Las credenciales de Francisco
Por: P. Luis Antonio Villalvazo
Párroco de san Isidro Labrador
El Papa Francisco visitó tres lugares en su primera jornada en México. Por la mañana estuvo en Palacio Nacional y en la Catedral Metropolitana de México; por la tarde, visitó la Basílica de Guadalupe. Tres escenarios, tres interlocutores, tres mensajes distintos que tienen diversas lecturas e interpretaciones. Pero desde lo que dijo, cómo y dónde lo dijo el Papa proyectó rasgos de su identidad.
Un líder moral
Su visita al Palacio Nacional es histórica, porque es la primera vez que un Papa entra a este recinto como Jefe de Estado. Su decisión de estar en el Palacio y no en la residencia oficial de Los Pinos, el no acceder a la petición que les diera su bendición, fueron señales de la distancia que Francisco marcó con la clase política. Aunque como dijo el padre Alejandro Solalinde: “La cínico-cracia impuso la agenda y ocupó los primeros lugares desde sus zonas VIP con tal de aparecer ante las cámaras. Su investidura como jefe de Estado lo mantuvo maniatado”.
Enrique Peña Nieto reconoció a Francisco como un Papa reformador, sencillo y claro; le dijo que sus causas son también las causas de México. Pero como lo expresó el periodista Javier Solórzano: “Los temas son los mismos, pero la forma de entenderlos y abordarlos es distinta”.
El Papa, luego de destacar la grandeza y riqueza del país, a los privilegiados y en el lugar de los privilegios denunció: “La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia, el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.
Ante el planteamiento de Francisco de construir un nuevo proyecto de país basado en la justicia y la honestidad orientado hacia el bien común, la clase política lo oyó, aplaudió todo y buscó sacarse la foto, pero está por verse su capacidad de reacción. Una razón de fondo la dio el historiador Enrique Krauze: “El Papa no fue todo para todos, pero su autoridad moral reveló el vacío de liderazgo ético en México”.
Padre y pastor
El encuentro del Papa con los Obispos mexicanos despertó muchos comentarios. Su mensaje a los 165 obispos, 18 arzobispos, a los tres cardenales e invitados especiales fue directo y extenso.
Ricardo Rafael participante en las mesas de reflexión trasmitidas en el canal once, comentó: “Francisco les habló a los obispos como padre y pastor en su propio idioma con una narrativa tejida con textos bíblicos. Los invitó a ser obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso. Les pidió no poner su confianza en los carros y caballos de los faraones actuales”.
Para el sociólogo Bernardo Barranco, referente en los temas religiosos, el mensaje del Papa tiene un carácter pastoral y político porque toca la necesidad de unir la fe con la vida, la labor pastoral con las problemáticas sociales: “Creo que más que un regaño, es una llamada de alerta no sólo a los obispos, sino a los católicos y a la ciudadanía a reconstruir el tejido social de México. Por eso les pidió no dormirse en sus laureles, sino a tener coraje profético con respuestas nuevas a las nuevas realidades”, señaló.
“Su mensaje es un programa de acción que encierra el anhelo de una Iglesia pobre y en salida hacia los alejados, que viva con alegría el Evangelio. Es un llamado a los pastores de no ser príncipes, sino una comunidad de testigos”, comentó el padre Salvador Urteaga.
Hijo de la Virgen
Por la tarde, el Papa cumplió su sueño de poder rezar a solas sin presiones ni compromisos, de mirar y dejarse mirar por la Virgen de Guadalupe. Dentro de la Basílica, cómodamente sentados y en sombra, estaban los invitados especiales, los obispos y algunos enfermos en sillas de ruedas. Afuera, soportando el calor, estaban los “nuevos juan diegos” quienes vieron y escucharon al Papa a través de pantallas.
Su homilía fue una oración y una relectura del Nican Mopohua (documento que narra las apariciones de la Virgen). Así inició: “María, la mujer del sí, también quiso visitar a los habitantes de estas tierras de América en la persona del indio san Juan Diego… que hoy se hace presente a todos nosotros, de manera especial a quienes se sienten que no valen nada”.
Retomó el significado de la palabra “amanecer” como principio de un tiempo nuevo y resaltó la misión de Juan Diego, que desde su situación de ignorado y explotado lo convirtió en su embajador y en el constructor del santuario de Dios que representa la vida de sus hijos. Y como buen hijo de la virgen María, invitó a orar en silencio para contemplarla y pedirle su ayuda para ser santuarios de la vida.
En este día donde brilló el sol en la ciudad de México, el Papa fue una luz de esperanza en un pueblo sufrido y herido por la corrupción, la pasividad y la falta de consuelo.