Homilía para el 1er domingo de Cuaresma 2022
Escuchar al Señor en las pruebas
Textos: Dt 26, 4-10; Rm 10, 8-13; Lc 4, 1-13
Los temas cuaresmales de este año son sobre la escucha. Quieren ayudarnos a reflexionar sobre esta dimensión de nuestra vida de Iglesia, con la finalidad de que, revisándonos de frente a la Palabra de Dios, asumamos la conversión personal, comunitaria, social y ecológica, para prepararnos a la celebración de la Pascua. Hoy lo hacemos como preparación al momento central de nuestra celebración dominical: la recepción de Jesús en la Comunión.
“Escuchar es mucho más que oír”, nos ha recordado el Papa Francisco. Es abrir el corazón a Dios para que habite allí. Abrir el corazón de manera personal, abrirlo como comunidad, abrirlo como su creación. Fue lo que hizo Jesús toda su vida como Hijo suyo, desde pequeño hasta su muerte en la cruz. Abrió su corazón a Dios para que habitara en Él.
En el evangelio de hoy tenemos una prueba bien clara de la capacidad de Jesús de escuchar a su Padre y de hacerle caso, incluso por encima de las pruebas o tentaciones. Y esto no es algo fácil de vivir. Decirlo sí es fácil, como hacemos y haremos enseguida en la profesión de fe; pero vivirlo no, porque se trata de realizar lo que le agrada al Padre. No es fácil porque hay muchísimas voces que nos invitan a otro estilo de vida, que no es el de la hermandad, el servicio, la entrega de la vida, sino el del egoísmo, el aislamiento, el consumismo, el prestigio, los bienes, la vida cómoda, los puestos, los honores, la droga, el sexo…
Jesús fue probado por el Diablo en el desierto durante los cuarenta días en que estuvo allí preparándose para iniciar su misión. Lo tentó con el poder, el tener y la fama: lo retó a que utilizara su poder de Hijo de Dios para convertir una piedra en pan; a que se convirtiera en dueño de todos los reinos de la tierra, con la condición de que lo adorara; a que se hiciera famoso, haciendo ver que hasta los ángeles estaban a su servicio. En pocas palabras, le propuso aprovecharse de su condición de Hijo de Dios para su propio beneficio.
Pero Jesús no cayó en la tentación. No escuchó al Diablo, a pesar de lo atractivo de la oferta; no le abrió su corazón para que habitara en Él. Más bien, lo tenía abierto a Dios y por eso lo escuchó, especialmente en la situación de prueba. Estaba decidido a alimentarse de su Palabra, no del pan que le proponía el Tentador; estaba decidido a adorar solamente a Dios y no al Demonio y sus propuestas de poder, de tener y de ser famoso; estaba decidido a no tentar a su Padre utilizando a los ángeles, que están siempre al servicio de Dios.
Jesús nos enseña el camino para mantenernos fieles a Dios, nuestro Padre, sobre todo en los momentos de prueba. El camino consiste en cerrar el corazón al Diablo, que busca siempre y de muchas maneras, incluso utilizando la Escritura, hacernos caer en las tentaciones del tener, del poder, de la fama y del placer; y abrírselo únicamente a Dios para que Él sea quien lo habite. Preguntémonos: ¿A quién o a qué tenemos abierto nuestro corazón? ¿A quién estamos escuchando? ¿A quién estamos decididos a escuchar: a Dios o al Diablo?
Pidamos a Dios que nos asista con su Espíritu, como a Jesús, para que no nos deje caer en tentación. Dispongámonos a recibir sacramentalmente a Jesús en la Comunión, para que, unidos a Él, podamos vencer las tentaciones que se nos presenten en nuestra vida.
6 de marzo de 2022