Homilía para el 1er domingo de Cuaresma 2018
Mantener la armonía con la Creación
El miércoles pasado nos impusimos la ceniza. Con esa celebración dimos inicio a la Cuaresma, tiempo de cuarenta días que nos ayuda a prepararnos para la Pascua. Al momento de ponernos la ceniza dijimos: “Me arrepiento y creo en el Evangelio”. Son las palabras con que termina el texto del Evangelio de hoy. Jesús las dijo invitando a la conversión, porque el Reino de Dios llegaba con Él; nosotros las dijimos porque, se supone, nos comprometimos a un cambio de vida para disponernos a la celebración de la Pascua de Jesús.
Mantener la armonía con la Creación
Textos: Gn 9, 8-15; 1 Pe 3, 18-22; Mc 1, 12-15
El miércoles pasado nos impusimos la ceniza. Con esa celebración dimos inicio a la Cuaresma, tiempo de cuarenta días que nos ayuda a prepararnos para la Pascua. Al momento de ponernos la ceniza dijimos: “Me arrepiento y creo en el Evangelio”. Son las palabras con que termina el texto del Evangelio de hoy. Jesús las dijo invitando a la conversión, porque el Reino de Dios llegaba con Él; nosotros las dijimos porque, se supone, nos comprometimos a un cambio de vida para disponernos a la celebración de la Pascua de Jesús.
En la Comunión, momento culmen de nuestra celebración dominical, recibiremos su Cuerpo y su Sangre. Es el mismo Jesús que fue tentado por Satanás cuando estaba en sus cuarenta días de preparación para iniciar su misión al servicio del Reino de Dios. Dice san Marcos que durante ese tiempo vivió entre animales salvajes, servido por los ángeles.
La armonía con la naturaleza es obra de Dios. Así la creó Él desde el principio y la mantiene en orden. Por eso se llama cosmos. Una vez que Noé y su familia salieron del arca, después de mantenerse durante cuarenta días y cuarenta noches bajo el diluvio, Dios hizo una alianza con la humanidad y con la creación entera, tal como escuchamos en la primera lectura. Su compromiso fue no volver a exterminar la tierra con otro diluvio. Y ha sostenido su promesa hasta el día de hoy. Por eso le damos gracias con nuestra celebración.
Si hay desajustes en la naturaleza es por la acción humana, no porque Dios la quiera. Es por la ambición al dinero, al poder, al tener, al ser. Jesús fue probado con estas tentaciones. El Diablo lo retó a aprovechar su poder para convertir las piedras en pan, para tirarse desde lo alto del templo sin dañarse aprovechándose de los ángeles y para convertirse en dueño de todos los reinos de la tierra, a cambio de adorar al Demonio. Jesús no cayó en la tentación y no colaboró a la destrucción de la naturaleza. Pero a Él sí lo despedazaron después en la cruz, pensando que con eso se acabaría su predicación y los signos que hacían presente el reinado de Dios.
Hoy se está destruyendo la naturaleza en nuestra región: se están talando los bosques, se están contaminando la tierra y el aire con químicos, se está monopolizando y sobreexplotando el agua, se están muriendo plantas y animales, se están enfermando muchas personas por el uso de productos químicos, se está modificando el clima. Detrás están la tentación del poder y la ambición al dinero. Se piensa que se puede hacer y deshacer con la Creación lo que sea. Y no somos dueños sino custodios y administradores. Le pedimos perdón a Dios porque la Casa común que nos dio tan bonita y funcionando de manera armónica la tenemos descuidada, maltratada, agredida.
La invitación de Jesús a la conversión se mantiene para nosotros. Hay que convertirnos y creer en el Evangelio. Esto supone entrar en un proceso de reflexión a la luz de la Palabra de Dios, tanto de manera personal como comunitaria. No es solamente decir esa frase en el momento de la imposición de la ceniza, como una fórmula ya hecha y para cumplir el requisito. Es un compromiso serio. Hay que volver a nuestra condición de bautizados, como nos recuerda san Pedro al hacernos el llamado a vivir con una buena conciencia ante Dios, sobre todo por el cuidado que tengamos de la naturaleza para mantenerla en armonía.
Que nuestra participación en esta Eucaristía nos mantenga unidos a Jesús en la lucha contra las tentaciones y en el trabajo al servicio del Reino, que incluye el cuidado de la Casa común.
18 de febrero de 2018