Homilía para el 3er domingo de Adviento (Virgen de Guadalupe) 2021

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Este tercer domingo de Adviento coincide con la fiesta a la Virgen de Guadalupe. Con la Eucaristía damos gracias a Dios por el testimonio de servicio de ella, por medio del que ha dado y mostrado su Amor a quienes ha visto en la necesidad, tanto en su vida mortal como ahora entre nosotros.

Escuchar y servir, como María

Textos: Eclo 24, 23-31; Gal 4, 4-7; Lc 1, 39-48

Este tercer domingo de Adviento coincide con la fiesta a la Virgen de Guadalupe. Con la Eucaristía damos gracias a Dios por el testimonio de servicio de ella, por medio del que ha dado y mostrado su Amor a quienes ha visto en la necesidad, tanto en su vida mortal como ahora entre nosotros. En el evangelio acabamos de escuchar uno de esos testimonios.

María supo de la necesidad de Isabel y dejó su casa, se puso en camino y se dedicó a atenderla durante tres meses. Esto habla de la capacidad que la Virgen María tenía de escuchar la Palabra de Dios. El ángel Gabriel le dijo que Isabel estaba esperando un hijo y llevaba ya seis meses de embarazo. Isabel era anciana, al igual que Zacarías su esposo, y estaba en su primer embarazo. Inmediatamente se fue a prestarle sus servicios.

Parte de ese servicio fue llevarle a Isabel al Mesías, motivo de alegría para los pobres de Yahvé, porque se cumplía la promesa de Dios de enviarlo para la salvación y la vida nueva de su pueblo. La alegría de Isabel fue por la visita doble: la de María y la del fruto de sus entrañas. Isabel se lo reconoció al llamarla “la madre de mi Señor”; la madre era María de Nazaret y su Señor era el Niño que gestaba en su vientre. La Virgen no llegó sola sino acompañada del Hijo de Dios, por lo que su servicio consistió en anunciar al Señor con su servicio y con su presencia. María nos enseña, entonces, que debemos estar siempre abiertos a la Palabra de Dios, para escucharla, descubrir su voluntad y cumplirla; nos enseña que un modo de evangelizar es servir a quien se encuentra en necesidad y otro modo es por medio de la palabra. Para esto es necesario, como ella, llenarnos de Jesús y llevar con nosotros.

Eso que realizó con su prima Isabel, la Virgen María lo ha realizado entre nosotros desde 1531. Supo de la necesidad en que se encontraban los indígenas por las consecuencias de la conquista: la muerte, la destrucción de sus casas y templos, la modificación de su cultura, las enfermedades que no tenían, como la viruela; también dejó su casa del Cielo, se puso en camino hacia el Valle del Anáhuac y se ha dedicado a atender a los indígenas y a todos los que han puesto su confianza en ella hasta el día de hoy. El servicio que inició en las montañas de Judea lo sigue realizando en las comunidades y casas de nuestro País.

Al venirse a nuestras tierras tampoco vino sola, sino que trajo a su Hijo Jesús; de hecho, en la imagen que quedó plasmada en la tilma de Juan Diego está embarazada. Se presentó ante él como la madre del Dios por quien se vive y le dijo que había venido para mostrar y dar todo su Amor, su compasión, su auxilio y su defensa. El Amor a que se refería la Virgen de Guadalupe es su Hijo, Jesús, el Hijo de Dios. Quiere decir que vino para evangelizar, para traer la Buena Nueva, y para mostrarla con sus hechos. Pidió que se le construyera una ermita para oír los lamentos de los indígenas y de los demás pobladores de estas tierras, y remediar todas sus miserias, penas y dolores, como de hecho lo ha realizado. Además de estar a la escucha de Dios, ante quien se reconoció como su servidora, ha estado a la escucha de los pobres y sufrientes, de quienes ha sido servidora. Todo esto se lo agradecemos a Dios con la Eucaristía de este domingo. Pidamos al Señor que, al igual que la Virgen, escuchemos su Palabra y los gritos y lamentos de los pobres, y que vayamos con prisa para servirlos y llevarles la Buena Nueva.

12 de diciembre de 2021

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