Agua viva que corre en La Cañada
La Cañada se encuentra en el kilómetro 21 de la carretera Sayula-San Gabriel, entre El Veladero y Apango. Se trata de una comunidad integrada por 35 familias unidas por la sangre y la fe; todos son parientes, todos son católicos y todos se llaman por su nombre. Desde hace tres años los altos costos de la renta de tierras y de los insumos los obligaron a cambiar de oficio, dejaron de ser agricultores para convertirse en jornaleros en las huertas de aguacates ubicadas en la región. Su jornada de trabajo es de lunes a sábado, de las 6 de la mañana a las 8 de la noche. Su salario es de 200 pesos diarios y no tienen ninguna prestación social.
La Cañada es una gran familia que ha aprendido a vivir y a luchar por contar con lo mínimo necesario. La austeridad es su forma de vida. Viven con sentido de pertenencia a su comunidad, con respeto a sus “viejos”, con generosidad, y con alegría de convivir. Esas son las credenciales de su identidad y los nutrientes de su fe y esperanza.
Con gusto preparan la visita de la Virgen de la Defensa cada 13 de junio. Con entusiasmo celebran el triduo de la fiesta a la Virgen de Guadalupe en diciembre y la misa de cada mes. La visita de parientes y amigos siempre es motivo de fiesta. Pronto se organizan para compartir lo que son y lo que tienen. Es un gesto de generosidad y una bendición que agradecen y saborean poner un mantel a la mesa, acomodar sillas, sentarse a comer juntos un pedazo de carne, con frijoles, tortillas y chile para contar sus alegrías y tristezas.
Han dejado de cultivar la tierra pero no de sembrar las semillas que los animan a escribir su historia con olor y sabor comunitario. Tampoco han dejado de vivir su fe con el compromiso de servir. Este rancho tiene el problema histórico de la falta de agua que últimamente ha sido mitigado con la apertura de un nuevo pozo, pero servidores como catequistas, ministros de la comunión, celebradores de la Palabra, encargados del grupo de danza y de las fiestas son canales por donde pasa el agua de Dios que refresca y nutre su vida y su fe.
En esta comunidad de La Cañada nació y vive Pedro Morales López, de 29 años de edad, casado con Pilar Matías y padre de Karina y Pedrito; hijo de doña Inés, mujer comprometida en el trabajo pastoral desde su juventud. Pedro se ha dedicado a cortar árboles para hacer raja, oficio que en la región se le conoce como Rajero. Hace dos años su vida tomó un nuevo horizonte, recibió una invitación del P. Manuel Torres, actual párroco de Jiquilpan. Pedro fue animado por su esposa Pilar y respaldado por su comunidad y decidió responder al llamado de Dios para ser promotor de la vida cristiana en su comunidad. Entre miedos, dudas y esperanzas, en noviembre de 2010 junto con otros hermanos de la sexta vicaría inició la experiencia de discernimiento y preparación al Diaconado Permanente.
Pedro es consciente de las limitaciones, dificultades y exigencias que le han acarreado su decisión, pero tiene puesta su confianza en Dios: “Reconozco que soy una persona con muchas carencias; me duelen las críticas de quienes no entienden ni aceptan el nuevo modo de ser iglesia, pero sé que cuento con el apoyo de Dios y el respaldo de mi comunidad, y eso me anima a seguir preparándome para vivir mi fe. No busco privilegios, ni aplausos sino servir a mis hermanos”, afirmó Pedro en la entrevista realizada el domingo 15 de enero en su casa.
Pedro se ha ganado el reconocimiento y aprecio de su comunidad por su testimonio de vida, su inquietud y compromiso de servir. Para ellos es su pastor, no por delegación o imposición, sino por su autoridad moral. Sus familiares y amigos, presentes en la entrevista, acordaron bautizarlo luego de una lluvia de ideas como “agua viva que corre en La Cañada”.
El testimonio y la experiencia de Pedro como promotor de la vida cristiana en su comunidad, como la de todos los candidatos al Diaconado Permanente son una esperanza en nuestros procesos pastorales y un signo vivo de hacer realidad nuestro sueño de ser una iglesia ministerial con rostro laical.
Publicación en Impreso
Número de Edición: 115
Autores: P. Luis Antonio Villalvazo
Sección de Impreso: Semillas de Mostaza