Homilía para el 31er domingo ordinario 2022
Dios está esperando que nos arrepintamos y nos decidamos a cambiar de vida, que colaboremos con Él en su proyecto salvador.
Llamados a la conversión
Textos: Sb 11, 22-12, 2; 2 Tes 1, 11-2, 2; Lc 19, 1-10
El autor del libro de la Sabiduría presenta a Dios como amante de la vida. Todo lo creó por amor y lo creó de manera armónica, ordenada, funcionando bien. Este orden se llama cosmos. Pero cuando puso al ser humano sobre la tierra comenzó el desorden, el caos. Hasta antes de la humanidad todo funcionaba bien y sin ningún problema.
El problema fue cuando llegó la especie humana –y aquí estamos nosotros–: comenzó el desorden tanto en la relación con la Casa común como en la relación entre las personas. Dios quiere la vida, y una vida digna para todos, y como respuesta al desorden provocado por los humanos, ofrece su proyecto de salvación. Para realizarlo, hoy quiere hospedarse con nosotros y espera nuestra respuesta con la conversión, como sucedió con Zaqueo.
Dios no es vengativo ni castigador, sino compasivo, misericordioso, lento para enojarse, generoso para perdonar, bueno para con todos, como canta el autor del Salmo. Y tiene sus caminos para realizar su proyecto de salvación. Así como respeta la libertad de las personas cuando decidimos hacer el mal, también la respeta para el cambio de vida. Dios nos creó libres y nos permite ejercer la libertad, tanto para el mal como el bien. Dice el libro de la Sabiduría que aparenta no ver nuestros pecados para darnos tiempo de que nos arrepintamos; a quienes caemos, nos va corrigiendo poco a poco, nos llama la atención, nos ayuda a tomar conciencia de nuestros pecados, a la espera de que nos arrepintamos de nuestras maldades. Así es Dios y se lo agradecemos con la Eucaristía de este domingo.
En el texto del evangelio está un ejemplo claro de este modo de ser de Dios, manifestado por Jesús. Al final de su visita a Zaqueo, Jesús expresó que ese día había llegado la salvación a aquella casa. La casa fue Zaqueo, quien dejó que el Señor entrara en su corazón para que allí habitara; al abrirle su corazón para dejarlo entrar, se puso en actitud de escucha. Siendo un gran pecador, como lo murmuraron muchas personas, se dejó encontrar por Jesús. Se bajó del árbol de la transa, de la injusticia, del abuso, del enriquecimiento ilícito, para ponerse al nivel de Jesús, es decir, al servicio de los pobres, los explotados, las víctimas de la injusticia. Pero tuvo que escucharlo con sencillez, reconociendo sus pecados.
En aquel encuentro con Jesús, ejerciendo su libertad, Zaqueo tomó la decisión de repartir la mitad de sus bienes a los pobres y restituir cuatro veces más a quienes había defraudado. Dios le dio tiempo para que se arrepintiera de sus pecados, de sus maldades, de sus fraudes e injusticias, y aprovechó la visita de Jesús para expresar públicamente su decisión de cambiar de vida, de volver a la hermandad, de poner su granito de arena para colaborar en el proyecto de salvación de Dios. La conversión se manifiesta con signos concretos.
De un modo o de otro, todos nosotros hemos colaborado a que se mantenga o crezca el caos, por el maltrato a la naturaleza y por la ruptura de las relaciones de amor, justicia y hermandad, entre esposos, entre hermanos, entre vecinos, entre compañeros de estudio o de trabajo. Dios está esperando que nos arrepintamos y nos decidamos a cambiar de vida, que colaboremos con Él en su proyecto salvador. Zaqueo nos puso el ejemplo.
30 de octubre de 2022