El del maestro, un trabajo interminable

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Sin importar la edad, el rango social o religión, todas las personas han vivido el ser maestros y aprendices a lo largo de la vida. La esencia de enseñar es la de ayudar a los demás, también cooperar en la evolución de la humanidad hacia una mejor calidad de vida. Los primeros maestros o instructores son los padres, quienes enseñan a los hijos cómo actuar, con el propósito de hacer las cosas en conjunto para que la familia marche bien.

La labor de ser quién enseña o trasmite un conocimiento se ha trasformado con el tiempo, al igual que el conocimiento que se predica. Aquél que da su tiempo y paciencia para instruir al otro en una ciencia, arte y oficio se le llama Maestro. Para que se dé el proceso de enseñanza es necesario que existan tres partes, quien enseña, quien aprende y el conocimiento. Quien enseña fue llamado profesor o maestro, actualmente se ha convertido en un facilitador del conocimiento, un guía, alguien que acompaña al pupilo en la travesía del aprendizaje.

El maestro o profesor de escuela es la persona que con conocimientos y vocación se dedica a la educación y enseñanza de los alumnos a fin de prepararlos para que en el futuro sean hombres útiles para sí mismos y para la sociedad. Se dice que el maestro aparece cuando el alumno está listo, una muestra es el Profesor Genaro Coronel Rivera, quien recuerda con voces de añoranza que por el año 1960 en su natal Veracruz tomó la decisión de ingresar a la Escuela Normal Superior de Ciudad Guzmán: “trabajé de joven en las lanchas del río Pánuco, tenía qué manejar motores y la intención de estudiar la carrera de mecánica en el Tecnológico de Ciudad Madero, Tamaulipas. Fui a hacer examen de admisión. Ya tenía 3 años de haber egresado de la secundaria. Éramos 800 y las becas 40, así que la oportunidad era muy baja; en aquel entonces andaba por aquellos rumbos el director de la Escuela Normal Superior de Ciudad Guzmán invitando a los jóvenes que estuvieran interesados en el magisterio a ingresar a estudiar en esta institución acompañados de una beca, así que le pedí consejo y permiso a mi madre y me lo otorgó junto con su bendición”.

El profesor Genaro comentó que en 1978 al lado del Profesor Carlos Arrieta, fundó la Escuela Preparatoria Federal por Cooperación José María Morelos y Pavón, motivados en parte por la falta de lugares que ofrecieran educación para adultos y por otro lado, con la idea de dejar un legado: “al principio fue la preparatorio nocturna, ya que faltaba en Ciudad Guzmán un lugar donde los adultos pudieran continuar sus estudios y a la vez trabajar. Brindó educación media superior por más de 30 años y no hay mejor recompensa que encontrarse a los que fueron egresados de ahí convertidos en hombres y mujeres de bien”.

Después de cientos de experiencias como educador en diferentes niveles de primaria, secundaria, educación media superior y superior, el maestro Coronel concluyó que la enseñanza no es solo transmitir los conocimientos que se adquirieron a lo largo de la preparación que se tiene, sino que es transmitir la verdadera enseñanza que la vida da; “enseñar por enseñar no basta, sino también es necesario enseñar los valores que nos dieron nuestros padres y maestros. Es transmitir con cariño, amor, dedicación y sobre todo con el ejemplo.”
La recompensa a la labor, no es solo la remuneración económica que pequeña o grande, no se alcanza a pagar la educación que recibe el alumno; no es solo el prestigio que podría darle al educador llamándolo “maestro”; es la satisfacción de saberse formadores de las nuevas generaciones, que tarde o temprano vivirán según lo que se les ha enseñado y a su vez, se convertirán en los maestros de las próximas generaciones. El profesor Genaro comentó que a través de toda su experiencia docente ha aprendido más de lo que conoció durante todos sus estudio: “tuve la oportunidad de trabajar en todos los niveles de educación, es muy bonito convivir con los alumnos aunque sean de diferentes edades y también la convivencia con los mismos compañeros, es algo invaluable, a pesar de que uno está para enseñar, termina uno por aprender de sus propios alumnos y compañeros”.

Tarde o temprano, el discípulo se convierte en maestro y viceversa, en su búsqueda del conocimiento vivo trasmitido a través de un ejemplo de virtud, sensatez y sabiduría de corazón, que a su vez, deberá de ser transmitida a sus alumnos con la convicción de vivir en un constante anhelo de auto perfeccionamiento; su acción debe inspirar en el alumno el amor a sus semejantes que es el amor a la justicia, a la verdad y a la belleza.

Publicación en Impreso

Edición: 117
Sección: Pinceladas
Autor: Claudia Barragán

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