridad proponiendo alternativas. Esta actitud fue clave en su vida y misión. A todos les concedía la posibilidad de que fueran mejores. A pesar del hostigamiento que lo acompañó en su vida, siempre rompió la lógica del odio y la venganza y buscó el lado humano de manera positiva. Otra, fue el arte de saber decir una palabra inspiradora, oportuna y sencilla a quien se lo pedía. Nunca se perdía en lo secundario; gastaba su tiempo en los procesos y en lo prioritario. A cada quien le daba su tiempo y su lugar”.

“Su serenidad y alegría fueron características de su vida. Su etapa final la afrontó con serenidad, sin quejidos ni exabruptos; lúcido y con la confianza puesta en Dios. Cuando j’tatic, consciente de su deterioro físico y con la necesidad de decidir si lo operaban o no, nos invitó a hacer oración y luego nos contó que iba a seguir el ejemplo de aquel niño que fue a una fiesta donde los adultos regalaban dulces; el niño escogió el que tenía la mano más grande. Y nos dijo: “Me voy con la mano grande de Dios, y me opero”. Doce días después murió. Su muerte nos entristece, pero su obra luminosa, sólida y esperanzadora, nos compromete a que don Samuel siga vivo”.

Publicación en Impreso

Número de Edición: 107
Autores: Semillas de Mostaza
Sección de Impreso: Pbro. Luis Antonio Villalvazo

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