Las CEBs son fuente de agua viva
En medio de un calor abrazante, que era la expresión del cariño en el reencuentro de hermanos y hermanas que ya habíamos estado en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia en 2008, se llevó a cabo el IX Encuentro Latinoamericano y Caribeño de Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), con la participación de 180 animadores, asesores y miembros de las CEBs de 18 países del continente, además de Filipinas, los días del 16 a 21 de Junio, en San Pedro Sula, Honduras.
El Encuentro se dio en un momento muy delicado: “Con gran preocupación constatamos que en nuestros países domina el sistema neoliberal autoritario que expande la criminalidad, la desigualdad económica y social, destruye la vida de millones de personas y de la creación; que son países productores y consumidores de droga, en los que el crimen organizado crea inseguridad creciente y ha llegado a controlar territorios. Viven el problema de la migración. Hay un deterioro creciente del medio ambiente, por la explotación irracional de los recursos naturales. Sin embargo, los movimientos sociales emergentes y en algunos lugares, la misma sociedad civil presionan para que esta situación cambie y se creen propuestas alternativas”.
Esto no impidió el darnos cuenta de que las CEBs viven momentos esperanzadores: “Ante esta realidad de muerte, nos anima la esperanza, en una sociedad que defienda y promueva la vida digna y que ya se hace realidad en hechos pequeños o grandes, articulados. Jesús es el agua que se convierte en nuestro interior en un manantial de agua viva (Cf. Jn4, 14). Las CEBs son fuente de la cual brota agua viva, brota energía para enfrentar las dificultades que se presentan en el cumplimiento de la tarea de contribuir para que el Reino de Dios acontezca ya desde este mundo. Son discretas, pero están presentes, acumulan fuerza y purifican”.
“Las CEBs esparcen vida y como el agua, corren, avanzan. Ellas tienen su raíz en Jesús, el Evangelio de la vida. Como Él viven y sienten el dolor de los empobrecidos, anuncian la buena nueva a los pobres, la liberación a los oprimidos, dan luz a los ciegos, y anuncian el año de Gracia del Señor (Cf. Lc. 4, 18-19). Las CEBs sanan a los enfermos, hacen caminar a los paralíticos, hacen oír el clamor de los pobres, resucitan a los que tienen muerta la esperanza (Cf. Mt.9,35-36)”.
“Ellas unen la fe con la vida, porque son lugar de encuentro con Dios y con los hermanos y hermanas, de encuentro con el perdón de Dios y donde se comparte el pan de la Palabra, de la Eucaristía; en ellas se vive y profundiza la espiritualidad de Jesús y su propuesta y la mística de su Reino. Buscan incidir en la economía del mercado total con la gratuidad, en la exclusión con la proximidad y en la corrupción con la ética de la honestidad y del servicio”.
“Son Comunidades ecológicas, que por tener hambre de pan y no de oro, se esfuerzan por convertir este modelo de desarrollo basado en el hambre de oro, de explotación de la persona humana y de la naturaleza, en un modelo fundado en la dignidad de la persona y en el amor”.
El Encuentro fue una experiencia en la que revivimos la memoria histórica, gozamos la vivencia del presente, pero también vimos al futuro, por lo que asumimos nuevos compromisos. El primero de ellos fue fortalecer y consolidar los logros alcanzados por el relanzamiento de las CEBs. También acompañar los procesos de manera estratégica, haciendo uso de los más diversos medios tecnológicos y presenciales, así como alianzas y vínculos con grupos y organizaciones, movimientos sociales para una mejor proyección e incidencia.
Otro compromiso es asumir nuestro ser ecológico como tarea prioritaria, conscientes de su conflictividad y la conversión que implica. Decidimos fortalecer la pertenencia de los jóvenes a esta manera de ser iglesia y que ella sea el espacio para alimentar su fe y compromiso, su creatividad y expresiones propias. Ante el cierre de fronteras a los migrantes, la violencia y discriminación y la violación de sus derechos humanos más fundamentales, queremos ser solidarios siendo comunidades que los incluyen, apoyan y denuncian los atropellos a que son expuestos.
La clausura se tuvo con la participación de cerca de 3 mil personas y fue una fiesta, llena de colorido de las diversas culturas de los países.
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Terminamos invocando a nuestro Padre-Madre Dios:
“Padre, no queremos que el viento sople más fuerte en nuestras casas y apague la vela de la esperanza en un futuro cada vez más incierto; queremos el fuego fuerte de tu Espíritu, que siempre venza. Y a nuestra Madre: “Señora de la esperanza, sostén el ritmo de nuestra espera en el Reino que ya despunta en nuestra América Latina”.
¡Hasta 2016, en Paraguay!
Publicación en Impreso
Edición: 120
Sección: Ventana desde la fe
Autor: P. José Sánchez Sánchez