Homilía para el Jueves Santo 2022
Antes de la institución de la Eucaristía, Jesús se puso a lavar los pies a sus discípulos. Fue una sorpresa para ellos.
Lavar los pies de los demás
Textos: Ex 12, 1-8. 11-14; 1 Cor 11. 23-26; Jn 13, 1-15
Jesús estaba celebrando la Pascua anual que los judíos realizaban año con año para agradecer a Dios que los había liberado de la esclavitud en Egipto. Estaba junto con sus discípulos y discípulas comiendo el cordero pascual y renovando con Dios la alianza. La cena era conforme a las indicaciones dadas por Dios a Moisés y Aarón, tal como escuchamos en la primera lectura. Jesús le dio un sentido nuevo y definitivo a esa comida de Pascua.
Hasta entonces se sacrificaba un cordero o un cabrito por familia. A partir de esa noche el sacrificio sería y sigue siendo el de Jesús; por eso se le identifica como el Cordero Pascual. Nada más que antes de darse en el Pan y en el Vino, hecho que escuchamos en la segunda lectura y que celebramos de manera especial este día, Jueves Santo, Jesús hizo algo impensable para sus discípulos y que tiene mucho que decirnos a nosotros hoy.
Antes de la institución de la Eucaristía, Jesús se puso a lavar los pies a sus discípulos. Fue una sorpresa para ellos, pues lo habían reconocido como Maestro, Señor y Mesías. Ellos tenían la idea, como todos los judíos, de que el Mesías sería poderoso, al grado de que con armas y ejércitos los liberaría de los romanos, que los estaban dominando. Y sí era el Mesías, el Señor y el Maestro, nada más que no de esa manera sino a través del abajamiento, el servicio y la entrega de la vida. Lavar los pies era trabajo de las mujeres y de los esclavos. Cuando alguien llegaba de visita a la casa, como signo de bienvenida y acogida, se le lavaban los pies para quitarle el polvo del camino; pero eso no lo hacía el señor de la casa, sino alguna mujer o algún esclavo. En esta condición se ubicó Jesús con sus discípulos.
A ellos les extrañó verlo agachado, a su servicio y lavándoles los pies como su esclavo. Se resistieron, como lo manifestó Pedro: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Jesús les aclaró que era necesario hacerlo esa tarde y les dejó su enseñanza: siendo Maestro y Señor, siendo el Mesías, se puso a lavarles los pies para que ellos hicieran lo mismo unos con otros; para que nosotros hagamos lo mismo en nuestra vida diaria. Nos dio el mandamiento nuevo.
Este gesto lo realizó antes de darse en el Pan y en el Vino. Eso quiere decir que nosotros, antes de celebrar la Eucaristía tenemos que ponernos a servir a los demás, especialmente a los pequeños, a los pobres. A la Misa del domingo, tendríamos que venir con la experiencia de haber lavado los pies de los demás, de haber vivido el servicio durante la semana.
Jesús nos indica el camino. Como discípulos suyos, tenemos que ser servidores por estilo de vida; como comunidad tenemos que ser Iglesia servidora, Iglesia ministerial, en cada barrio y como parroquia. Jesús nos enseñó esto y nos pidió que hiciéramos lo mismo. Si no vivimos el servicio, sobre todo a los pobres, no podemos celebrar la Eucaristía. En todo caso, vendremos a la Misa, pero no haremos el memorial que Jesús nos dejó: “Hagan esto en memoria mía”, dijo al darse primero en el Pan y luego en el Vino. Pero al hacer esto, ya les había lavado los pies a sus discípulos, como esclavo suyo.
Al realizar esta tarde el rito del lavatorio de los pies, renovamos nuestro compromiso de servirnos unos de otros y de prepararnos así a celebrar el memorial de la Eucaristía.
14 de abril de 2022