Dos maneras de ayudar al necesitado
A medida que pasa el tiempo crece el número de personas que tocan puertas para pedir ayuda. Es una mamá que con receta en mano, suplica que se le ayude a comprar la medicina de su hija que padece parálisis cerebral. Es un anciano enfermo de diabetes e insuficiencia renal que requiere ayuda para completar el costo de su traslado al Centro Médico. Son unos migrantes centroamericanos que solicitan ropa y comida para continuar su camino hacia Estados Unidos. Éstos y otros muchos casos son situaciones marcadas por la pobreza que reclaman respuestas.
El P. Salvador Urteaga, coordinador diocesano de pastoral y del equipo de Cáritas compartió su experiencia en el acompañamiento de estas personas con necesidades: “Para responder a la situación de pobreza hay dos caminos. Uno, es el asistencialismo. El otro, es la ayuda solidaria”.
Luego, con su voz pausada, continuó: “Dar cosas es una ayuda empujada más por la emergencia, que por una actitud humana frente al sufrimiento de los demás; tranquiliza la conciencia de quien da, pero crea dependencia de quien la recibe. Son apoyos que intentan remediar las consecuencias, pero no atacan las causas que generan la pobreza. Ve a los necesitados con lástima y como un estorbo. Este es el camino que siguen muchas instituciones de beneficencia pública e instancias gubernamentales que buscan hacer visible y de manera espectacular el número de pobres, porque su objetivo es recabar la mayor cantidad de recursos para aparecer como benefactores”.
Enseguida, habló sobre los rasgos de la ayuda solidaria: “Este camino tiene otra manera de ver la vida y al necesitado. No se le considera como objeto de ayuda, sino que se le reconoce como sujeto de su propio desarrollo. Por eso el compromiso es pasar de ser benefactores en la emergencia, a prójimos de quienes están tirados y golpeados a la orilla del camino de la vida. El propósito no es juntar dinero, sino desatar procesos que pasen de la ayuda asistencialista a la práctica solidaria como una actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio”.
El P. Salvador Urteaga comentó la experiencia del Equipo de Cáritas de la primera vicaría: “Desde hace doce años, un grupo integrado por 15 mujeres, a quienes de cariño les llamo “mis viejitas”, han hecho el esfuerzo de promover la ayuda solidaria poniendo en práctica la regla de oro”. Para comprender esta frase, explicó su significado: “Es regla porque es un método autogestivo que sigue unos pasos que ayudan a recuperar la dignidad de los pobres con el apoyo de su familia y comunidad. Es de oro porque el fundamento es vivir la solidaridad, asumiendo el compromiso de solidarizarse con la situación del otro y echárselo al hombro para que no sigan tirados al borde del camino de la vida”.
Luego, fue hilvanando los pasos del método. “Lo primero, es partir del diagnóstico de la persona e involucrar a su familia para que pongan en común sus recursos humanos y económicos. Si no son suficientes, se busca el apoyo de su comunidad para que se haga cargo del enfermo no sólo con dinero, sino con las capacidades y recursos que tengan. Luego, si la familia y la comunidad no alcanzan a solucionar el problema, se informa a la parroquia y se le pide su colaboración. Si la parroquia también es rebasada, entonces el caso se pasa a la instancia de Cáritas vicarial. Aquí se valora y define qué tipo de ayuda se le puede ofrecer al necesitado y se le da seguimiento a los casos hasta su proceso de rehabilitación y solución”.
Conocida la propuesta, respondió a los cuestionamientos: ¿Por qué este modelo de ayuda solidaria, con su regla de oro, no está enraizado en las parroquias? ¿Por qué las experiencias son contadas y poco conocidas? Guardó silencio, para ordenar sus ideas, y luego afirmó: “Hay dos cosas de fondo. Una, es el modelo de pastoral social en las parroquias está reducido a dar despensas y limosnas. Los pobres no están en su corazón; cargar con los pobres cuesta. La otra, es que nuestra gente está acostumbrada a pedir y a depender de los demás, no a luchar por recuperar su dignidad y transformar su realidad”, concluyó.
El hecho de que más de la mitad de los mexicanos luchan por su sobrevivencia y la situación de emergencia que se viven por los daños provocados no por los fenómenos naturales, sino por la falta de planeación y prevención, por la ambición y la corrupción, vivir la solidaridad y ser una Iglesia samaritana son retos pastorales que debemos emprender con carácter de urgencia, desde las parroquias.
Publicación en Impreso
Edición: 132
Sección: Dichos y Hechos
Autor: P. José Lorenzo Guzmán Jiménez