Homilía para el domingo de la Epifanía del Señor 2022
Desde la vida de los israelitas, un pueblo pequeño y esclavo, Dios ha ido realizando su proyecto de hacernos hermanos a todos los pueblos, independientemente del continente, color, raza, religión…
Llevar el Evangelio a las periferias
Textos: Is 60, 1-6; Ef 3, 2-3. 5-6; Mt 2, 1-12
Aunque originalmente Dios prometió enviar al Salvador a su antiguo pueblo, Israel, sin embargo, su proyecto de salvación es para todos los pueblos de la tierra. Desde la vida de los israelitas, un pueblo pequeño y esclavo, Dios ha ido realizando su proyecto de hacernos hermanos a todos los pueblos, independientemente del continente, color, raza, religión… pues todos somos sus hijos. Es lo que celebramos este domingo de la Epifanía del Señor.
Dios se manifestó a todas las naciones para hacerlas un solo pueblo. Lo dijo Isaías al profetizar que todos se reúnen y van a buscar la luz del Señor; lo pedimos con el Salmo, al desear que todos los pueblos lo adoren; lo expresa san Pablo, al decir que los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa; lo deja bien claro san Mateo al narrar la visita que los magos de oriente hacen al Niño. En ellos están representados todos los pueblos de la tierra, llenos hoy de Covid-19.
Los magos se dieron cuenta del nacimiento del Mesías. ¿Cómo le hicieron, quién les dijo? Es lo de menos. Lo importante es que supieron, se interesaron por Él y se pusieron en camino para irse a buscarlo, encontrarlo, ofrecerle sus regalos y adorarlo. Se dejaron conducir por la estrella que los guio hasta llevarlos con el Niño Jesús, la Luz del mundo que vence a las tinieblas que cubren la tierra, como anunció Isaías.
Esto que sucedió con ellos lo tenemos que actualizar a nuestra realidad de Iglesia. No hay que pensar solo en los pueblos considerados paganos porque no han recibido el mensaje del Evangelio, sino también y de manera especial en los alejados. Entre nosotros, una buena parte de los bautizados viven alejados de la vida de la comunidad. Están bautizados, pero en la práctica poco participan de las cosas de la Iglesia. A nosotros nos toca hacerles llegar el mensaje del Evangelio, que prácticamente es nuevo para la mayoría de los miembros de la Iglesia. Quienes nos consideramos practicantes tenemos que anunciarles a Jesús, despertar en ellos el interés por buscarlo, encontrarse con Él, adorarlo, ofrecerle su persona y comunicar esa experiencia de encuentro con Él. Nuestra tarea es, entonces, servir de estrella para conducir a los alejados al encuentro con Jesús, y hay que hacerlo con sencillez.
Para renovarnos en este compromiso tenemos la oportunidad de la vivencia del Año Jubilar de preparación para las Bodas de Oro de nuestra Diócesis. Nuestro Obispo nos ha invitado a aprovecharla para reanimarnos y retomar nuestro compromiso de discípulos misioneros, para salir a las periferias a llevar el Evangelio, especialmente a los alejados. Hay que aprender de los magos de oriente. Para esto, necesitamos, como ellos, mantener nuestro corazón abierto a las estrellas que el Señor nos envía para conducirnos hacia Jesús.
Demos gracias a Dios por el regalo de su Hijo que, para hacer realidad su proyecto de salvación para todos los pueblos, se empequeñeció haciéndose humano y naciendo en la periferia, en una cueva de Belén; desde ahí se manifestó a los magos de oriente y se dejó encontrar por ellos, con lo que volvieron a sus países a llevar la buena nueva. Dispongámonos a recibir sacramentalmente a Jesús para salir de aquí como misioneros suyos.
2 de enero de 2022