La sorpresa de Francisco
El llamado del Papa a la santidad
Por: Pbro. Juan Manuel Hurtado López
Francisco nos sorprendió. Y esta vez el asombro nos llegó con un tema que no impresiona, por lo menos en la sociedad actual: la santidad. Lo que sí nos atrapa es la manera, el estilo que tiene el Papa Francisco para plantear el tema.
La reciente Exhortación apostólica del Papa Francisco sobre la santidad en el mundo actual, llamada en latín “Gaudete et Exsultate” (Alegraos y regocijaos, Mt 5,12), es un fuerte llamado a la santidad en un mundo actual que muchas veces se torna gris, apático, individualista. Ahora sí que nos “primereó” Francisco.
Lo que cautiva al leer este nuevo escrito de Francisco es que, si bien el tema de la santidad pareciera no interesar en un mundo sumergido en el cambio, la velocidad, el mercado de imágenes, sonidos e informaciones que ciegan la vista, ensordecen el oído y embotan la mente; un mundo en búsqueda de placer por todos los medios, sin embargo, en labios de Francisco sí tiene la virtud de que esas palabras suenen a verdad, logra que el Evangelio suene de nuevo como Buena Nueva.
Sobre santidad se han hecho miles de escritos de todos los géneros: meditaciones, oraciones, Ejercicios espirituales, alegorías, caminos espirituales. Lo que a Francisco interesa no es exponer un tratado sobre la santidad, sobre las corrientes místicas que se han dado a lo largo de la historia de la Iglesia; no pretende hablar de las fuentes y los medios que ayudan a la santidad.
Francisco lanza un contundente llamado a la santidad a cada cristiano y trata de encarnarlo en el contexto actual, en la vida cotidiana. Dice el Papa: “la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad».
El Papa desea que cada cristiano se sienta interpelado por el Dios vivo, por el Espíritu de Jesucristo a ser santo. Quiere hacer caer en la cuenta que “una tarea movida por la ansiedad, el orgullo, la necesidad de aparecer y de dominar, ciertamente no será santificadora”.
Por eso examina dos trampas y tentaciones del mundo contemporáneo que impiden la santidad. Son dos corrientes antiguas y siempre nuevas: el gnosticismo y el pelagianismo. El gnosticismo es un subjetivismo, un inmanentismo, pues considera que la propia experiencia, la propia manera de pensar se puede considerar como la norma del vivir. Pero lo que enriquece la vida humana es la apertura al otro, sobre todo al que sufre como lo hizo Cristo. Y el pelagianismo es un voluntarismo. Creer que con el solo esfuerzo de la voluntad se puede lograr todo. Pero esto es imposible. Ya San Agustín enseñaba: “Dios te invita a hacer lo que puedas y a pedir lo que no puedas”.
Hace ver el Papa que muchas veces estas corrientes se meten como la humedad en el pensamiento y comportamiento de muchos cristianos. Y Francisco centra su reflexión en el núcleo de las bienaventuranzas y en Mateo 25. Vivir el espíritu de las Bienaventuranzas, eso es ser santo. Pero desglosa cada Bienaventuranza y la aplica a lo concreto de la vida: de la ama de casa, del trabajador de la fábrica, del campo, del taller, de la oficina, de la vida consagrada. Y va concluyendo cada Bienaventuranza con un corolario. En la primera Bienaventuranza, concluye: “Ser pobre de corazón, eso es ser santos”. Y así en cada una.
Avanza el Papa proponiendo algunas notas de la santidad que le parecen importantes, que no deben faltar, dado el contexto actual de aislamiento, tristeza, pérdida del sentido de la vida, individualismo, búsqueda de placer pasajero.
Alegría, aguante, parresía: audacia, sentido comunitario, paciencia, fortaleza, resistencia, sentido del humor, espíritu de oración, son otras tantos aspectos de la vida espiritual que hay que cultivar y buscar. Así lo mostró Jesús, lleno del Espíritu.
Y cierra el capítulo V de su Exhortación con tres características de la santidad hoy: combate, vigilancia y discernimiento, y pone como ejemplo de santidad a María, la Madre de Jesús, quien mejor que nadie vivió las bienaventuranzas y se estremeció de gozo ante la presencia de Dios.
Puedo decir que esta Exhortación Apostólica está muy a tono con la Alegría del Evangelio, con la frescura y el empuje del Evangelio encarnado en las circunstancias del mundo actual.