Homilía para el 4º domingo ordinario 2023
¡Cómo es Dios! Prefiere a los pobres, porque los tiene en el corazón. Al contrario de la sociedad de consumo y de muchos bautizados, que los excluyen, descartan e ignoran.
Los pobres en el corazón
Textos: Sof 2, 3: 3, 12-13; 1 Cor 1, 26-31; Mt 5, 1-12
¡Cómo es Dios! Prefiere a los pobres, porque los tiene en el corazón. Al contrario de la sociedad de consumo y de muchos bautizados, que los excluyen, descartan e ignoran. Jesús nos ofrece, en síntesis, esta predilección de su Padre, lo que fue su vida y lo que tenemos que vivir para ser realmente sus discípulos y discípulas y para mantenernos en comunión con Él.
En el corazón de Dios han estado y seguirán estando los pobres, confía en ellos y los constituye en su referente para realizar su proyecto de salvación. Lo descubrimos en estos tres textos recién proclamados. Sofonías habla de los humildes de la tierra, de un puñado de gente pobre y humilde. El autor del Salmo canta que Dios ve por el oprimido, los hambrientos, los cautivos, los ciegos, los agobiados, el forastero, la viuda y el huérfano. San Pablo predica que Dios elige a los ignorantes, los débiles, los insignificantes y despreciados de este mundo. Jesús llamó bienaventurados a los pobres de espíritu, a los que lloran, a los sufridos. Ser pobre es un don de Dios que hay que agradecer, porque son los primeros para Él, porque hizo opción por ellos, porque desde los pobres ofrece la vida de su Reino. Es todo lo contrario a lo que se realiza en la sociedad de nuestro tiempo, centrada en la economía del mercado, la ganancia y el consumismo. “Esta economía mata”, dice continuamente el Papa, porque en su corazón está el afán de la ganancia y, pasando por encima de personas, pueblos y la Casa común, empobrece a la gran mayoría de la gente. Produce pobres y luego los ignora y los desecha.
¿Qué es lo que hace Dios? En medio de su antiguo pueblo, Israel –que ya de por sí era un pueblo pequeño y esclavizado–, prometió dejar un puñado de pobres y humildes, al que llamó el resto de Israel, con quienes realizaría su proyecto de salvación. Entre ellos estuvieron san José, la Virgen, Zacarías e Isabel. Pero estos poquitos tendrían que dar testimonio de Dios con su estilo de vida. Por eso les habla a los que cumplen sus mandamientos, buscan la justicia y la humildad, confían en Él, no cometen maldades, no dicen mentiras, no tienen lengua embustera. De ahí que, además de ser un don, la pobreza es una tarea, como el Reino.
Por encima de los que el mundo considera sabios, poderosos, nobles, y los llama bienaventurados, Dios prefiere a los pobres, los sencillos, los ignorantes, los débiles, insignificantes y despreciados por el mundo, para ofrecernos su proyecto de salvación y de hermandad. Este proyecto lo sintetizó Jesús en las bienaventuranzas como don y como tarea. Como don, al decir que los pobres son dichosos, porque el Reino de Dios es de ellos; no dice que será, sino que es. Ya son bienaventurados por estar en el corazón de Dios. La otra parte de bienaventuranzas queda como tarea y como promesa al futuro, si se viven. Dice Jesús que serán consolados, tendrán la tierra, serán saciados en su hambre y sed de justicia, experimentarán la misericordia, verán a Dios, se les llamará hijos de Dios, su premio será grande en los cielos.
¿Estamos entre los que Jesús llama dichosos? Para dar una respuesta a esta pregunta basta con preguntarnos qué lugar tienen los pobres en nuestro corazón. ¿Nuestra opción personal y comunitaria –en el barrio o colonia y en la parroquia– es por los pobres? Como discípulos y discípulas de Jesús ¿estamos trabajando por consolar, vivir la justicia, ser misericordiosos, construir la paz, vivir la causa de Jesús, que es el Reino? ¿Nuestro estilo de vida es el de la humildad, la hermandad, la verdad, la atención a los pobres, la confianza en Dios?
La Comunión sacramental nos mantiene unidos a Jesús y a su Padre en este estilo de vida.
29 de enero de 2023