Homilía para el 5º domingo ordinario 2023

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Jesús es la Luz del mundo. Su vida fue un continuo iluminar las situaciones de sufrimiento provocadas por el pecado, la enfermedad, el hambre, la muerte.

Que brille nuestra luz

Textos: Is 58, 7-10; 1 Cor 2, 1-5; Mt 5, 13-16

Jesús es la Luz del mundo. Así lo escuchamos en la frase que se proclamó como preparación al evangelio. Dios nos lo envió para iluminar al mundo, sumido en las tinieblas provocadas por el pecado y que tienen muchísimas manifestaciones en las vidas personales, en las comunidades, en la sociedad y en la Casa común. De hecho, nació durante la noche y se dio a conocer a los pastores; el anciano Simeón lo reconoció y confesó como la Luz de las naciones, como escuchamos el día de la Candelaria. Su vida fue un continuo iluminar las situaciones de sufrimiento provocadas por el pecado, la enfermedad, el hambre, la muerte. Cada acción de Jesús provocaba que la gente glorificara a Dios, como narran varias veces los evangelistas.

Jesús nos comparte su ser Luz, desde que dijo a sus discípulos: “Ustedes son la luz del mundo”. Como signo exterior de esta condición y de la misión recibida, en nuestro Bautismo se nos entregó una vela encendida, cuya luz fue tomada del Cirio pascual, símbolo de Jesús resucitado en medio de la noche. Se nos entregó con el compromiso de caminar todos los días de nuestra vida como hijos e hijas de la luz; es decir, haciendo lo mismo que realizó Jesús, para que seamos luz del mundo, oscurecido por las tinieblas del mal.

Ahora que estamos recogiendo el sentir de las personas en relación a la realidad social, para el 5º Plan Diocesano de Pastoral, nos estamos encontrando con muchísimas situaciones que, podemos decir, son de oscuridad para nuestro pueblo y para nuestra Madre Tierra: la violencia intrafamiliar, la del crimen organizado, la ejercida en contra de la Casa común, el bullying; la contaminación del agua, el aire, la tierra; la tala y destrucción de los bosques; la dinámica del mercado que lleva a comprar y desechar, con lo que las familias están endeudadas y angustiadas; la exclusión de migrantes, indígenas, mujeres… por señalar algunas.

En medio de esta situación nos toca ser luz para el mundo, iluminar y dar esperanza, sembrar semillas de vida, encender lucecitas de hermandad, ofrecer signos de vida nueva, dar sabor de justicia, paz y armonía. El profeta Isaías y el autor del Salmo nos indican acciones cultivadas en el corazón y realizadas personalmente y como pueblo de Dios, con las que podemos aparecer como luz: compartir nuestro pan con el hambriento, abrir nuestra casa al pobre sin techo, vestir al desnudo, no dar la espalda al hermano, renunciar a oprimir a los demás, desterrar de nosotros los gestos amenazadores, eliminar de nuestra boca las palabras ofensivas, saciar la necesidad del humillado, ser justos, clementes y compasivos, prestar al que está en necesidad, llevar honradamente los negocios, obrar siempre conforme a la justicia, solidarizarnos con el pobre, vivir confiadamente en el Señor. Quien vive así, brilla como una luz en las tinieblas, dice el salmista; si se realiza todo esto, brillará la propia luz en las tinieblas y la oscuridad será como la claridad del mediodía, como dice Isaías.

Vivir todo esto no está lejos de nuestro alcance; solamente falta decidirnos y dar pasos. Cualquier acción, por más pequeña que sea, hace brillar a quien la realiza. Pero tampoco las tenemos que realizar por ganar fama o recibir felicitaciones, porque esta es nuestra responsabilidad como bautizados y son modos de realizar la misión; más bien, para que Dios sea glorificado, como sucedía con cada acción realizada por Jesús. Él nos pide actuar de tal manera que nuestra luz brille ante los demás, de modo que, viendo las buenas obras que realicemos, los demás glorifiquen al Padre. Realizarlas es vivir en comunión con Jesús.

5 de febrero de 2023

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