La historia de un caminar
El 30 de enero se cumplieron 15 años del inicio de la misión en la hermana Diócesis de san Cristóbal de Las Casas. Ese día fuimos enviados los primeros misioneros el diácono Francisco Hernández y su servidor. Yo permanecí 12 años por aquellas tierras, más un año en el Centro Nacional de apoyo a las Misiones indígenas (CENAMI), pero con visitas continuas a san Cristóbal para impartir talleres.
Esta misión se estableció por petición expresa de Don Samuel Ruíz y de Don Raúl Vera, obispos en ese entonces de San Cristóbal, mediante una carta fechada el 27 de junio de 1996 y dirigida a Don Serafín Vásquez. La petición tuvo respuesta y la toma de posesión fue el día 21 de febrero de 1998: “Te queremos hacer una atenta y formal invitación a iniciar una misión en nuestra Diócesis y así a colaborar en esta tarea eclesial de evangelización e inculturación de la Palabra de Dios. Querido hermano, te pedimos que tomes en cuenta esta solicitud, te la extendemos porque confiamos en tu amor a la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo y sabemos que tú comprenderás nuestra palabra y llamado. Nuestra propuesta es: Que la Diócesis de Ciudad Guzmán establezca en la Diócesis de San Cristóbal de las Casas una misión y así tengamos la oportunidad de compartir las distintas experiencias de Iglesia que Dios nos ha concedido vivir, métodos de evangelización y sobre todo nuestra vida en el Señor”.
Como la misión es algo vivo y dinámico, diversas circunstancias han ocasionado que en este periodo de tiempo haya habido cambios. En diversos periodos, hemos estado al frente los sacerdotes: un servidor, Francisco Mejía, Rodrigo Estrada y Lorenzo López quien estuvo tres meses, mientras yo estudiaba tseltal en Bachajón. También está la presencia permanente de las Hermanas del Divino Pastor y las tsebetic, religiosas indígenas Manuela y Sebastiana Juárez. Muchos años estuvo la Hermana Celia Rojas. Luego estuvo Chabelita y ahora la Hermana Micalea Alemán.
En distintas etapas han colaborado los seminaristas Raúl Jiménez, Porfirio Mares, José Guadalupe Vázquez, Gamaliel Aguilar, Manuel Sanabria y José Héctor Moreno. Los laicos Pedro Negrete y María Guadalupe Zúñiga. Tuvimos visitas periódicas de la Doctora Margarita Gutiérrez y su equipo de promotoras de salud, de Jesús Gutiérrez, promotor del trabajo con campesinos y de Rosa María Ocaranza, Maricarmen Ramírez y Arni.
Nuestros obispos Don Serafín y Don Rafael estuvieron en Pantelho’ en dos ocasiones, lo mismo que el P. José Preciado, quien fue un gran animador de la misión.
Mientras presté mi servicio como Vicario de Pastoral en san Cristóbal, el P. Francisco Mejía estuvo al frente de la parroquia. Al término de mi trabajo regresé a Pantelho’ y el P. Francisco Mejía prestó sus servicios en Zamora Pico de Oro. En 2006 al ser llamado a colaborar en Cenami, el P. Rodrigo estuvo al frente de la parroquia. Después regresé y presté mis servicios en la parroquia de San Carlos en Altamirano, Chiapas.
En este caminar ha habido momentos importantes. Recordamos una primera visita de un equipo de Pantelho’ a Ciudad Guzmán integrado por diáconos, catequistas y sus esposas, dos religiosas y un servidor. Compartimos la experiencia de los diáconos, de los catequistas y escuchamos la experiencia de Ciudad Guzmán. Otro momento importante fue la celebración de mis bodas de plata sacerdotales. Se reflexionó sobre Profetismo y Reino de Dios y celebramos la Eucaristía el 15 de septiembre de 2006, acompañados por don Serafín Vásquez, don Felipe Arizmendi, don Enrique Díaz y un buen número de sacerdotes y gente de la comunidad. El día 16 fue la celebración en Santa Lucía con las comunidades indígenas, donde presidió la Eucaristía Don Serafín.
