México no lee
La mitad de los libros que se leen en México son por obligación escolar. Un especialista estableció que para aumentar el hábito de la lectura, hay que dejar de ver a los libros como algo inaccesible, propio de intelectuales. Se trata de hacerlo cotidiano, en familia.
Autor: Claudia Barragán López
México no es un país lector. Según la Encuesta Nacional de Lectura en el país se leen 2.9 libros por persona al año. Quizá este dato no suena tan alarmante, pero la tercera parte de los libros leídos son textos escolares.
Se han implementado programas para aumentar la lectura que se anuncian con bombo y platillo y los resultados son muy pobres. Solo una pequeña parte de la sociedad concibe a la lectura como algo cercano y cotidiano.
Ricardo Sigala Gómez, autor de “Paraíplos y Periplos, notas para un cuaderno de viaje”, quien es catedrático del Centro Universitario del Sur en la carrera de Letras Hispánicas en entrevista opinó: “en los países analfabetas funcionales como México se le da un respeto enorme al libro, le dan un valor muy grande a la lectura, pero nadie lee. En cambio en otros países con una cultura lectora no representan un dogma, lo toman con una herramienta cotidiana. En países como el nuestro, el libro puede presentarse como peligroso porque te puede hacer cambiar de pensamiento. Sin embargo, el libro es una oportunidad para el diálogo interior, el libro no debe ser sacralizado, porque la gente lo saca de su vida cotidiana y lo que se tiene qué hacer es acercarse más. Es una herramienta de uso diario”.
El problema con convertirse o no en un lector activo sigue vigente mientras las personas vean al libro como algo sagrado, respetuoso e inaccesible, que es exclusivo de personas intelectuales. El maestro Sigala afirmó: “yo creo que la clave no está en los programas que ha querido implantar el gobierno; se hace promoción a través de los diferentes medios de comunicación, y después se llevan libros a las bibliotecas de aulas y así se promueve la lectura, pero el problema radica en que los maestros no son lectores, si un maestro no es un lector activo no puede enseñarle a un niño a leer”.
No hay que olvidar que los niños y los jóvenes aprenden por imitación, si un niño no ve a sus padres leyendo, es muy difícil que se acerque a la lectura.
Por lo tanto el día en que los maestros, las familias y la sociedad en general sean lectores, ese día los niños se volverán lectores y no por un decreto, sino porque lo ven como algo natural y cercano; si el padre leía en las noches algún cuento para su hijo, al crecer el niño es más fácil que se siente cercano a la lectura y se vuelva un lector activo.
Para comenzar a leer, no hay más que disponerse a elegir un título que llame la atención. No hay libros fáciles o difíciles, si bien es cierto, que hay literatura enfocada para diferentes edades, también es cierto que tiene mucho qué ver con la edad lectora que se tiene y muchas veces no tiene nada qué ver con la edad biológica, tiene relación con la experiencia de lectura y no solo libros, sino de leer el mundo.
El maestro Sigala señaló: “cuando un niño elige una golosina por sobre otra, leyó al mundo y pudo elegir cuál era mejor; cuando decides qué carrera estudiar, si te casas o vives en unión libre, si votas por un Partido u otro o no votas, se lee al mundo para tomar esa decisión. Y leer un libro es una práctica teórica imaginativa de cómo leerías y aplicarías esto en el mundo”.
Si se quiere que México sea un país lector, es necesario no solo empezar por los más jóvenes, sino que también por los más adultos. Buscar en la lectura una práctica por placer, por gusto. No por un decreto o una moda. Se debe establecer un diálogo interno entre el lector y el libro, una conversación que enriquezca al ser y nutra la visión del mundo; deberá convertirse en un paseo por la libertad en el pensar y el sentir; en un ensayo de la vida misma. Inmerso en este mundo, no se conocen fronteras ni límites; solo la fe que se profesa atreves de unas palabras escritas que pueden cambiar el curso de una vida.
Recuadro o entresacado: Ayer conocí Tajimara y me vi cabalgando hasta la media luna. El otro día, supe lo que el significaba crápula; y descubrí que se puede volar y ser libre en un abrir y cerrar libros.
Publicación en Impreso
Edición: 116
Sección: Pinceladas
Autor: Claudia Barragán