San José, hombre de trabajo y pocas palabras
La figura de José es atrayente para la Iglesia, quien la considera especialmente relevante sobre todo por el aspecto silencioso y anónimo de su vida cotidiana, común a todas las familias. Es precisamente el manto de silencio que cubre la figura de José uno de los detalles que más impresionan de él. Se trata de un silencio profundamente revelador del perfil interior de su figura: José es un hombre profundamente contemplativo que actúa movido por el contacto con el misterio de Dios.
San José, el varón justo, el artesano carpintero, el esposo de María, el padre de Jesús, el hombre que sueña y hace, no nos dejó ninguna palabra. Nos regaló simplemente su silencio y el ejemplo de un hombre fiel, valiente y prudente, honrado trabajador, esposo, padre y educador. Su madura personalidad le ganó el preciado calificativo bíblico de “justo”, es decir, un hombre virtuoso, que hacía todo a la luz de Dios y según su corazón. Bien podemos decir que José es la figura discreta del Nuevo Testamento, es el hombre del silencio creyente. Es el hombre bueno y noble que calla y sueña, que se abre al designio de Dios y se deja guiar por Él.
San José es esencialmente un callado artesano y no un maestro. En él cuentan más las manos que la boca, más el trabajo que las palabras. Es el varón trabajador que construye y guarda silencio porque se concentra en hacer bien su trabajo: custodiar y educar al Hijo de Dios. Es un hombre que hace la voluntad de Dios que se le revela en sueños. San José es el prototipo de la persona humilde que ayuda al plan de Dios de manera discreta y anónima. Por eso es que su figura es para nosotros los cristianos de hoy un profundo modelo de fe. José es maestro de vida interior sigilosa y fecunda vivida en el trabajo y la cotidianidad. Es el ideal del hombre que acepta completamente el querer de Dios porque confía y ama; es el justo que orienta su vida según Dios y busca siempre el comportamiento correcto en cada situación.
La figura de José es pieza fundamental en el plan de Dios, pues es el pilar que sostiene y custodia la Familia de donde viene el Salvador. José participa activamente de la relevación de Dios en la Historia siendo figura del Padre Eterno. En José de Nazaret, en el artesano carpintero, en el esposo de María, el Padre encontró la persona connatural a Él y decidió personificarse en él. Puede hablarse entonces de José como el “Padre personificado”. José es el prototipo del silencio y el Padre es el silencio abismal.
El Padre es el “artesano” del universo, el Creador del cielo y tierra; José es el artesano carpintero que construye y edifica. La figura paterna, protectora, providente y discreta de José de Nazaret es la personificación del Padre Misericordioso, Bueno, Protector y Discreto Providente. El silencio es la esencia de José y la esencia de quien él representa y personifica: el Padre celestial. Así como José es un padre comprometido seriamente con su misión familiar, también el Padre se compromete con la salvación de la humanidad. El Padre es invisible y José es igualmente invisible y discreto. Personifica al Padre invisible, que lo escogió para que fuera su imagen en la familia de Nazaret. El Padre trabaja en la familia de Nazaret a través del trabajo de José.
Publicación en Impreso
Edición: 132
Sección: Contraportada
Autor: P. Walter Jiménez Hernández