Homilía para el 5º domingo de Cuaresma 2023
Dios ama la vida. Esto que afirma el autor del libro de la Sabiduría (cf. 11,26), aparece bien claro en los textos que se nos ofrecen para la celebración de este domingo.
Quitar la losa del corazón
Textos: Ez 37, 12-14; Rm 8, 8-11; Jn 11, 1-45
Dios ama la vida. Esto que afirma el autor del libro de la Sabiduría (cf. 11,26), aparece bien claro en los textos que se nos ofrecen para la celebración de este domingo. Dios quiere sacar del sepulcro a todos los muertos, sean personas concretas o sean pueblos enteros. Hay que preguntarnos, como preparación a la Comunión, si no estaremos como sepulcros.
En los sepulcros hay muerte, podredumbre, descomposición, mal olor. Lo dijo María cuando Jesús pidió que abrieran la tumba de Lázaro: “ya huele mal, porque lleva cuatro días”. De allí, de la sepultura y de la muerte, Dios saca la vida. A su pueblo le hizo esta promesa a través del profeta Ezequiel con la imagen del sepulcro. Le prometió abrir sus sepulcros, sacarlos de ellos e infundirles su espíritu para que vivieran. Lo que les prometía era sacarlos del destierro para llevarlos nuevamente a su tierra… y así lo hizo.
Ante la muerte de su amigo Lázaro, Jesús comentó que esta serviría para la gloria de Dios. Es la misma expresión que dijo ante la situación del ciego de nacimiento. Fue a acompañar a Marta y a María, se presentó como la Resurrección y la Vida, y lloró ante la tumba de Lázaro. Jesús escuchó la súplica de sus amigas: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”. Y les respondió, ofreciéndoles la resurrección de su hermano, identificándose como la Resurrección y la Vida, pidiéndoles que creyeran para experimentar la gloria de Dios. Antes de llamar a Lázaro a la vida, oró a su Padre. Le reconoció que lo había escuchado siempre, como Él estaba escuchando el clamor de sus amigas por la muerte de su hermano: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú siempre me escuchas”. No hacía las cosas por su cuenta, sino como enviado; ni para demostrar que era el Hijo de Dios, ni para ganar fama, sino para obedecer a su Padre y dar la vida en abundancia.
Es interesante esta imagen del sepulcro para confrontarnos con la Palabra de Dios. Lázaro, el apestoso, salió vivo y envuelto en las vendas. Jesús pidió que lo desataran. Un grupo de internos de la Penal comentó ayer que así estaban ellos: apestados, encerrados, amarrados. Otro grupo cayó en la cuenta que así estamos muchos bautizados: somos como una tumba llena de podredumbre, descomposición, mal olor, a pesar de haber sido ungidos con el santo Crisma para que diéramos el buen olor de Cristo con nuestra vida. Nuestro corazón se ha convertido en una losa que cubre la muerte y lo tenemos que remover. También comentamos que así está la sociedad, llena de violencia, injusticias, venganzas, desigualdades.
Hoy, a la luz de estos textos bíblicos, preguntémonos cómo andamos personalmente en nuestra vida. ¿No estaremos como un sepulcro lleno de pestilencia? ¿No habrá que remover de nuestro corazón la losa que nos impide salir y volver a la vida de hermanos? Y también como comunidad, como Iglesia en nuestros barrios y colonias, como parroquia: ¿No estaremos encerrados, sin salir a la misión, amarrados en nuestros espacios de reunión y celebración, echándonos a perder? Jesús pidió quitar la losa de la cueva para llamar al muerto a la vida; y, una vez que salió, mandó que lo desataran para que pudiera andar. Eso mismo nos pide hoy: que quitemos de nuestro corazón la losa que nos impide vivir como hermanos y salir vivificados a la misión; que nos desatemos las amarras para poder ir a llevar el Evangelio.
Con otras palabras, nos pide la conversión, para que demos el buen olor de Cristo, personalmente y como comunidad. Para esto tenemos el Espíritu de Dios que lo resucitó a Él.
26 de marzo de 2023