Somos una Diócesis carpintera y panadera
El pasado 30 de junio cumplimos cuarenta años de vida como Diócesis. Con este motivo, convocados por nuestro Obispo Don Rafael León Villegas, nos congregamos para elevar nuestro agradecimiento a Dios, a través de una gran celebración diocesana en la que participamos alrededor de dos mil personas.
Al comienzo de la celebración, en el Seminario Mayor, escuchamos dos reflexiones sobre lo que ha sido el caminar de la Diócesis en su proceso pastoral. Ambas giraron en torno a dos oficios propios de nuestra vida: el del carpintero y el del panadero.
Somos una Diócesis carpintera
En el proceso de preparación de la celebración se pensó en la experiencia de Jesús en Nazaret, aprendiendo de José el oficio de carpintero. De ahí, a los treinta años, se fue a cumplir su misión de anunciar y hacer presente el Reino de Dios.
De la misma manera, como Diócesis, en estos cuarenta años de vida hemos ido aprendiendo de Jesús, en la vida diaria, los secretos del Reino. Con ellos somos impulsados por el Espíritu a la Misión Continental.
Esta primera reflexión la compartió Alejandro Salas Hernández, alumno de la Facultad de Teología de nuestro Seminario.
Somos una Diócesis panadera
La segunda reflexión de la mañana fue sobre la elaboración de los planes parroquiales y vicariales. El P. Andrés Martínez Vázquez, responsable del Curso Introductorio, fue quien nos ayudó a caer en la cuenta de que en el proceso de planificación hemos realizado algo semejante al proceso de producción de los panes, tal como sucede en una panadería.
Además de valorar a quienes han trabajado amasando los planes, y con ellos el Reino de Dios, el P. Andrés ayudó a reconocer y agradecer a Dios la levadura que llevan los planes de pastoral de las parroquias: el Evangelio, el Concilio Vaticano II, las Conferencias Episcopales de América Latina y nuestro Primer Sínodo Diocesano. Dentro de estos acontecimientos eclesiales actúa el Espíritu Santo como levadura principal.
Estas dos reflexiones, nos introdujeron en la celebración Eucarística, que culminó en la Iglesia Catedral. Ahí, después de peregrinar por las calles de la ciudad, ofrecimos a Dios el fruto del trabajo: los planes de pastoral de las parroquias, que nos ayudarán a realizar la Misión Continental en nuestra Diócesis.
A continuación ofrecemos las dos reflexiones íntegras.
La Diócesis, discípula seguidora de Jesús
Por: Alejandro Salas, Alumno de 2º de Teología del Seminario Mayor
salas_79@hotmail.com
Jesús vivió en una de las casas humildes de Nazaret. Desde ahí captó cada día la vida hasta sus menores detalles. Supo cuál era el mejor lugar para colocar el candil, vio a las mujeres barrer el suelo pedregoso con una hoja de palmera, conoció lo que se vive en la familia al momento de la comida, pasó horas en la mesa de la carpintería para aprender a embellecer con cincel un trozo de madera.
Fue un artesano que trabajó con distintos materiales: piedra, hierro, pero sobre todo madera. Ser carpintero es el oficio que aprendió Jesús de Nazaret para ganarse la vida. Junto con su padre José realizó trabajos en su pueblo: reparar techos de ramaje y arcilla, fijar vigas en las casas, construir puertas y ventanas. Desde el trabajo y el silencio del taller de Nazaret escuchó a Dios.
Somos una Diócesis carpintera. Transmitimos lo que diariamente vivimos en el taller del sur de Jalisco, porque somos discípulos de Jesús el carpintero, que habla desde la vida, de forma sencilla y penetrante. Llevamos cuarenta años de aprendizaje, y seguiremos aprendiendo que el secreto del Reino está en lo sencillo, que la fuerza salvadora de Dios actúa en el interior de la vida comunitaria, transformándolo todo de manera misteriosa.
Por eso, Jesús, en esta fiesta queremos recordarte en la carpintería. Y como comunidad diocesana sentirnos en ella, para recordar la bondad, la sabiduría y la solidaridad de la sencillez del Dios de la vida. Tu vida, Jesús, comenzó a germinar en la carpintería. Por eso sabemos que nuestros trabajos sencillos son signo del Reino. Con los grupos del barrio, la catequesis, los jóvenes, los ministros de la Comunión, los Consejos comunitarios, los campesinos y otros diversos servicios, aprendemos la solidaridad, la libertar, el amor y la confianza en Dios Padre, que mira lo pequeño y lo ayuda a crecer, a transformar.
Hace cuarenta años se construyó un sueño común: hacer vida las Bienaventuranzas. Proclamamos las opciones diocesanas por los pobres, las Comunidades Eclesiales de Base y los jóvenes, celebramos el Primer Sínodo Diocesano, elaboramos cuatro planes de pastoral, y proyectamos muchos otros sueños, para que sean luz y den rostro propio y corazón evangélico a nuestra Iglesia Particular.
