La Pascua, encuentro con Jesús resucitado
La Pascua es la fiesta principal y más antigua de los cristianos. Es el corazón del año litúrgico. Es el acontecimiento fundante de la vida y misión de Iglesia, Nuevo Pueblo de Dios. Es la conmemoración anual que los cristianos hacemos de la Resurrección de Cristo. Por eso San Pablo, proclamaba: “Si Cristo no resucitó es vana la predicación y la fe” (1Cor 1,14). Hay, además una continuidad histórica y religiosa con la Pascua judía que celebra la liberación del pueblo de Israel, antiguo pueblo de Dios, por intervención directa de Dios de la esclavitud de Egipto.
Por ser la Pascua la fiesta más importante se prolonga por 50 días, es una fecha simbólica, equivalente a siete semanas, signo de plenitud e imagen de la plenitud de vida que esperamos obtener con la resurrección de Cristo que es señal de nuestra propia resurrección. Y el día 50 de la Pascua, que es el domingo de Pentecostés, los discípulos recibieron la plenitud del Espíritu Santo y empezaron a recorrer el mundo para dar testimonio de Jesús Resucitado. Fue el inicio de la acción misionera de la Iglesia, que se prolonga a través de la historia hasta nuestros días.
La primera generación de discípulos y discípulas, vivieron un encuentro singular con Jesús Resucitado que los transformó y les confirmó que todo lo que había dicho y hecho Jesús tenía el aval del mismo Dios, y fue Jesús resucitado el que los envía a continuar su misión: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos… enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado… Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo”. (Mt 28,19-20). Y Marcos atestigua que, “ellos salieron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba la Palabra con las señales que les acompañaba” (Mc 16,20).
La misión de la primera generación de discípulos y discípulas, la misión de la Iglesia, y por lo tanto nuestra misión, consiste en hacer que todos los pueblos se convirtieran en discípulos de Jesús, viviendo sus enseñanzas. De esta manera, la presencia del Reino en el mundo se extenderá, por el compromiso misionero de los discípulos de Cristo. Esto nos lleva a hacer nuestra la invitación que nuestros Obispos en Aparecida, nos hacen a vivir un verdadero encuentro con Jesús resucitado que nos convierta y transforme en discípulos misioneros en permanente seguimiento de Jesús. Este seguimiento a Jesús nos exige «entrar en la dinámica del Buen Samaritano (Cf. Lc 10,29-37), hacernos prójimos, especialmente con el que sufre y generar una sociedad sin excluidos, siguiendo la práctica de Jesús que come con publicanos y pecadores (Cf. Lc 5,29-32), que acoge a los pequeños y a los niños (Cf. Mc 10,13-16), que sana a los leprosos (Cf. Mc 1,40-45), que perdona y libera a la mujer pecadora (Cf. Lc 7,36-49; Jn 8,1-11), que habla con la Samaritana (Cf. Jn 4,1-26).» (DA 135). Y esta misión, no estamos solos, el mismo Señor resucitado nos acompaña.
Y apenas hace unos meses en la Séptima Asamblea Diocesana, después de un largo proceso de preparación, y en el contexto del documento de Aparecida, el Señor Obispo proclama en la Diócesis la Misión Continental, cuyo instrumento es el Cuarto Plan Diocesano de Pastoral y sus cinco prioridades, para trabajarlo durante los próximos seis años. Por tanto, al celebrar las fiestas de Pascua, haciendo memoria de la Pascua de Jesucristo, tenemos que asumir decididamente, fortalecidos por la fuerza de la resurrección, el compromiso de trabajar en nuestras colonias, barrios y ranchos, las cinco prioridades de nuestro 4º Plan Diocesano de Pastoral. No estamos solos en esta tarea, ¡el Espíritu de Jesús Resucitado camina con nosotros!
Publicación en Impreso
Número de Edición: 100
Sección de Impreso: El Campanario
Autor: P. Francisco Lucas