Tejido con hilo de diversos colores

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Por: Pbro. Francisco Mejía Urzúa

Aprendizajes y frutos del hermanamiento misionero entre Ciudad Guzmán y San Cristóbal de Las Casas

Muchas hermanas y hermanos dijeron su palabra acerca de los aprendizajes y frutos que podemos cosechar, después de estos 22 años de hermanamiento misionero con nuestra querida diócesis de San Cristóbal de las Casas.

Hemos tratado de ordenar toda esa palabra que se recogió en lo que llamamos hilos de diversos colores. En ocho hilos logramos acomodar los aportes, tratando de hilvanarlos para hacer un verdadero tejido de aprendizajes y frutos. Por supuesto que no es un tejido terminado, pero sí es un inicio que debe ser complementado, ya que la misión evangelizadora que la Iglesia realiza en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, es una sola y no tiene fronteras.

1. Hilo de la Cultura

El contacto con estos pueblos originarios nos ha abierto más el horizonte cultural, desde sus propios idiomas y costumbres. Mucho nos enseñan con su espíritu amigable y alegría comunitaria. Nos impresiona su desprendimiento, pues saben vivir con poco; se alimentan con tortilla verdadera hecha del maíz nativo que cultivan. Van inculturando el evangelio y la vida de iglesia a su ritmo: pareciera que el tiempo no corre para ellas y ellos, pues sus reuniones y celebraciones las hacen con mucha calma y paz.

2. Hilo de la reserva de humanidad

La gran reserva de humanidad que conservan los pueblos tzeltal y tsotsil se manifiesta de muchas maneras: en su esfuerzo por obtener el pan de cada día; en el respeto a las personas y su palabra, sobre todo a las abuelas y abuelos; en su sentido solidario que viven con hermandad, igualdad, humildad y agradecimiento.

El contacto y amistad con ellas y ellos, nos ha enseñado a valorar nuestras raíces, a saber escuchar nuestro corazón, a afrontar las dificultades, a valorar el tiempo, a vivir con austeridad sin ambicionar más de lo que tenemos.

Su modo de tratarse de “hermano-hermana”, su manera de servir y reconciliarse, su contacto con Dios y con la madre tierra, su compartir con nosotros y su cariño, nos muestran su gran riqueza humana que nos anima y cuestiona.

3. Hilo de la Madre Tierra y espiritualidad

Al encontrarnos con nuestras y hermanos, reconocemos y valoramos su riqueza espiritual como pueblos originarios: una espiritualidad profunda, arraigada (encarnada) a su cultura y ligada a la Madre Tierra.

Esta espiritualidad se expresa en la oración profunda que realizan en cada acontecimiento de su vida y desde la realidad: Dan gracias a Dios de todo lo que nos da: el agua, la tierra, la lluvia, el viento, el sol, los frutos. Piden permiso a la madre tierra antes de labrarla. Son oraciones que brotan de su corazón y se realizan en un ambiente simbólico y celebrativo: altar maya, danzas rituales, rito del caracol. “Oran con su cuerpo, mente y corazón”. Su riqueza espiritual se vive desde el amor y respeto a la Madre Tierra y su respeto y amor a la Palabra de Dios que es luz para el pueblo.

4. Hilo del testimonio

Las comunidades hermanas de Pantelho’ nos han dado un gran ejemplo de vida: su testimonio de entrega, su apertura y dedicación en la capacitación para el servicio, superando las barreras del idioma. Saben alimentarse espiritualmente viviendo el evangelio y organizándose para el servicio a la comunidad con varios grupos bien conformados y dispuestos a aprender y practicar lo aprendido. Otro elemento de su testimonio es la corrección fraterna que realizan con amor y verdad.

En ellos se ve menos el divorcio entre fe y vida. Todo esto nos ha ayudado a tener una mejor relación con Dios y nuestros hermanos, y a crecer en el sentido crítico hacia el sistema neoliberal que predomina.

5. Hilo de los Ministerios

En la experiencia de hermandad descubrimos el rostro de una Iglesia ministerial que se expresa en la gran diversidad de servicios que realizan hombres y mujeres, entregándose con cuerpo y alma: catequistas, jefes de zona, coordinadores, diáconos permanentes, ancianos, principales, etc..

