Panorama internacional para el 2016
2015 será recordado como un año complejo en lo que respecta a la realidad internacional. El terrorismo y la lucha contra el Estado Islámico marcaron la agenda del año pasado con atentados, bombardeos y un torrente de personas buscando refugio lejos del conflicto en Siria. Desde el verano pasado el conflicto en Siria y el aumento de tensiones entre los países de Medio Oriente han puesto a la comunidad internacional al borde del caos.
Pero el año pasado también representó el inicio de una nueva etapa en nuestra región: América Latina. El debilitamiento de los gobiernos de izquierda en el Sur y el fortalecimiento de las propuestas políticas conservadoras que llevaron al fin de la era kirchnerista en Argentina; que ponen en riesgo la continuidad del gobierno chavista de Nicolás Maduro en Venezuela, o que amenazan la estabilidad del gobierno progresista de Dilma Rousseff en Brasil, son un ejemplo de los cambios que se esperan para la región y que en buena medida son alentados por el entorno internacional.
El fantasma de la Guerra asecha
El primer factor que amenaza la estabilidad del mundo es el conflicto en Medio Oriente. Como bien es sabido, esa región del mundo atesora grandes reservas de recursos energéticos y cuenta hoy con potencias económicas como Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, que desde los años ochenta han acumulado cuantiosas cantidades de capital derivado de la venta de petróleo a naciones desarrolladas. Sin embargo, los conflictos políticos derivados de la “Primavera Árabe”, que comenzaron en 2010, han sumido a la región en un ambiente inestable y de muchas confrontaciones.
Justo en la primera semana de 2016, Arabia Saudita e Irán anunciaban el fin de sus relaciones diplomáticas como consecuencia de sus diferencias ideológicas –recordemos que al interior del mundo musulmán existen diferentes vertientes ideológicas, que en el caso de Irán y Arabia, son antagónicas-, lo que ha aumentado la tensión en aquella región, que no sólo ha de lidiar con el conflicto en Siria, sino que tiene la amenaza permanente del conflicto entre palestinos e israelíes.
En medio de este ambiente las potencias mundiales como Estados Unidos, Rusia, Alemania, China y Reino Unido han tenido que tomar partido, apoyando a una u otra fracción. Rusia y China se adelantan a apoyar a Irán y Siria, quienes representan a una minoría en la región y que han sido sus aliados históricamente. Por otro lado, Estados Unidos, Alemania y Reino Unido han tenido que echar mano de sus dotes diplomáticas para involucrar a Arabia Saudita e Israel en este conflicto, aun cuando ese apoyo sea contraproducente en dos sentidos, ya que Arabia Saudita financia en secreto al Estado Islámico e Israel está dispuesto a todo para seguir reduciendo las capacidades de Palestina.
Además, el conflicto en Siria ha provocado que resurjan viejas enemistades como la de Turquía y Rusia, que sólo agregan más pólvora a esta bomba de tiempo.
Y en medio de este panorama en Medio Oriente un flujo permanente de refugiados busca asilo en la Unión Europea, lo que ha contribuido a que las relaciones entre los países europeos se tensen y afecten otro conflicto más: Ucrania, en donde las tensiones entre Alemania y Rusia crecen.
Crisis económica permanente
Por otro lado, más allá del terror de la guerra, la economía internacional se mantiene en suspenso. Desde 2008, cuando la crisis financiera estalló en Estados Unidos, el mundo entero ha entrado en una etapa de crecimiento económico lento, que no ha podido subsanar las grietas que se generaron en aquel entonces y que continuaron abriéndose tras la crisis financiera de 2010 en los países del Mediterráneo europeo.
Sin lugar a dudas, el protagonista económico del primer semestre del 2015 fue Grecia, que se vio inmersa en ríspidas negociaciones con el Fondo Monetario Internacional y con la Unión Europa para rescatar su deuda soberana. En el proceso los griegos tuvieron que privatizar muchos de los servicios públicos y sacrificar los servicios de bienestar social proporcionados por el Estado. Además, en Europa las sanciones económicas impuestas a Rusia, derivadas del conflicto en Ucrania, hicieron que el comercio del viejo continente se contrajera, resultando en una disminución aún más significativa del crecimiento de su producción. Por otro lado, la inestabilidad financiera en China redujo la cantidad de exportaciones que tanto la Unión Europea como Estados Unidos mandan año con año al país asiático.
