Frutos de Nuestro Seminario
Cada vez que en la Diócesis hay ordenaciones de diáconos o de presbíteros se experimenta la alegría y se alimenta la esperanza de las comunidades. Este 19 de marzo, víspera de la celebración del Día del Seminario, viviremos, Dios mediante, uno de estos acontecimientos, al saborear cinco frutos cultivados en el proceso formativo de nuestro Seminario Diocesano.
El diácono Gustavo Quiñonez Peralta, quien ejerce su ministerio en la comunidad parroquial de Huescapala, será ordenado presbítero. Y cuatro seminaristas recibirán el ministerio diaconal. Ellos son: Edgar Humberto Solano Martínez, nativo de Tuxpan; José Alfonso Contreras Valadez, oriundo de Mazamitla; José Luis García Bernal y César Alvarado Manzo, originarios de Ciudad Guzmán, cuyas familias viven en la Colonia Solidaridad y el barrio de Cristo Rey respectivamente.
El objetivo del Seminario es formar pastores a ejemplo de Jesús, el Buen Pastor. Estos hermanos nuestros han recorrido el camino de formación desde los círculos vocacionales hasta el momento de la ordenación, pasando por las etapas de Seminaristas en familia, Pre-introductorio, Curso Introductorio, Filosofía y Teología.
En ese proceso han ido aclarando el llamado del Señor al ministerio sacerdotal y la respuesta que han de darle con su entrega al servicio de las comunidades. Ahora darán un paso decisivo en su vida personal y en función de colaborar en las tareas evangelizadoras de la Diócesis, desde el ministerio ordenado.
La celebración de su ordenación será en la Santa Iglesia Catedral, el sábado 19 de marzo a las 11 horas, día de la Fiesta universal de Señor San José, patrono de esta Diócesis y de nuestro Seminario. Ellos recibirán el ministerio por la imposición de las manos de nuestro Obispo, Don Rafael León Villegas.
Testimonios de Seminaristas
“La comunidad, espacio para aclarar la vocación”
Mi nombre es Noé Antonio Atanacio Sixto. Comencé participando en la vida del Seminario en Ciudad Guzmán desde los “preseminarios” (por allá en el año 2006), con el afán de saber más acerca de qué era el seminario. Logré ver que es una oportunidad para aclarar mi inquietud hacia el sacerdocio y además para crecer como un cristiano. Ahora que estoy en segundo de filosofía, me motiva saber que ante la situación de violencia, discriminación y despotismo por la que atraviesa nuestro país, el modelo de vida que nos propone Cristo es una opción muy viable.
Dentro de la formación que ofrece el Seminario, se nos brinda la oportunidad de participar en una comunidad de la Diócesis, cuya finalidad es que logremos una “vivencia profunda del servicio como seglares y el desarrollo de la capacidad para pensar críticamente y desde la fe la vida del pueblo”, especialmente en esta etapa del filosofado.
Actualmente participo con mi compañero David Castañeda Cisneros en la comunidad de Anoca, perteneciente a la parroquia de Techaluta, Jalisco. En esa comunidad me ha tocado ver la gran alegría y sencillez de la gente del “rancho”, como lo llaman ellos, por convivir con nosotros y dejarnos entrar en sus casas y en sus vidas.
Esta es una experiencia que me permite discernir el llamado a la vocación hacia la cual he de orientar mi vida, especialmente con la mira hacia el sacerdocio. Pienso que la comunidad es el ambiente propicio para el encuentro con el Jesús humano en la gente y sus labores diarias. Algunas veces nos ha tocado ir a aprender a cortar alfalfa, a limpiar los surcos de las hortalizas y, en otras ocasiones, a cortar brazos de pitayos para que los reproduzcan.
Por lo tanto, la comunidad es parte esencial en este proceso de formación y discernimiento: “son la prolongación del Seminario en una realidad concreta”, que por su testimonio de vida, integran en nosotros los formandos sus alegrías, tristezas y esperanzas, de manera que en un futuro podamos ser corresponsables con ellos en la transformación de la realidad.
“La formación es compartir la vida”
Por José Arturo Bernardino Juárez (Seminarista, 3o. de Teología)
Soy originario de Ciudad Guzmán. Hijo de Arturo Bernardino Lucía y María Esperanza Juárez Romero. Estudio el tercer año del ciclo teológico en el Seminario Diocesano del Señor San José.
Ingresé al Seminario gracias a un primer acercamiento que se dio a través del preseminario en 2003, pero también por la invitación a responder al llamado que hace Cristo de orientar la vida al servicio de los más necesitados. Después de que salí de la preparatoria, se me presentó una oferta educativa halagadora. Creo que las mejores oportunidades que se nos ofrecen están donde se puede compartir lo más valioso de la propia vida con los más pobres.
Vivo esta formación animado por los valores humanos de la responsabilidad y la libertad, junto con el acercamiento y el servicio a una comunidad. En esta importante etapa de mi vida ha sido muy significativo para mí el testimonio de muchos sacerdotes, comunidades y compañeros del seminario que, además de expresar el deseo, hacen lo necesario por vivir en fidelidad el programa de vida del Evangelio de Cristo.
Soy consciente del esfuerzo que hacen numerosas Comunidades Eclesiales y sacerdotes (formadores y maestros), abriéndonos con alegría y generosidad las puertas de su corazón, y acompañándonos para ser signos vivos y visibles de esperanza, como Cristo Buen Pastor.
Algunas Comunidades Eclesiales que me han ayudado a crecer como persona y como creyente son Verdía, Cacaluta y El Crucero, durante el Curso Introductorio; El Corralito, San Juan Espanatica y sus ranchos, durante la etapa de Filosofía; Santa Clara y Atemajac, durante la etapa de discernimiento; y las colonias de El Triángulo, Provipo, Guerrero y Ventana Chata de la parroquia de “San Isidro Labrador” en Ciudad Guzmán, en esta etapa de Teología.
Reconozco en la oración y la generosidad de las comunidades, en el testimonio de los sacerdotes formadores, en el ambiente de amistad vivido en el Seminario y en el apoyo de la propia familia, el sustento indispensable para este proceso formativo.
Publicación en Impreso
Número de Edición: 107
Autores: Iglesia en Camino
Sección de Impreso: Pbro. José Lorenzo Guzmán Jiménez
Es un gusto saber que con calma y dedidación los frutos se dan, pero más gusto es que todo esfuerzo tiene recompenza, y esta es la más grande que podemos tener, muchas felicidades a estos cuatro seminaristas.