Valoramos la experiencia del diaconado permanente y el haber bebido de esta experiencia participando en la ordenación de varios diáconos permanentes en san Benito, Pantelhó y también el papel que desempeñan los principales quienes acompañan, animan, aconsejan y corrigen al servidor.

Esta experiencia de Iglesia ministerial se va tejiendo desde la elección de los servidores que se realiza con discernimiento y en asamblea comunitaria. Este nuevo modo de ser cristianos nos cambia la visión de la vida y el estilo de ser Iglesia: ser una iglesia de comunión, no piramidal.

6. Hilo de la Acción Misionera

La misión de San Cristóbal nos ha dado grandes luces para continuar con la misión universal que nos ha confiado Jesús. Nos recuerda que la misión es de todas y todos y para todas y todos; que necesitamos formarnos y entregarnos a la acción del discípulo-misionero y desde ahí buscar y promover nuevos caminos para seguir trabajando por el Reino.

También hemos aprendido del trabajo de catequistas, diáconos permanentes junto con sus esposas, Principales y de otras servidoras y servidores que viven el espíritu misionero en su comunidad y en otras comunidades.

7. Hilo de la organización comunitaria

Hemos aprendido de nuestras hermanas y hermanos lo importante que es la comunidad y la organización comunitaria, pues dedican bastante tiempo a las reuniones y celebraciones donde toman acuerdos y delegan diferentes cargos de servicio. Su nivel de organización que tienen ya lo quisiéramos aquí en nuestra región Sur de Jalisco.

Su gran sentido comunitario nos enseña e impulsa a no quedarnos en lo eclesial, pues nos mostraron el valor de avanzar en el campo social con mucha fe, entrega y comunión en el servicio. La comunidad le da tiempo y dedicación a las cosas de Dios.

Un botón e muestra es la experiencia de familias campesinas “Manos Unidas” que realizan siembras en común en Zamora Pico de Oro.

8. Hilo del Puente de Unión

La distancia de cerca de 2 mil kilómetros entre Ciudad Guzmán y San Cristóbal de las Casas, Chiapas, no impidió que tendiéramos un puente de hermanamiento en la misión evangelizadora.

En el transcurso de 22 años, realizamos algunos intercambios de experiencias: varios seminaristas de San Cristóbal vinieron a formarse por un tiempo a nuestro seminario diocesano. Y también seminaristas de nuestra diócesis fueron a Pantelho’ y a Pico de Oro a vivir una experiencia misionera caminando con las comunidades.

Este Puente de Unión entre las dos diócesis nos ha enriquecido: a nuestra diócesis nos abrió a conocer un poco la cultura maya y su propia experiencia de Iglesia con una gran diversidad de cargos de servicio a la comunidad.

Por este Puente, transitaron también catequistas, diáconos permanentes con sus esposas, hermanas consagradas, jTatic Samuel Ruiz y jTatic Raúl Vera. Y de aquí para allá transitaron también, además de seminaristas, varios sacerdotes, algunos laicos y laicas, aspirantes al diaconado permanente con sus esposas, nuestros obispos Serafín Vásquez y Rafael León.

Compartimos saberes, sobre todo en la medicina natural. Una hermana de Ciudad Guzmán escribió: “Fue una experiencia muy bella que cambió por completo mi manera de ver el mundo” Y otra más, expresó: “Dios nos ha regalado este puente misionero donde florece el compromiso de seguir trabajando juntos como una familia misionera, pues después de pisar tierras chiapanecas ya nada puede ser indiferente”.

En este puente de unión fraterna, nuestra diócesis acompañó pastoralmente la parroquia de Santa Catarina, Pantelho’; también por un tiempo la parroquia de José y María, en Zamora Pico de Oro y la parroquia de San Carlos en Altamirano, Chiapas.

Por todos estos aprendizajes y frutos, damos las gracias a Mamá Papá Dios.

Pbro. Francisco Mejía Urzúa

El Cabo, como cariñosamente se le conoce, es párroco de la comunidad de El Jazmín y colaborador de El Puente.

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