Los pobres tienen la preferencia de Dios
El último informe oficial del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Conejal) informa que los mexicanos pobres en México llegaron a poco más de 53 millones y de que de éstos, 8 millones son indígenas. Andamos muy mal como sociedad.
Desde hace décadas los gobiernos han querido combatir este mal con programas asistenciales como Solidaridad, Progresa, Procampo, Oportunidades y ahora con la Cruzada Nacional contra el Hambre. En México, según estos estudios en vez de aminorar la pobreza, aumenta cada año.
La palabra de Dios hace referencias al tema de la pobreza. A partir del capítulo sexto del libro del Deuteronomio, Dios da a Moisés las normas que debe transmitir al pueblo para que le enseñe a cumplirlas en la tierra que va a poseer.
Para la Biblia, la pobreza es un hecho que está contra la voluntad de Dios. El Deuteronomio, que regula la vida del pueblo de Israel, afirma: “pues no debe haber pobres en medio de ti, mientras Yahvé te dé prosperidad en la tierra que hayas conquistado”.
Para garantizar que esto suceda, Yahvé puso varias normas: los diezmos, el año de la remisión y el Año Jubilar. Cada tres años, los israelitas debían separar el diezmo de todas las cosechas y debían guardarlo para compartirlo después. El objetivo de los diezmos era para asegurar la comida de la familia, de los levitas a quienes no se les asignó una tierra en herencia, del extranjero, del huérfano y de la viuda. Con el fruto obtenido de los diezmos ofrecidos a Yahvé, podían comer los necesitados. Esa era la voluntad de Dios, ese día debían alegrarse, comer hasta saciarse de todo lo que tenían. El fruto de obedecer a Dios, es su bendición: “Si escuchas la voz de Yahvé tu Dios, y observas todas las cosas que te ha mandado, …Él te bendecirá como te tiene prometido” dice el mismo Deuteronomio.
En el año de la remisión que ocurría cada siete años, debían perdonar a su hermano las deudas contraídas.
También Dios les ordenó observar el Año Jubilar cada cincuenta años. Ahí se proclama la liberación para todos los habitantes de la tierra. Si alguien había vendido su tierra por necesidad, podía recuperarla; los esclavos volvían a su familia. Con estas medidas, se buscaba la igualdad en el pueblo de Israel.
Si pasamos a la cara opuesta de la pobreza que es la acumulación de la riqueza, la Biblia es enérgica y tajante. En todas sus páginas hay una opción de Dios por los pobres, por los que sufren. Y una clara denuncia contra la acumulación de la riqueza. Veamos un par de textos.
Dice el profeta Isaías:
“¡Pobres de aquellos que, teniendo una casa, compraron el barrio poco a poco!
¡Pobres de aquellos que juntan campo a campo!
¿Así que ustedes se van a apropiar de todo
Y no dejarán nada a los demás?
En mis oídos ha resonado la palabra de Yahvé de los Ejércitos:
‘Han de quedar en ruinas muchas casas…”
Amós no es menos lapidario: “Ustedes juegan con la vida del pobre y del miserable por algún dinero o por un par de sandalias”.
Finalmente un texto de San Lucas se afirma: “¡Pobres de ustedes, los ricos, porque ustedes tienen ya su consuelo!”.
En su viaje a Brasil para la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco afirmó: “Una sociedad que no cuida de sus pobres, se empobrece a sí misma. La mejor manera de medir la grandeza de una sociedad es ver la manera como ella trata a los más necesitados”. Y no se trata sólo de ayudar a los pobres, sino de redescubrir sus mejores valores que acaban enriqueciendo al conjunto de la sociedad que pasa a integrar la solidaridad como valor práctico que hace multiplicar los bienes que aumentan en la medida que son compartidos.
El Papa aseguró: “la pobreza peor, no se encuentra junto a los pobres, sino en el empobrecimiento perverso de quien se cierra en su egoísmo e ignora las riquezas que se encuentran en los pobres”.
Con estas palabras del Papa Francisco y con el mensaje bíblico, queda claro que la pobreza es un mal que hay que combatir, que los pobres tienen todo el apoyo y preferencia de Dios, que la sociedad debe buscar normas e instituciones que eviten la acumulación de la riqueza en pocas manos y aumente el número de pobres; y que los pobres deben ser siempre sujetos en cualquier proyecto de promoción, y no objeto de ayudas asistenciales, ya que cuentan con muchos valores humanos como la solidaridad, la fidelidad, la compasión y el sentido comunitario.
Publicación en Impreso
Edición: 131
Sección: Ventana desde la Fe
Autor: P. Juan Manuel Hurtado