Y ahora, del 19 al 26 de febrero, con motivo de los 15 años de la misión, nos visitó un grupo de 15 personas de la Parroquia-Misión y de Zamora Pico de Oro para compartir sus experiencias en cada una las vicarías.
Los aprendizajes en la misión
Cuando cumplimos seis años en la misión, escribimos lo siguiente:
“La misión en Pantelho’ para nosotros significa:
La posibilidad de vivir la opción preferencial por los pobres en el corazón de los pobres entre los pobres: los indígenas.
Hacer la profunda experiencia de Dios en el sacramento privilegiado de Jesús: los pobres.
Abrir el corazón y la mente a otras culturas y a otras lenguas como son las que tienen estos pueblos mayas que envuelven todo su ser y su actuar en una visión de fe, con un sentido sagrado, comunitario, integral y festivo.
Tocar con la mano los ministerios inculturados de esta Iglesia autóctona como el diaconado indígena permanente, los catequistas, los presidentes de ermita, los principales, los ancianos con su ministerio de la oración tradicional tan viva e integradora, los coros con su música tradicional.
Enriquecernos con la experiencia viva de esta Iglesia local de san Cristóbal de Las Casas y compartir con humildad las flores y los frutos de nuestro propio caminar como Iglesia particular.
Trabajar en una Iglesia que vive en medio de muchas tensiones y conflictos de una guerra aún no solucionada, de una fuerte presencia militar y paramilitar, de desplazados, de múltiple presencia de otras confesiones cristianas y sectas y, últimamente, con el tremendo problema de la migración.
Descalzarse como Moisés ante la zarza, despojarse de toda seguridad y ponerse en total disponibilidad a hacer la voluntad de Dios que nos ha hecho el llamado.
Valorar el precioso don que se nos ha ofrecido de asumir esta misión en Pantelho’ y hacernos dignos de él”.
Todo esto pensamos y dijimos hace seis años y ahora lo confirmamos plenamente.
A quince años de iniciada la misión, podemos constatar que todo eso es válido y actual, a excepción del tinte de la guerra. La misión plantea retos que hay que asumir. Al estar en la misión hay que darse a la tarea de aprender tseltal y tsotsil, las dos lenguas que ahí se hablan. Pero al aprender la lengua, uno se da cuenta que en realidad entra a otro mundo que piensa y actúa diferente al mundo mestizo. La lengua es la puerta de entrada a una gran y hermosa casa que es la cultura maya.
Otro aprendizaje es la experiencia de Dios y las maneras que tienen los hermanos y hermanas tseltales, tsotsiles, ch’oles, tojolabales para expresar su fe. Desde la oración, los ritos como la siembra de las trece candelas, el caracol, el saludo al corazón, la danza ritual y el Altar Maya, verdadera síntesis teológica inculturada de su fe, uno va aprendiendo de esa sabrosa y tierna presencia de Dios Padre y Madre que ellos sienten, viven y expresan.
Otro aprendizaje es el contacto con la Iglesia Autóctona de san Cristóbal y su mundo de ministerios, expresión del para inculturar el Evangelio, desde las culturas de los pueblos y de enriquecerse de sus valores.
Lo que nos espera
A raíz de la misión en Pantelho’ surgió el periódico El Puente. Al principio fue una hojita, con el paso del tiempo se convirtió en un periódico. El Puente quiere expresar lo que señaló Don Samuel: que la misión sea un puente de comunicación, de vida, de experiencias, de solidaridad entre las dos diócesis. Esto hay que incrementar, fortalecer, avivar, pues en los últimos tiempos el intercambio entre las dos diócesis ha decaído bastante. En este aniversario nos queda, sí un camino atrás, pero sobre todo nos espera un largo camino por recorrer.
Publicación en Impreso
Edición: 125
Sección: Ventana desde la fe
Autor: P. Juan Manuel Hurtado