¿Por qué no nos cuidamos?
Primera parte. El trabajo y el cuidado
Por: P. Jesús Mendoza Zaragoza
Diócesis de Acapulco
¿Cuántas miles de veces hemos escuchado durante esta cuarentena la recomendación “quédate en casa”? ¿Cuánta atención ha recibido esta indicación de las autoridades del sistema de salud? ¿Cuánta gente parece indiferente a la llamada a cuidarse? ¿Cuánta frustración y cuánto enojo ha generado la actitud irresponsable de quienes no se cuidan? ¿Por qué no se cuidan quienes no se cuidan? ¿Por qué no comprenden que al no cuidarse a sí mismos pueden causar graves daños a los demás? Acapulco ha sido mostrado en los medios nacionales como un caso particular con población que no se cuida.
Esta cuarentena ha mostrado lo que realmente somos. Y hemos mostrado el cobre, como se dice coloquialmente. El asunto del cuidado es decisivo para el ser humano y para la sociedad misma. La carencia del cuidado no es sólo una deficiencia social, sino una distorsión del modo de ser, una carencia que está en las entrañas del ser humano. Es parte de nuestro ADN.
Observando el comportamiento social y las graves dificultades que se han ido manifestando al respecto, como el crecimiento de los contagios y un mayor número de defunciones, me vino a la mente un libro que leí hace unos años: Saber cuidar, del pensador brasileño Leonardo Boff, en el que aborda, desde una perspectiva prevalentemente filosófica el tema del cuidado como esencial en la vida humana, poniendo en la mesa la problemática relacionada con este asunto, y buscando caminos para lo que él llama, el necesario “cambio de paradigma”, que implicará una reconstrucción de la persona en orden a que ésta se comprenda a sí misma, a los otros y al ecosistema en términos de cuidado.
Leonardo Boff hace referencia al pensamiento de Martin Heidegger, quien en su obra Ser y tiempo, hace un planteamiento básico sobre el cuidado: “Desde el punto de vista existencial, el cuidado se encuentra a priori, antes de toda actitud y situación del ser humano, lo que significa decir que el cuidado está presente en toda actitud y situación de hecho”. En este sentido, el cuidado está inscrito en la misma naturaleza humana como una potencialidad que favorece el desarrollo y la plenitud de las personas. No es una cualidad, sino una forma de ser y de relacionarse. De ahí que la manera de concebir al ser humano determina si se distorsiona o se ensombrece esta forma de ser. Así, hay concepciones que hacen desaparecer la noción de cuidado. Por ejemplo, para la modernidad, el hombre es un animal racional, para la economía de mercado es una mercancía o un consumidor y para un sistema político es un súbdito y no un ciudadano.
Siguiendo a Heidegger, señala Boff que hay dos modos de ser-en-el-mundo: el trabajo y el cuidado. A través del trabajo, el ser humano interactúa e interviene modificando su hábitat en una relación sujeto-objeto. La razón (logos) instrumentaliza todo, mientras que la ciencia y la tecnología se convierten en herramientas de dominación. Todo puede convertirse en “objeto” por la razón instrumental al ser separado de las conexiones inherentes entre todos los seres. Así, mediante el trabajo se llega a cosificar todo: al ser humano, los recursos naturales, el hábitat, las relaciones sociales. Es más, el trabajo se puede convertir en una cosa, en una mercancía. De ahí que, tarde o temprano, el trabajo se convierte en una relación de dominación.
Es el cuidado, la segunda forma de ser-en-el-mundo, el que establece una relación sujeto-sujeto con todos los seres. Cada ser tiene un valor, un sentido y un mensaje en sí mismo, que es captado por la pasión (pathos) afectiva y la empatía. “Cuidar de las cosas –dice Boff– implica tener intimidad, sentirlas adentro de nosotros mismos, acogerlas, respetarlas, darles sosiego y reposo. Cuidar es ‘entrar en sintonía con’, auscultarles el ritmo y armonizar con las cosas. De este modo, la razón analítico-instrumental le abre camino a la razón cordial, a la delicadeza, al espíritu de gentileza, al sentimiento profundo”.
Habla Boff del cuidado como una convivencia amorosa, como una compañía afectuosa con todos los seres. Recordemos las palabras que Saint Exupéry pone en boca del Principito: “No se ve bien sino con el corazón (sentimiento); lo esencial es invisible a los ojos”. El cuidado humaniza todo, empezando con el mismo ser humano y cada una de sus relaciones…. y al trabajo mismo. Este modo de ser, que responde a la misma esencia del ser humano es la que hace posible que el cuidado se convierta en un principio de vida y en una característica de las relaciones.