Sin embargo, siete años después de la crisis, Estados Unidos empieza a recuperar el crecimiento de su economía generando empleos y aumentando sus exportaciones a regiones como América Latina, Europa y algunos países de Asia. Esto ha hecho que el dólar se fortalezca frente a todas las monedas internacionales y ha generado que regresen las inversiones que habían salido en 2008 de nuestro vecino del norte –y que en buena medida habían migrado a América Latina y a Asia-. Un ejemplo de ello fue la cancelación de importantes proyectos de infraestructura en nuestro país, como el tren México-Querétaro, que el gobierno Federal se vio obligado a cancelar luego del alza en los precios del dólar y la baja en el precio del petróleo.
El petróleo: nuestro talón de Aquiles
En medio de este panorama incierto, nuestro país -y en general América Latina- tendrá que enfrentar varios riesgos internacionales este 2016. El principal reto será afrontar el alza en los precios del dólar, que para nuestros países es un arma de doble filo. Si bien un dólar caro puede representar ventajas -pues podemos conseguir mayores ingresos por nuestras exportaciones y también por nuestras remesas- también representa costos más altos en las importaciones industriales y sobre todo en el costo de nuestras deudas públicas, que generalmente están contabilizadas en dólares.
Por otro lado, el lento crecimiento internacional ha generado una caída en los precios de las materias primas: entre menos produzcan los grandes centros industriales –como Alemania, China y Rusia- menos materias primas se comprarán en las periferias en desarrollo –en este caso en los países de América Latina. Minerales como el cobre, la plata y la sal son una fuente de ingresos importante para nuestra región y los precios de estos insumos en el mercado internacional se han mantenido a la baja desde 2015, pero sobre todo el petróleo. Y es justo en este punto en donde el fantasma de la guerra y la crisis permanente golpea a nuestra región, y específicamente a nuestro país.
Como consecuencia de las hostilidades en Medio Oriente, y de la baja producción internacional, el precio del petróleo se ha colocado en niveles de hace 10 años. Hoy el barril de petróleo mexicano se vende por debajo de los 40 dólares, cuando en enero de 2014 se vendía cerca de los 100 dólares por barril. Este hecho ha sido ocasionado en buena medida por los países del Medio Oriente que tienen una capacidad productora mucho mayor a la de México y que están “inundando” el mercado de los energéticos con sus propios barriles, lo que ocasiona que el producto mexicano sea desplazado ya que no cuenta con la calidad de refinamiento de aquél.
En medio de todo esto ha fracasado la reforma energética que se presentaba como la gran oportunidad para México, pues parece que el petróleo ya no es un negocio tan rentable como antes. La aparición de nuevos recursos energéticos como el Gas Shell que se obtiene a través del fracking, así como la aparición de nuevas energías renovables en el mercado, han hecho que la producción de petróleo sea vista menos como un ancla productiva. Baste mencionar que en 2015 el emporio petrolero de la familia Rockefeller decidió empezar a migrar sus negocios hacia las energías renovables y abandonar el de la industria petrolera.
Este panorama ha repercutido en la situación política de nuestra región. En México el gobierno de la República ha anunciado importantes recortes al presupuesto anual que afectarán los programas sociales. En el Sur, particularmente en Venezuela, la caída de los precios del petróleo ha provocado que el gobierno de Nicolás Maduro sea cuestionado fuertemente por la oposición, y que junto con la crisis económica y política por la que atraviesa, ha generado que por primera vez en 10 años el partido chavista no cuente con la mayoría absoluta en el congreso, lo que en definitiva se vislumbra como el fin de una era en aquel país.
2016, que la esperanza no muera.
Definitivamente el 2016 no será un año sencillo, pero eso no debe desanimarnos. Si bien el entorno internacional se vislumbra complejo, ello debe ser una motivación para reflexionar respecto del proyecto político y económico de nuestro país. Involucrarnos más con la realidad internacional puede ayudarnos a entender mejor por qué en México las cosas están como están. Esperemos que los líderes internacionales tomen decisiones acertadas que ayuden a disminuir la inestabilidad económica del mundo y con ello abrir la oportunidad a que un nuevo futuro se avizore.