La pascua pide Comunidades resucitadas

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La pascua es el paso de la muerte a la vida en el hecho de la Resurrección. Es la celebración gozosa de la Resurrección de Jesús, el evento salvífico fundamental obrado por Dios en Jesucristo. Se trata pues de la nueva vida que regala Dios a sus hijos en Cristo Resucitado, en quien todos estamos llamados a vivir como auténticos resucitados. La Resurrección es sin duda la piedra angular de nuestra fe: “La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como verdad central…fundamental” (CATIC 638).

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La Pascua es la fiesta cristiana más importante porque celebramos en ella la Resurrección del Señor, que ciertamente no puede desligarse de su pasión y muerte. La muerte y la resurrección de Cristo son dos realidades inseparables, como las dos caras de una misma moneda: una a la otra se iluminan y se dan sentido. Por eso, no se puede separar la Cuaresma de la Pascua, pues el tiempo cuaresmal sin la celebración del Triduo Pascual quedaría vacío y sin sentido, dado que la Cuaresma es preparación espiritual para la Pascua. El proceso de conversión suscitado en la cuaresma tiene sentido sólo si acompañamos a Jesús en el tiempo pascual y el tiempo pascual es el tiempo propicio para la vivencia espiritual de lo que celebramos el Domingo de Resurrección.

El tiempo pascual presenta profundos desafíos para la pastoral de nuestras parroquias. Las semillas de conversión sembradas en la cuaresma tendrían que ser cultivadas en la pascua, por tanto, debería hablarse no sólo de misión cuaresmal sino de misión cuaresmal-pascual que llega hasta el pentecostés. Los frutos de la pascua son la esperanza, la vida comunitaria, la solidaridad como signo maduro de conversión, deben seguirse cultivando en las iniciativas pastorales de cada una de las parroquias. Sin embargo, en realidad la misión cuaresmal parece tener un “corte”, pues en la práctica separamos la cuaresma de la pascua.

En las parroquias se carga “toda la tinta” a los 40 días de preparación a la pascua, pero los 50 días del tiempo pascual, que son un tiempo especial de gracia para profundizar los signos de conversión nacidos en la cuaresma, son vividos muchas veces con menor intensidad y con descuido. El tiempo pascual presenta pues verdaderos desafíos a nuestras parroquias: ¿cómo hacer de nuestras parroquias comunidades vivas, resucitadas, aprovechando el tiempo pascual? ¿Qué proyecto pastoral podríamos diseñar para ayudar a vivir mejor la pascua, de tal modo que no se reduzca a la vivencia sólo del domingo de resurrección o la primera semana de pascua?¡La Pascua es ciertamente mucho más amplia que la primera semana de pascua, por eso es un tiempo de gracia, pero todo un desafío pastoral!

Publicación en Impreso

Edición: 126
Sección: Contraportada
Autor: P. Walter Jiménez de la Cruz

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