Homilía para el 6º domingo ordinario 2022

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Jesús llamó dichosos a los pobres, a los hambrientos, a los que lloran, a los que sufren por su causa. Es la voz de Dios que tenemos que oír y prolongar.

Llamados a ser dichosos

Textos: Jr 17, 5-8; 1 Cor 15, 12. 16-20; Lc 6, 17. 20-26

Estamos reunidos para celebrar el acontecimiento fundante de nuestra fe, que nos recuerda san Pablo: la Resurrección de Cristo. Este domingo, Jesús nos llama a ser dichosos por el estilo de vida y a experimentar la acción del Reino de Dios, tal como acabamos de escuchar en las bienaventuranzas. Llamó dichosos a los pobres, a los hambrientos, a los que lloran, a los que sufren por su causa. Es la voz de Dios que tenemos que oír y prolongar.

Dice san Lucas que Jesús estaba mirando a sus discípulos cuando les llamó dichosos. Así nos mira hoy y nos habla con cariño para indicarnos el estilo de vida que espera de nosotros. A quienes llama así, son aquellos que viven lo que el salmista y Jeremías sintetizan en la expresión: confiar en el Señor. Vivir esta confianza en el Señor es parecerse a un árbol plantado junto al agua: nunca siente lo intenso del calor, sus hojas están siempre verdes, da el fruto a su tiempo y nunca se marchita. El pobre, al igual que Jesús, confía en Dios. De Él viene la vida en abundancia, el alimento, el consuelo, la fortaleza en la adversidad, el Reino.

Es motivo de acción de gracias a Dios su predilección y preocupación por los pobres y sufrientes. Es lo que Jesús nos quiere decir al expresar que el Reino de Dios es de los pobres, y que Dios los sacia, los hace experimentar la felicidad y les prepara una recompensa grande en el cielo. Es un motivo, además, para fortalecer nuestra confianza y esperanza en Él. Esto es lo que significa ser como árboles junto al agua.

Dice un dicho que “donde hay sauces, hay agua”. El agua se nota en la vida de los sauces. Así tenemos que hacernos nosotros toda nuestra vida, personalmente y como comunidad. Nosotros somos los árboles y el Señor es el agua. Tenemos que permanecer unidos a Él desde la pobreza, para mantenernos viviendo como hermanos en la comunidad, para soportar los dolores de la vida y las consecuencias de la misión, para dar frutos de vida comunitaria, para no marchitarnos, aunque haya Covid u otras situaciones que nos hacen sufrir.

En contraparte, Jesús hace una advertencia a aquellos que se han enriquecido a costa de empobrecer a los demás. A quienes tienen mucho dinero, bienes, éxito, la sociedad los alaba y los llama dichosos. Pero su “dicha” está en lo material y no en el Señor; ponen su confianza en los humanos y sus avances y no en Dios. Son aquellos que Jeremías y el salmista comparan como el espino en la estepa y la paja que se lleva el viento. No tienen agua de dónde alimentarse, no tienen una raíz en la vida, no reciben el Reino de Dios. A ellos, que ya tienen ahora la dicha, el consuelo, la abundancia y son alabados, Jesús les anuncia una situación totalmente contraria a la felicidad de quienes confían totalmente en Dios.

Demos gracias al Señor por la esperanza que da a los pobres y a los sufrientes. Revisemos nuestra vida y preguntémonos si confiamos en Dios o en los humanos, si nuestra persona y nuestra comunidad están enraizados en el Señor o en los bienes materiales. Pidamos al Señor que nos ayude a vivir, como Jesús, la confianza en el Padre desde la pobreza y el sufrimiento. Dispongámonos a recibir sacramentalmente a Jesús en la Comunión, para mantenernos unidos a Él en la construcción del Reino de Dios en el mundo.

13 de febrero de 2022

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