Homilía para el 6º domingo de Pascua 2023

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Al prometer el Espíritu Santo a sus discípulos, Jesús les dice que habita entre ellos y que estará con ellos.

El Espíritu habita entre nosotros

Textos: Hch 8,5-8.14-17; 1 Pe 3,15-18; Jn 14,15-21

Al prometer el Espíritu Santo a sus discípulos, Jesús les dice que habita entre ellos y que estará con ellos. Jesús se estaba despidiendo de sus discípulos porque sentía cercana la muerte y sabía que esto los entristecería y los dejaría desamparados, como huérfanos. Por eso les prometió otro Paráclito, es decir, otro Abogado, otro Defensor: el Espíritu Santo.

Les prometió el Espíritu Santo, pero les dijo que habitaba entre ellos. ¿Cómo está eso? Es que el Espíritu está presente donde hay hermandad, servicio, compartir, unión, armonía, como estaban ellos en la noche de la Pascua, en lo que conocemos como la Última Cena. Pero dondequiera que haya este ambiente, donde se atienda a los enfermos, se viva la justicia y la solidaridad, ahí habita el Espíritu. Tenemos un ejemplo claro en el testimonio de Felipe.

Felipe predicaba el Evangelio, expulsaba demonios, curaba enfermos, lo que provocaba alegría. Lo hacía porque se dejaba conducir por el Espíritu Santo, al igual que Jesús. En aquella ciudad de Samaria habitaba el Espíritu y aparecía su acción en el servicio evangelizador, realizado de palabra y con los hechos de parte de Felipe. Su testimonio nos tiene que animar a abrirnos al Espíritu para que habite en nuestro territorio parroquial. El desafío que se nos plantea a los barrios y colonias es el de anunciar el Evangelio, atender a los enfermos, vivir en armonía, ser comunidades servidoras, hacer vida de comunidad, cuidar la creación, para que el Espíritu Santo habite entre nosotros en cada barrio y en cada colonia.

Pero también Jesús les dijo que el Espíritu estaría en ellos. Era el que lo estaba animando y sosteniendo a Él en la misión. El mismo día de su Resurrección, después de saludarlos deseándoles la paz, Jesús sopló sobre ellos y les comunicó su Espíritu para que fueran a la misión. Así como el Padre lo había enviado a Él, así los estaba enviando a ellos. Para eso era –y para eso es– el Espíritu Santo. Es para salir a la misión, para anunciar el Evangelio, curar, confortar, servir; es para vivir en comunidad, defender los derechos humanos, ser solidarios ante las necesidades, construir la paz. El Espíritu no es, entonces, para hacer milagros, realizar cosas impresionantes, hacer borucas y otras cosas raras. El milagro sería que todos los que lo recibimos en el Bautismo asumiéramos con seriedad la misión. Ese sí sería milagro.

Jesús pide de sus discípulos cumplir sus mandamientos como manifestación de amor a Él. El amor es el centro de la vida cristiana y se manifiesta en acciones concretas, personales y comunitarias, las mismas que expresan que el Espíritu habita en la comunidad: servicio, consuelo, solidaridad, unidad, armonía, justicia. Si decimos que amamos a Jesús, que somos sus discípulos, sus amigos, pero no hacemos este estilo de vida, entonces es mentira que lo amamos y que somos sus discípulos, aunque estemos bautizados y hayamos recibido al Espíritu, aunque asistamos a Misa de los domingos y comulguemos.

Permitamos que aparezca con total claridad que el Espíritu del Resucitado habita entre nosotros y que está en nosotros, en cada uno y en cada barrio y colonia. Lo recibimos en el Bautismo y se confirmó su presencia entre nosotros por la Confirmación. Jesús nos lo dejó como Defensor para que esté siempre con nosotros y nos sostenga y conduzca en la misión. La participación en la Eucaristía de este domingo nos impulsa y compromete a vivir amando, a salir a la misión, a dar testimonio de Jesús. Dispongámonos a recibirlo sacramentalmente en la Comunión para alimentarnos de su Espíritu y salir a la misión, como Felipe.

14 de mayo de 2023

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