Galletas frutales
Las frutas de horno son una tradición enraizada en el sur de Jalisco
«Cuando pedían a las novias, los papás del novio llevaban una canasta de regalo llena de fruta de horno, como agradecimiento por la aceptación; además, si la muchacha se iba con el novio, cuando las chicas regresaban a sus hogares, los papás del novio al asistir al “consolorio”
Por María de Jesús Ramírez Parra
Los frutos se dan en los árboles o en las plantas, pero no salen de los hornos. Sin embargo, a este tipo de galleta la llaman “fruta de horno” porque es un regalo que sale del espacio ardiente.
De los productos de repostería elaborados de manera tradicional y familiar se dice que es muy probable que tenga su origen en un desprendimiento de la panadería española y francesa, en donde los antiguos habitantes locales, adaptaron la esencia de la cocina mexicana, al gusto y buen paladar de los pobladores.
En Zacoalco de Torres viven el señor Juan Mario Castillo Gómez y su esposa, la señora Alma Delia Martínez. Ellos tienen varios años elaborando la fruta de horno, son la tercera generación que produce este tipo de galletas. Sobre la duda de por qué se le llama fruta a una galleta, la señora Alma explicó: “la señora Teódula Moreno fue quien inició con la elaboración de este producto y quien heredó la receta original, ella no nada más hacía este tipo de galletas, también en ese tiempo producía borrachitos, almohaditas, botellitas de azúcar y naranja curtida; por esa naranja fue por lo que se le empezó a decir fruta de horno”.
Doña Teódula tuvo cuatro hijos: José de Jesús, Eliseo, José y María; quien continuó con la tradición de elaborar el producto es el hijo, José de Jesús, quien en unión con su esposa Elidia Gómez tuvieron seis hijos y quien ha continuado con este trabajo en Zacoalco es Juan Mario: “nosotros tenemos tres hijos varones, uno de ellos se acaba de recibir de dentista, también está recién casado, actualmente él y su esposa, están viviendo de este trabajo. Mi esposo es agricultor, y en temporadas trabaja de “mediero” pero nuestro principal sostén es la preparación de este producto; toda esta repostería está cocinada en horno de barro, que antes se preparaba con leña, solo que era más trabajo pues algunas veces se nos llegaron a quemar las galletitas, pues hay que estarlas borneando continuamente, ya que el lado donde se colocaba la leña, siempre era más caliente; actualmente utilizamos gas para el horno”.
La señora Alma agregó: “elaboramos chambergos con betún de merengue –esa es una peculiaridad que lo distingue, la parte de encima, el dulce debe ser con los ingredientes del antiguo y sabroso merengue- adornado con ajonjolí para darle el toque especial, polvorón natural y color rosita, rosca adornada con betún blanco y rosa, polvorón de canela que es especial para diabéticos y el pegoste, estos dos últimos, contienen menos azúcar; antes la rosca y el chambergo se hacían bofas, solo que para hacerlas así, los ingredientes son más caros y obviamente los venderíamos a un precio elevado, por lo tanto, la gente no nos compraría”.
La forma tradicional de repostería estaba enraizada a numerosas costumbres: “antiguamente cuando pedían a las novias, los papás del novio llevaban una canasta de regalo llena de fruta de horno, como agradecimiento por la aceptación; además, si la muchacha se iba con el novio, cuando las chicas regresaban a sus hogares, los papás del novio al asistir al “consolorio” que era reconciliarse con los papás de la muchacha porque se fue con el novio sin casarse, como obsequio se llevaba también una canasta con esta fruta, en señal de que el novio se haría responsable y se casaría con la muchacha”.
En Sayula, este tipo de repostería se utilizaba muy específicamente para las lámparas que año con año se colocan el día primero de febrero en los encendidos que se realizan en honor a la Virgen del Rosario de Talpa; se tenía un fuerte arraigo cultural en el sentido de colocar en las lámparas la fruta de horno y fruta natural, ponche de granada, rompope y cuatro velas de cera.
Existía un matrimonio por el barrio de San Miguel, el señor Manuel García Ramos y su esposa Lupe, ellos elaboraban este tipo de repostería y la vendían afuera del cine Edén; Manuel y Lupe eran los proveedores de la gente que tenía que entregar su lámpara; a don Manuel lo enseñó a hacer este trabajo, su tío Abundio García, solo que este matrimonio no tuvo hijos, por lo tanto al hacerse mayor, don Manuel dejó esta ocupación y ahí terminó una tradición muy añeja y arraigada en la población. Actualmente ya no hay quién elabore esto en Sayula, las lámparas, antes llenas de esta galleta artesanal, única en su clase, las llenan de despensa.