Homilía para el domingo de La Santísima Trinidad 2023

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Es un desafío para nosotros dar testimonio de amor en medio de nuestro ambiente cada vez más lleno de violencia.

Vivir amando, como Dios

Textos: Éx 34,4-6.8-9; 2 Cor 13,11-13; Jn 3,16-18

Dios es amor, como escribió san Juan (1 Jn 4,8). Esta es la característica de Dios, su identidad. Y nosotros por el Bautismo llevamos su vida y, por tanto, el compromiso de vivir amando. Con la Eucaristía de este domingo le agradecemos su expresión más grande de amor por la humanidad: el regalo de su Hijo único, entregado para nuestra salvación.

Al pasar delante de Moisés, Dios se identificó con características propias de quien ama. Le dijo que es compasivo, clemente, paciente, misericordioso, fiel. Así fue y así ha sido Dios con su pueblo y con la humanidad, a pesar de que su pueblo ha sido de cabeza dura, como le dijo Moisés. No es el Dios castigador, vengativo, con el que muchas veces amenazan los papás a sus hijos, sobre todo cuando se están portando mal. El mismo Jesús dijo que fue enviado por Dios para salvar al mundo y no para condenarlo. Y Jesús, con sus palabras y sus hechos, nos muestra a un Padre amoroso, compasivo, misericordioso: invitó a pecadores a seguirlo, llamó dichosos a los pobres y a los que sufren, curó, consoló, perdonó.

Desde el Bautismo participamos de la vida de Dios, pues fuimos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Ahí se hizo realidad en cada uno la petición de Moisés a Dios: “tómanos como cosa tuya”. Desde el Bautismo le pertenecemos a Dios como miembros de su pueblo, que es profético, sacerdotal y real; ahí nos integramos a la comunidad de discípulos y discípulas de Jesús, su Hijo, y nos convertimos en templos de su Espíritu. Esto se lo agradecemos con nuestra celebración dominical. Esto trae un compromiso grande, porque no solamente debemos darle gracias en la oración, sino manifestarlo con nuestra vida.

Jesús expresó este compromiso con la llamada a creer en Él. Creer equivale a vivir amando como Él, a ser compasivos, clementes, pacientes, misericordiosos, fieles a Dios, al evangelio y a la comunidad. Por eso dice Jesús que el que cree en Él no será condenado, pero el que no cree ya está condenado; o sea, quien vive amando no entra en el camino de la condenación sino en el de la salvación. Y no es Dios quien condena, sino la misma persona la que se condena porque decide no creer en Jesús, o sea, decide vivir sin amar.

Es un desafío para nosotros dar testimonio de amor en medio de nuestro ambiente cada vez más lleno de violencia: contra la Casa común, contra los migrantes, las mujeres, los indígenas, los niños, los drogadictos, los ancianos, como está apareciendo en la experiencia de escuchar los clamores de los empobrecidos y de la Madre Tierra en nuestra Diócesis.

San Pablo nos pide llevar este estilo de vida, para que el Dios del amor y de la paz, el Dios de Moisés, el Dios de Jesús, esté con nosotros: “Estén alegres, trabajen por su perfección, anímense mutuamente, vivan en paz y armonía”, escribió a los Corintios y nos dice a nosotros hoy. Estamos llamados a trabajar como Iglesia, desde nuestra parroquia, para alimentar la cultura de la convivencia, el perdón, la justicia, la armonía, la paz, con la naturaleza, entre las personas y con Dios. Todo esto está ligado a nuestro ser de bautizados, al hecho de participar de la condición amorosa de Dios y a la dinámica de quienes creen en Jesús.

La participación en la Eucaristía dominical y la recepción de la Comunión sacramental, momento culmen de esta celebración, nos compromete e impulsa a ser testigos del Dios de amor que Jesús nos dio a conocer, a ser compasivos, tolerantes, misericordiosos, como Él.

4 de junio de 2023

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