Cinco formas de ir a Talpa

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Los miles de peregrinos que en marzo visitaron Talpa confirman que la devoción a la Virgen del Rosario es una de las manifestaciones religiosas más arraigadas en la región sur de Jalisco. Aunque recorren el mismo camino y llegan al mismo santuario, cada peregrino tiene su propia manera de expresar su fe, cada quien lleva sus propias intenciones. A partir del testimonio de algunos peregrinos se pueden identificar cinco formas de ir a Talpa.

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Hechos y realidades

Un primer grupo son los que van a la fiesta por la fiesta. Van más como turistas que como creyentes. Su curiosidad por conocer, organizar un paseo con los amigos e ir por deporte son los motivos centrales de estos peregrinos. Su interés es pasársela bien, no les importa gastar lo que sea necesario. Les interesa llegar lo más pronto posible para confirmar y presumir su buena condición física. Regresan como se fueron, sólo más gastados. “Dejamos todo: familia y la chamba porque nos la pasamos a toda madre”: afirmó Juan José, médico de profesión, que tiene ocho años consecutivos yendo a Talpa.

Un segundo grupo son los que van a pagar su cuota anual de fe. Su ida a Talpa, si no es la única, es la acción más importante en su vida como católicos. Cada año abandonan los quehaceres cotidianos para vivir una experiencia religiosa corta, intensa y emocional. “Tengo más de 20 años seguidos yendo a Talpa a pie. Aunque cada vez me cuesta más, no dejaré de ir por la bendición de mi madrecita (la Virgen de Talpa). Voy con fe y regreso cargado de energía”: afirmó José Encarnación López, de 46 años de edad, guía de un grupo de peregrinos de Ciudad Guzmán. Para “Chón”, como para muchos peregrinos, la ida a Talpa, con todos los esfuerzos y sacrificios que implica –hasta pedir prestado o empeñar algún objeto de valor-, es un aliento en su vida. Aunque es un impulso que se agota al regresar de nuevo a afrontar las realidades de la vida. Van con la virgen, pero no regresan con ella. Su experiencia refleja una fe centrada en una devoción que está desconectada con la vida y con las exigencias como bautizados.

Un tercer grupo son los peregrinos que van a pagar una manda o a pedir un milagro a la Virgen. Su peregrinación es una experiencia religiosa marcada por dolores envueltos en esperanza. Creen que entre más sacrificios, su fe es más grande y tiene mayor mérito. Por eso van descalzos, caminan cargando su mochila sobre su espalda, entran de rodillas al santuario de la Virgen. Van con deudas y regresan contentos por haber saldado las cuentas de sus promesas hechas a Dios y a la Virgen. “Empecé ir a Talpa cuando tenía 18 años. Al mes que llegué, me tronaron unos cohetes que despedazaron mi mano derecha. Los doctores me dijeron que me la iban a mochar. Mi mamá les pidió que hicieran lo posible por salvar mi mano. Un médico le dijo: sólo un milagro lo puede salvar. Yo escuché y empecé a rezarle con mucho fervor a la Virgencita de Talpa. Gracias a ella, poco a poco se me fue pegando la mano. Por eso sigo peregrinando, tengo qué pagar sus favores, aunque a veces vaya bien madreado. Yo le prometí a la virgencita que seguiría visitándola mientras me concediera vida. Si no es a pie, me iré en camión”: comentó José Callela Cano, originario de san Sebastián del Sur, que tiene 45 años yendo a Talpa a pie. Don José, como muchos peregrinos, cree que Dios más que un Padre, es un comerciante, proveedor de favores y la Virgen una “distribuidora” de milagros, con quienes establecen una relación mercantil de compra-venta, no de gratuidad.

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Un cuarto grupo son los peregrinos que convierten su ida a Talpa en una oportunidad para asumir el compromiso de cambiar su vida personal. La peregrinación pasa de ser una costumbre y se traduce en una experiencia que les deja una huella positiva. Guillermo Gómez de 55 años de edad, afanador y jardinero, afirmó: “Desde que voy a Talpa, he tratado ser un mejor hombre. Al llegar a su templo me arrodillo y le pido a la Virgen que me dé su bendición para no ser mala cabeza”. Como Guillermo, hay muchos peregrinos que buscan cambiar su manera de vivir, dejan de tomar alcohol y deciden abandonar caminos que consideran equivocados. Vinculan su fe con lo inmediato, la encierran en la esfera de lo personal y olvidan su misión de ser sal, luz y fermento en su comunidad. Creen que la religión es un asunto privado, sin proyección comunitaria.