Caminamos confiados en que Dios nos toma de la mano para trabajar en nuestra carpintería, con la certeza de que el Espíritu sopla y nos inspira, nos hace libres, nos renueva y nos enseña a ser pan para el mundo y para nosotros mismos.
Nuestra Diócesis es discípula de Jesús, el Hijo del carpintero. Él nos enseñó a llorar, a trabajar y a celebrar la vida ante Dios, a desbordar nuestro amor ante la comunidad. Por eso festejamos nuestro caminar con un año jubilar, año de gozo, de sabiduría, año de peregrinar en el que compartimos las esperanzas. Que en este nuestro jubileo unamos las voces para gritar desde nuestra carpintería: “Hacemos nuestros los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de la familia humana. Somos la misma familia. Recibiremos de todos y a todos anunciaremos el evangelio de Jesús”.
Nuestra panadería está de fiesta
Por: P. Andrés Martínez, Prefecto del Curso Introductorio
amv695@hotmail.com
En las tierras del sur de Jalisco hay una gran panadería. En la fachada de la panadería está escrito con letras grandes: “con sabor a Iglesia Primitiva… orgullosamente fundada en el año 1972”.
Esta panadería está de fiesta, cumple 40 años de su fundación. Por ese motivo todos los panaderos se han reunido para celebrar este acontecimiento, para hacer memoria de la historia que día a día hacen desde las pequeñas panaderías del barrio, de la colonia y del rancho; pero también, para no olvidar el estilo de panadería que soñaron y se comprometieron a ser, marcada por tres opciones. Mirando hacia atrás podemos decir: ¡Qué buenos panaderos hemos tenido en esta panadería! ¡Realmente abrieron su mente y corazón al Espíritu Santo, al torbellino del Vaticano II, de Medellín y de Puebla, que sacude todo lo empolvado y olor a viejo, y deja la fragancia del Evangelio!
Algunos de estos panaderos todavía están con nosotros, con mucha sapiencia y sirviendo en la panadería. Otros ya murieron, pero dejaron huellas con su testimonio. Ellos son pilares de nuestra panadería; es más, son como los Padres de nuestra panadería.
Como taller de elaboración de pan no nos hemos estancado. Hay avances en la teoría y en la práctica; además, se siguen formando buenos panaderos que sirven y van gastando su vida como se desgasta el cirio pascual. Son buenos panaderos de testimonio, que no buscaron o buscan estar en el candelero, tener poderes o recibir reconocimientos. Son simplemente panaderos que trabajan con pasión por amasar el Reino. Entre ellos muchos laicos, religiosos, sacerdotes y obispos… ¡Esto es también motivo de alegría en nuestra celebración!
Para esta fiesta de los 40 años de la panadería, para esta fiesta grande con olor a fraternidad y a compromiso evangélico, y de gran amor a la panadería sencilla, semilla del Reino, se han elaborado muchos panes en las diferentes panaderías, en las pequeñas, en las medianas y en la grande. Se ha multiplicado el pan. Hay canastos repletos de panes hechos con la masa madre con que se hizo el pan grande; por eso tienen el mismo sabor.
Los panecillos que se han elaborado en el barrio, colonia y rancho con los brazos fuertes de mucha gente son totalmente comunitarios, contienen la levadura del Evangelio, para repartirlo y compartirlo con más de cinco mil hombres, contando las mujeres y los niños de cada pequeña panadería.
Si tienen la levadura del Evangelio, la levadura del Vaticano II, la levadura del Magisterio latinoamericano y la levadura del Primer Sínodo Diocesano, podemos decir: ¡Qué panecillos tan integrales! Es más, el panadero mayor de esta panadería nos ha dicho que los panes así deben ser para hacer presente la Misión Continental, para saciar el hambre y las necesidades sentidas, sobre todo de los pobres y los alejados; para pasar de una panadería de conservación a una misionera. Así era Jesús: vivía pensando en las necesidades de los pobres, de los enfermos, de los tirados por el camino.
Si compartimos el panecillo en el barrio, en la colonia y en el rancho, nuestros pueblos y nuestra panadería generarán más vida: la vida de Dios, porque la levadura que contiene cada pan es el Espíritu de Dios que actúa. De esta manera, la multiplicación del panecillo en cinco panes y dos pescados, será una verdadera multiplicación de la fraternidad, la solidaridad, la vida comunitaria y el servicio. Lo triste sería no compartir el panecillo por ser tacaños, por ser egoístas. Así el panecillo se hará viejo, duro y posiblemente se lo coman los ratones.
Por eso, en esta fiesta comprometámonos a compartir nuestros panecillos con sabor a Iglesia primitiva.
Publicación en Impreso
Edición: 119
Sección: Iglesia en Camino
Autor: P. Lorenzo Guzmán