Los jóvenes exigen cambios
La juventud protesta en crisis en Nicaragua
Por: Carlos Cordero. ccordero@iteso.mx
Desde el pasado 18 de abril, en Nicaragua se han producido medio centenar de muertes, en lo que se considera el periodo más violento de este siglo de enfrentamientos sociales en la región. En medio de esa crisis, han tomado protagonismos dos grupos: los jóvenes y la Iglesia.
“La desfachatez de inventarse muertos”
Nicaragua vive momentos de tensión política, en medio de una escalada de violencia provocada por la ineficiencia del gobierno para atender emergencias y para legislar. Todo comenzó cuando un incendio se salió de control en Nicaragua, y el gobierno de Daniel Ortega –presidente del país desde 2007- se negó a recibir ayuda del gobierno de Costa Rica para hacer frente al siniestro. La orden fue no dejar cruzar la frontera a los bomberos costarricenses y esto hizo reaccionar a los jóvenes nicaragüenses quienes de inmediato organizaron plantones y manifestaciones para exigirle al gobierno resultados en el manejo de la crisis ambiental que habían originado las llamas.
En medio de estos disturbios, el gobierno local aprobó una reforma al sistema de seguridad social que atenta a los derechos de las pensiones de los trabajadores del gobierno. De inmediato, los jóvenes hicieron suya la causa y las protestas se multiplicaron por todo el país. Frente a ello, la respuesta del gobierno fue clara: usar la violencia para disolver las manifestaciones, y para ello recurrió a la policía nacional y a grupos de choque –principalmente las fuerzas remanentes del movimiento Sandinista- ocasionando la muerte de al menos 20 personas en las primeras semanas de enfrentamiento.
En medio de la crisis, el autoritarismo y la falta de pericia para manejar la situación ha salido a relucir, como lo reflejaron las palabras de Rosario Murillo –esposa de Ortega y Vicepresidenta de su gobierno- al afirmar que los manifestantes tenían: “la desfachatez de inventarse muertos” (El País 02/05/2018). Además, el presidente no ha tenido apariciones públicas desde el 30 de abril, lo que ha recrudecido la intensidad de las demandas, pues ahora se pide la renuncia del gobernante.
Los nietos de la revolución
En este contexto los jóvenes han tenido un papel protagónico en las protestas. Durante los últimos días de abril, los enfrentamientos se dieron al interior de las universidades, desde dónde estudiantes y profesores se atrincheraron para demandar la revocación de la reforma al Seguro Social, y sobre todo para pedir la renuncia del presidente. Y no es para menos, Nicaragua es uno de los países más pobres, no solo de la región, sino del mundo entero. Además, la violencia vinculada al narcotráfico ha hecho de esta nación un territorio sin ley. De ahí que los jóvenes consideren necesario el fin del “orteguismo” que en 11 años no ha logrado mejorar las condiciones del país.
Sin embargo, los jóvenes nicaragüenses se encuentran frente a la encrucijada pues Ortega es heredero del Sandinismo -aquella revolución de los años ochenta que puso fin a la dictadura de la familia Somoza, a la que apoyó Estados Unidos- y desde su reelección en 2007 gran parte de los campesinos nicaragüenses han apoyado a Ortega.
Pero no todo ha sido positivo para el presidente y el sandinismo en Nicaragua. Allá en los años noventa, cuando la revolución gobernó por primera vez y Ortega formó parte de ese gobierno, los líderes fragmentaron la oposición y el sandinismo desapareció como fuerza homogénea. Desde entonces, la disputa por la continuación de la trasformación revolucionaria se ha marcado al interior de los líderes del movimiento incluido Ortega y su esposa Rosario Murillo.
Además, la imagen del presidente Daniel se ha visto empañada a nivel internacional por sus supuestos vínculos con el régimen venezolano, y sobre todo por las sospechas que se ciernen sobre él en torno al financiamiento de su partido a través del narcotráfico, pues según Wikileaks, en 2008 se hicieron públicos mensajes diplomáticos estadunidenses, en los que se afirmaba que el gobierno era financiado con recursos del narcotráfico, y que éste correspondía al narco liberando presos.
La Iglesia
El otro gran protagonista de esta crisis política ha sido la Iglesia Católica, que ha jugado de mediadora entre el gobierno de Ortega y los manifestantes, y que en alianza con los empresarios ha logrado que el gobierno permita la entrada de observadores internacionales de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para esclarecer las muertes generadas durante los disturbios.
La Iglesia Católica tiene una gran tradición de activismo político en Nicaragua. Basta recordar la participación de los sacerdotes asistiendo y apoyando a los campesinos cuando los estadounidenses intentaron destruir a los sandinistas. Además, una vez que los sandinistas llegaron al poder, entre sus colaboradores hubo varios sacerdotes que incluso llegaron a ocupar cargos de gobierno.
El ejemplo más emblemático de esto es el caso de Ernesto Cardenal, quien incluso fue nombrado Ministro de Cultura, y a quien la historia recuerda por aquella escena en la que el Papa Juan Pablo II reprendió públicamente en su despedida de Nicaragua. También, debemos recordar que Nicaragua fue tierra fértil para la difusión de las ideas de la Teología de la Liberación, y es justo con la inspiración de esas ideas que la Iglesia Católica en Nicaragua no ha escatimado esfuerzos para mediar en el conflicto por el que atraviesa actualmente ese país.
El 12 de mayo, la Conferencia Episcopal de Nicaragua, en voz del Cardenal Leopoldo Brenes ha emitido un comunicado en el que convoca al diálogo nacional, y pide al gobierno tres cosas: cesar las represiones contra las manifestaciones; dejar de obligar a los funcionarios públicos a participar en mítines políticos que enaltecen a Ortega; y que permitiera la entrada de los observadores internacionales. Este llamado al diálogo lo han hecho en conjunto con empresarios, académicos y organizaciones de la sociedad civil.
Nicaragua, tan lejos de todo
El panorama no es favorable, y a Ortega le quedan pocas opciones para actuar. Lo que es cierto es que la población nicaragüense reclama una transformación sustantiva del régimen, y en ese sentido la Iglesia Católica le ha apostado a favorecer el diálogo previendo un escenario positivo en el que las instituciones se transformen y Ortega acceda a adelantar las elecciones. Pero también es cierto que Ortega no cederá tan fácil. Lamentablemente las disputas por el poder siempre se llevan a los civiles como daño colateral, y lo cierto es que este 10 de mayo 53 madres nicaragüenses no tuvieron a sus hijos con ellas para celebrar, 53 madres que además de llorar a sus hijos habrán de enfrentar la indiferencia internacional, junto a todo el pueblo nicaragüense, al que pocas veces volteamos a ver.