Homilía para el domingo de la Ascensión del Señor 2023
Antes de regresar al Padre, Jesús dejó dos encargos a sus discípulos: ser sus testigos y hacer discípulos.
Ser testigos y hacer discípulos
Textos: Hch 1,1-11; Ef 1,17-23; Mt 28,16-20
Antes de regresar al Padre, Jesús dejó dos encargos a sus discípulos: ser sus testigos y hacer discípulos. Los descubrimos en los textos bíblicos elegidos para hoy, domingo en que celebramos su Ascensión. Con su muerte y resurrección, Él ya había terminado su misión para la que fue enviado por el Padre. Pero la misión de anunciar y hacer presente el Reino de Dios es permanente, por eso la heredó a sus discípulos y discípulas.
Cuando el papá o la mamá sienten cercano el momento de su muerte, comienzan a dejar encargos a sus hijos e hijas. Los hijos generalmente buscan respetarlos y cumplirlos, porque los llevan en su corazón y pesan en la vida. Si no los cumplen, sienten un peso y no andan a gusto, sino intranquilos; y más cuando pasan años y años. Así tenemos que hacer nosotros con las dos encomiendas que Jesús nos dejó para continuar en el trabajo por el Reino.
Nos pidió ser testigos suyos: “serán mis testigos”. Una persona es llamada como testigo para que diga la verdad, lo que sabe, lo que es, lo que pasó, y no otra cosa. Su referente para el testimonio es la verdad que conoce. En lo ordinario, cuando se da un testimonio, quien lo está tomando pide una firma de la persona que atestigua para que conste por escrito que dijo la verdad y que lo sostiene. En el caso de los discípulos, nuestro testimonio es sobre la persona y la misión de Jesús: lo que conocemos de Él, lo que hemos ido interiorizando en nuestros encuentros personales y comunitarios con Él, es decir, la verdad sobre Jesús y el Reino, y no otra cosa. Aquí no hay un papel firmado; la firma es la propia vida, nuestros hechos.
El testimonio de sus discípulos debe llegar hasta los últimos rincones de la tierra, como señaló Jesús. A nosotros nos toca darlo en el territorio que abarca nuestra parroquia y hacer que llegue hasta los últimos rincones de todos los barrios y colonias, hasta el último rincón del corazón de todas las personas. Ahí tiene que llegar el mensaje de Jesús, el anuncio del Reino, el proyecto salvador de Dios. La señal de que estamos siendo buenos testigos tiene que ser nuestra propia manera de vivir, la de cada quien y la de cada comunidad. Esta es la firma que respalda que nuestro testimonio es verdadero. Creo que nos falta mucho para cumplir este encargo de Jesús, sea de manera personal sea comunitariamente y nos debe pesar.
La otra encomienda de Jesús es la de hacer discípulos, es decir, formar personas que, conociéndolo, se decidan a seguirlo en su proyecto y estilo de vida, en su compromiso de anunciar y hacer presente el Reino. Es aquello a lo que nos comprometemos como comunidad cuando aceptamos a una persona para que, por medio del Bautismo, se integre a la Iglesia. No nos comprometemos, ni nosotros ni papás y padrinos, a que se aprendan de memoria unas oraciones o unas normas; no nos comprometemos a que tengan sus sacramentos, sino a educarlos en la fe, a formarlos como discípulos misioneros, a hacer que su vida sea lo más parecida a la de Jesús, a vivir en comunidad, a trabajar por el Reino. Esta tarea no se puede lograr si no es viviendo como testigos de Jesús que firman su testimonio con los hechos. Creo que también en esto nos falta muchísimo a quienes vivimos en esta parroquia y nos debe pesar.
Para ser sus testigos y mantenernos en la formación de discípulos, Jesús prometió que estaría con nosotros todos los días y que nos daría el Espíritu Santo, la fuerza para sostenernos en la misión, para ser sus testigos hasta los últimos rincones. Ya lo recibimos en el Bautismo y en la Confirmación, ahora falta que lo dejemos actuar en nuestra vida.
21 de mayo de 2023