Momento de quitarnos los huaraches
Expectativas sobre la Décima Asamblea Diocesana
Dios nos pide ser los “nuevos Moisés” que escuchemos los gritos de nuestro pueblo en las “zarzas” de nuestra realidad que arden sin consumirse en los “Egiptos” de nuestro tiempo.
Por: Pbro. Luis Antonio Villalvazo. Párroco de san Isidro Labrador.
Esperanza y compromiso son las constantes de quienes nos compartieron sus expectativas sobre la Décima Asamblea Diocesana. Esperan que sea una experiencia de fe, un llamado a vivir nuestra misión y un momento para atizar los sueños que animan el proceso pastoral.
Experiencia de fe
La asamblea será un punto de llegada y un punto de partida. De llegada, porque se pondrá en la mesa la cosecha de un proceso iniciado en las asambleas comunitarias, continuado en las parroquias y compartido en las vicarías. De partida, porque es la oportunidad para abrirnos al Espíritu de Dios que nos pide beber el agua viva del Evangelio, para responder a las nuevas realidades que están afectando la vida digna y dañando el medio ambiente en nuestra región sur de Jalisco.
“Será la primera Asamblea donde participaré. Espero que sea una experiencia de fe que nos anime a una renovación eclesial y una expresión del compromiso de buscar caminos y respuestas nuevas ante los nuevos desafíos, no con la actitud de iluminados, sino de servidores que promueven la vida digna y la defensa de la creación que es obra y regalo de Dios”, comentó nuestro Padre Obispo Óscar.
“La asamblea debe llevarnos a escuchar los gritos de nuestro pueblo cada vez más pobre, que sufre las consecuencias de la violencia y la explotación y contaminación de nuestra tierra, aire y agua. También a tomar conciencia de nuestra débil respuesta como cristianos a estos gritos. Pues debemos entender que la construcción del Reino de Dios se hace en la sociedad, y que la fe tiene una dimensión social”, expresó el Padre Pepe Sánchez.
La asamblea debe propiciar un ambiente de reflexión para reconocer la voz de Dios como lo hizo Moisés en la zarza que ardía sin consumirse. La zarza es signo de la realidad de esclavitud que vivía su pueblo en Egipto. Antes de este momento Moisés vivía tranquilo. Su comodidad lo hizo olvidar la situación de su pueblo. Pero Dios irrumpe en su historia. Le pide descalzarse. Moisés se resiste; pone trabas, alega que es torpe de boca y de lengua. Pero Dios insiste, le dice: “yo estoy contigo” y lo envió a liberar a su pueblo.
Este acontecimiento debe ser eco de la llamada de Dios que nos pide ser los “nuevos Moisés” que escuchemos los gritos de nuestro pueblo en las “zarzas” de nuestra realidad que arden sin consumirse en los “Egiptos” de nuestro tiempo, donde se están forjando nuevas cadenas de esclavitud que anestesian la conciencia, desaniman la organización e impiden la creación y fortalecimiento de proyectos comunitarios.
El compromiso de esta asamblea es abrirnos a Dios, sentirnos llamados y enviados para vivir nuestra misión de ser profetas en todos los rincones de nuestra Diócesis, con la misma propuesta de Jesús: anunciar la Buena Nueva a los pobres, proclamar la liberación y la vista a los ciegos, dejar en libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
Atizar los sueños
Conscientes de que vivimos tiempos fríos e inciertos, la asamblea debe ser una hoguera cuyo fuego encienda de nuevo los sueños y reanime nuestras esperanzas de ser una Iglesia en camino, servidora del Reino, animada por el fuego del Espíritu que impulsó a las primeras comunidades cristianas. Ser una Iglesia con rostro laical y respaldar el trabajo pastoral viviendo las opciones diocesanas.
Debe ser un tiempo y espacio propicios para reavivar la propuesta de nuestros obispos latinoamericanos y de El Caribe, reunidos en Aparecida, de asumir el compromiso de ser discípulos misioneros al servicio de la vida digna. Y los sueños de nuestro Papa Francisco de ser una Iglesia pobre y para los pobres y en salida al encuentro de los alejados.
Tiene que ser un momento para valorar las experiencias y acciones sembradas por las comunidades, que en medio de dificultades, han buscado respuestas de frente al empobrecimiento, la violencia y deterioro ambiental. También debe ser una ventana abierta que permita dejar entrar vientos nuevos para aclarar el horizonte y definir los desafíos para vivir la misión.
Las expectativas son muchas. Pero no olvidemos que los frutos son obra de Dios a quien debemos pedirle su bendición a través de la oración personal y comunitaria. Pero el compromiso de los participantes a la asamblea será fundamental en la proyección y en los procesos comunitarios.