Finalmente un quinto grupo lo representan los peregrinos que hacen de la fiesta y de su devoción a la Virgen de Talpa una expresión de su compromiso por tejer su fe con la vida comunitaria. Para ellos, la ida a Talpa es una buena oportunidad de encontrarse con Dios en la realidad concreta de sus hermanos y hermanas en la fe. Desde la preparación y,concretamente en los cuatro días y medio de camino, manifiestan su alegría en compartir sus alimentos, acompañar y animar a los que les cuesta caminar, dar masaje a los cansados, a cantar y orar juntos. Su caminar no es una competencia, sino una práctica que fortalece lazos de amistad. Es reflejo de una vivencia comunitaria de su fe. Algunos son agentes de pastoral que prestan un servicio en sus comunidades. Ven a la Virgen no sólo como una imagen o un consuelo ante los golpes de la vida, sino como ejemplo que los anima a continuar su vida y misión como discípulos misioneros de Jesús. Así lo confirma el P. Manuel Torres, párroco de Jiquilpan, quien acompañó este año al grupo de peregrinos de Apango: “Para ellos, la peregrinación a Talpa es una experiencia que concentra su vida con sus dolores y esperanzas; es espejo de la austeridad y pobreza que viven todos los días”.

Perspectivas y compromisos

La peregrinación a Talpa y como todas las demás peregrinaciones a tantos santuarios, así como el culto a los santos y santas, la imposición de la ceniza, el levantamiento de la cruz de los difuntos, los enrosos, la bendición de palmas, agua, cirios, el rezo de los 46 rosarios guadalupanos y todas las demás devociones y tradiciones son expresiones de la fe del pueblo pobre y creyente, donde refuerza sus identidades y proyectos de vida.

A este mosaico amplio y multicolor de expresiones de la fe católica, enraizadas en hondas creencias y raíces históricas, heredadas de generación en generación y arraigadas en las formas culturales de nuestros pueblos, los documentos eclesiásticos le llaman piedad, catolicismo, religiosidad popular o religión del pueblo. Llámesele como se le llame, lo importante no es el nombre, sino conocer y reconocer su sentido para valorar la riqueza que encierran estas múltiples manifestaciones.

A pesar de sus límites y vacíos, que en muchas ocasiones caen en supersticiones y en prácticas externas empañadas por la presunción, la competencia y otras tantas cosas, son un tesoro precioso para la Iglesia católica. Los hechos confirman que el abanico de estas manifestaciones religiosas ha sido y sigue siendo el sostén y patrimonio de nuestros pueblos donde la mayoría de los bautizados expresan su fe. Su capacidad de convocación es una prueba evidente.

El análisis de las expresiones de fe del pueblo pobre y creyente exige cautela. Decir que todo está bien o que todo está mal, sacralizar o condenar es un juicio simplista y equivocado. Un camino, y muy necesario, es reconocer que todas las manifestaciones religiosas expresan el deseo de personas de fe que buscan a Dios y el sentido de su vida a su modo, con su saber y con los recursos que tienen a su mano. La búsqueda de personas y lugares sagrados responde, en la mayoría de los casos, a su necesidad de buscar salidas para soportar los golpes de la vida propiciados por la pobreza, las enfermedades, la falta de un empleo seguro, la violencia, la ruptura y separación de gente que se ama, el sentirse nadie y nada con el poder de la fe en Dios. Por eso, el análisis debe hacerse desde los criterios del Evangelio para valorar y reconocer las señales de la puesta en práctica del Evangelio y descubrir las huellas de la presencia o ausencia de Dios.

La religiosidad de nuestros pueblos es un desafío pastoral que exige acompañar a los bautizados que peregrinan, no sólo a Talpa, sino en nuestras comunidades a emprender nuevos procesos de fe y nuevas experiencias evangelizadoras que los lleven a reconocerse como Pueblo de Dios en camino, a confesar su fe en el Dios de la vida, a cantar su esperanza en un mundo distinto y mejor, a expresar su alegría de compartir y a vivir los criterios del Evangelio, para que en su lucha por buscar alivio a sus dolores y respuestas a sus anhelos profundos de su vida, se encuentren con el amor y ternura de Dios en todas sus devociones y tradiciones.

Publicación en Impreso

Edición: 126
Sección: Dichos y Hechos
Autor: P. Luis Antonio Villalvazo

1 pensamiento sobre “Cinco formas de ir a Talpa

  1. Felicidades Padre, cuando leiamos juntos el borrador del articulo me parecio muy interesnate, objetivo y sobre todo una reflexión muy profunda, ojala llegue a los cientos o miles de personas que hacen este recorrido cada año. tiene que ayudarnos a ver nuestra fe desde otra perspectiva. El articulo al final quedo de ¡¡¡10!!! FELICIDADES

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