Homilía para el 22º domingo ordinario 2022

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Los textos de la Palabra de Dios de este domingo nos piden ser humildes y tener como predilectos a los pobres, algo que en la sociedad de hoy se ha perdido.

Mansos, humildes, últimos

Textos: Eclo 3, 19-21. 30-31; Hb 12, 18-19. 22-24; Lc 14, 1. 7-14

Los textos de la Palabra de Dios de este domingo nos piden ser humildes y tener como predilectos a los pobres, algo que en la sociedad de hoy se ha perdido. Jesús nos invita a aprender de Él, que es manso y humilde de corazón. El signo más claro de esto es su entrega en la cruz y, para nosotros hoy, su entrega en la Comunión sacramental.

La tendencia humana es estar siempre arriba, buscar los mejores lugares, ser reverenciados y homenajeados. Nadie se escapa de esta tentación. Hay quienes, dejándose llevar por este afán, incluso pasan por encima de los demás, levantan falsos, abusan, maltratan, destruyen, roban, quitan la vida. Ante esta tendencia humana, el Señor nos indica la actitud que debemos tomar los miembros de su pueblo: la humildad.

Humildad viene de humus, que significa tierra. De ahí fuimos formados. Significa estar abajo, hacerse el último, reconocer las propias capacidades y limitaciones, y se expresa con los signos que el autor del Eclesiástico y Jesús señalan: hacerse pequeño, proceder con humildad, ser prudente, aprender de los demás, sentarse en el último y no en el primer lugar. Esto que nos indica la Palabra de Dios lo tenemos que cultivar y vivir con la conciencia de que así estamos actuando conforme al querer de Dios y a la enseñanza de Jesús.

Jesús mismo se pone como modelo, al decir que es manso y humilde de corazón. Una persona mansa no es brava sino apacible, dócil, tranquila, suave, benigna. Así era Jesús y así quiere que seamos. Qué lejos estamos de este ideal señalado por Jesús. En nuestra sociedad hay mucha competitividad, maldad, violencia, arribismos, influencias, puestos… y se lucha sin tregua por mantenerse arriba, en el poder, el dominio, el éxito, la fama. Los bautizados estamos llamados a dar testimonio de mansedumbre y humildad.

Junto con esto, Jesús pide que, no solamente en los banquetes o comidas, sino en la vida ordinaria de la comunidad, se asegure de invitar a los pobres, los lisiados, cojos, ciegos, aquellos a los que la sociedad expulsa, desecha, ignora. Ellos son los predilectos de Dios en la vida de su Reino, ellos deben estar al centro de la vida y la misión de la Iglesia. Ciertamente no devolverán el favor de la invitación, la atención, un banquete; por eso Jesús llama dichosos a quienes se ubican de esta manera. La primera bienaventuranza dice que los pobres son dichosos; Jesús la sostiene y refuerza al decir que quien invite a los pobres también es una persona dichosa, aunque no tenga puestos, ni suba de categoría o reciba honores. Es simplemente vivir la enseñanza de Jesús. Y no sólo de manera personal, sino como comunidad. Es dichosa la comunidad que coloca en el centro de su vida y misión a los pobres, para devolverles el lugar que se merecen y del que la sociedad los ha despojado.

Aprendamos de Jesús, que es manso y humilde de corazón, y que pide buscar el último puesto y poner en los primeros lugares a los pobres. Pidamos la gracia de ser una comunidad sensible a las situaciones de pobreza y sufrimiento, para vivir la solidaridad y experimentar la dicha prometida por Jesús. Dispongámonos a recibirlo sacramentalmente en la Comunión para mantenernos unidos a Él en la mansedumbre, la humildad y el servicio.

28 de agosto de 2022

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