Los «piteros»: una tradición que se escucha bien

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“Ya es octubre, ya huele a ponche” es una frase tradicional que se escucha por los rumbos del sur de Jalisco para darle la bienvenida a la tradicional fiesta juramentada en honor a Señor San José, en Ciudad Guzmán. Fiesta que se realiza en el décimo mes del año y engalana con sus múltiples expresiones y tradiciones que van desde los típicos sonajeros hasta “Las andas”, llevadas en hombros en su recorrido anual por las principales calles de la ciudad.

Las festividades en Zapotlán el Grande, que cuentan con más de 200 años de tradición, son una oportunidad para recordar las ancestrales expresiones culturales que se han arraigado en el corazón de la comunidad. Una de estas manifestaciones es la de los sonajeros y sus danzas, que son un festín de color y ritmo, así como de bailes que endulzan el oído de los lugareños.

Guillermo Bonfil Ballata, en su libro México profundo dice: “La danza llamada de Los Sonajeros, es una manifestación cultural autóctona ligada a la cosmovisión náhuatl del México antiguo que ha sobrevivido a través de los tiempos en diversas localidades del Sur de Jalisco, por medio de una resistencia cultural que ha sostenido varias generaciones herederas de aquella tradición”.

Dentro del mundo del sonajero, existe un personaje indispensable que marca el ritmo y el tiempo de la ejecución del baile: el pitero. El término “pitero” se utilizaba en España para denominar a los intérpretes de flauta de tres agujeros y un tambor. Con la Conquista, esta tradición se trasladó a toda América y se enraizó en el mestizaje cultural de todos los pueblos. En el sur de Jalisco, esta tradición aún está vigente y se puede ver y escuchar durante las fiestas religiosas.

A finales del mes de agosto, en Zapotlán El Grande, se pueden escuchar por diferentes barrios las notas agudas de una flauta de carrizo, acompañada de un ligero golpeteo de un tambor, que marcan el ritmo del paso de los sonajeros, que ensayan noche tras noche para perfeccionar su baile, preparándose para la tradicional fiesta Josefina en octubre.

Los sonajeros forman parte de cuadrillas, las cuales pueden estar compuestas por una veintena de danzantes hasta por cientos de ellos. Los sonajeros visten chalecos arreglados con flecos y orlas de listones, un calzón oscuro sujeto con ceñidor y sus tradicionales huaraches de baqueta. Estos danzantes están atentos para bailar los diferentes sones que toca el pitero.

Los sones son interpretados por uno o dos piteros con flautas de carrizo y un pequeño tambor de doble membrana golpeado por una vara de madera corta. Existen diversos sones, los cuales son identificados con diferentes nombres. Entre los sones más conocidos están:“El Maíz Negro”, “El Sonajero”, “La Culebra”, “El Caracol”, “El Ocho”, “La Ola”, “El Monito”, “El Remolino”, “El Saltapatras”, “El Toldito”, entre otros.

Desde 1992 comenzó el Encuentro de Cuadrillas de Sonajeros y un año después se instituyó oficialmente el 12 de octubre como el día del sonajero en Ciudad Guzmán. Gracias a este suceso ha aumentado el número de integrantes en las cuadrillas, que ha llevado a que se agrupen en tres o cuatro filas, trayendo consigo cambios en la forma de danzar. De igual manera, el oficio del pitero se ha multiplicado y ahora son más las personas que aprenden de este arte, que se transmite de generación en generación entre los habitantes de Zapotlán.

Rogelio Solano es un joven guzmanense de 18 años de edad, pitero de la danza del Divino Niño Jesús. Rogelio narró que a pesar de su juventud ya tiene cinco años en este tradicional oficio: “El ser pitero es algo que se trae en las venas, ya que soy sobrino del primer pitero que empezó en Ciudad Guzmán, en la cuadrilla de los arribeños. Al ver a mi tío hacer sus ejecuciones, me nació la inquietud de enseñarme en el arte de tocar los sones; también le aprendí el oficio al pitero de la danza de la Sagrada Familia, el señor Ignacio”. La danza del Divino Niño Jesús, realiza sus bailes bajo los sones del «Maíz Negro», «El Durazno», «La Ola», entre otros.

El arte del pitero es una tradición ancestral que se ha enseñado y practicado por múltiples generaciones a través del tiempo. Esta es una tradición que a pesar de las exigencias de la modernidad, sigue estando presente en la fiesta y el sentir de una comunidad, es un sonido que sigue erizando la piel de quien lo escucha y que sobre todo, sigue marcando el ritmo en los pasos de todo un pueblo que palpita en un sólo son.

Publicación en Impreso

Número de Edición: 105
Autores: Claudia Barragán
Sección de Impreso: De Viaje por el Sur

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