Tres lecciones de las inundaciones en Monterrey
Hace varias semanas conocimos la tragedia en varias colonias de la ciudad de Monterrey, la capital del boyante estado de Nuevo León. En las estadísticas nacionales de crecimiento y dinamismo económico, los primeros lugares siempre estaban en disputa entre el Distrito Federal, el Estado de México y los neoleoneses, dejando a Jalisco siempre en un lejano cuarto lugar. Los halagos a la clase empresarial de aquella entidad son constantes a tal grado que se consideraba a este estado como un ejemplo a seguir en el contexto del desarrollo nacional. El desastre que ahora conocemos, es el punto de partida de algunas serias e importantes reflexiones para los mexicanos y los jaliscienses.
Lo primero que nos evidenciaron las inundaciones en Monterrey, es que el desarrollo económico de aquella región está marcado por la desigualdad social. El ejemplo de Haití nos dejó una profunda lección: cuando hay pobreza, los desastres naturales aumentan exponencialmente y la dificultad para la reconstrucción es mucho mayor. Nadie se imaginó que la capital de Nuevo León quedará al descubierto en la desigualdad que está generando su proceso de desarrollo económico y que ahora es patente.
No son los ricos de San Nicolás de los Garza los afectados, son los pobres de las colonias a quienes les vendieron terrenos en lugares que antes eran cauce de un río; lugares que nunca debieron ser construidos y habitados, pero son siempre los pobres las víctimas de estos negocios.
Uno de los efectos que generó que Monterrey siempre haya vendido una imagen de un desarrollo económico sobresaliente sobre el resto del país, propició que la ayuda humanitaria mexicana fluyera a cuenta gotas y que la gente no fuera tan solidaria como en otros casos para mandar víveres.
Parece que en la opinión pública prevaleció la idea de que con la riqueza de Nuevo León, no era necesaria la ayuda para los que sufrieron las pérdidas a su patrimonio. Los pobres de Monterrey fueron doblemente victimizados, primero por la desigualdad y pobreza que sufren y luego, por no ser objeto de la ayuda por la imagen de riqueza de aquel estado.
Segunda reflexión
Este desastre natural es una muestra de los efectos que ya estamos padeciendo por el cambio climático global. Nadie se imaginó, ni esperaba que Nuevo León, una de las tierras más áridas del territorio nacional, pudiera recibir tal cantidad de lluvia en tan poco tiempo; contemplar que ríos secos revivían su caudal y que el agua arrasaba todo a su paso, era una situación inesperada para propios y extraños.
Cada año las lluvias erráticas están más presentes y se manifiestan en modificaciones en el temporal y en el clima, sequías prologadas o tormentas y lluvias torrenciales son cada vez más frecuentes. Quienes desde hace tiempo se percataron de estas irregularidades fueron los campesinos que cada vez más sufren por esta situación.
Tercera reflexión
Otra reflexión que nos deja este lamentable suceso, es como las grandes cadenas de televisión hacen un condenable uso comercial de la tragedia porque lucran con el dolor de las personas. Antes que informar y tratar de ofrecer una explicación crítica sobre este acontecimiento, las dos televisoras monopólicas de México, se pelearon el raiting a través del sensacionalismo, el amarillismo y la intención de que a partir del dolor de los afectados, tocar las fibras sensibles y un sentimiento de lástima de las y los televidentes con el afán de mantener la audiencia. No hubo intentos de compresión de la situación y mucho menos la reflexión sobre los aprendizajes; sólo noticias teñidas de amarillo con el objeto de ganar auditorio.
La tragedia de Monterrey está cruzada por la pobreza y la desigualdad; por el cambio climático provocado por la excesiva contaminación y el uso irracional de los recursos naturales; y por la voraz necesidad de ganancia derivada del mantenimiento del rating de las televisoras.
Como en otros desastres naturales, la noticia de Monterrey será opacada poco a poco por otros hechos. Por ejemplo, ahora ya nadie se acuerda de Haití, pero como en el Sur de Jalisco, hace 25 años, empezarán los procesos de reconstrucción que implicarán arduos y profundos procesos de autogestión, organización solidaria y de cooperación humanitaria impresa con el sentido evangélico de la compasión.
Tres lecciones para los que habitamos en esta región:
1a. Siempre los más pobres serán los más vulnerables ante los embates de la naturaleza, por lo tanto, todos los esfuerzos que hagamos para luchar contra la situación de pobreza, se convertirán a la larga en la mejor estrategia contra los desastres naturales.
2a. Los efectos del calentamiento global son cada vez más patentes, y eso nos exige conocer y llevar a cabo estrategias que contribuyan al cuidado del medio ambiente y el impulso de la sustentabilidad ambiental.
3a. Que para informarnos de estos acontecimientos necesitamos buscar fuentes más confiables que nos expliquen las causas de estos hechos, y tomar conciencia que dejarnos llevar por el sensacionalismo, sólo contribuye a engrosar los bolsillos de las dos grandes televisoras y nos condena a la ignorancia. La tragedia de Monterrey nos deja lecciones que debemos aprender en el Sur de Jalisco.
Publicación en Impreso
Número de Edición: 103
Sección de Impreso: A tiempo con el tiempo
Autor: Jorge Rocha