Homilía para el 18º domingo ordinario 2018

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Creer en Jesús, el Pan de vida

Ordinario18 B 18

En este texto que acabamos de escuchar, san Juan nos narra lo que sucedió al día siguiente de la multiplicación de los panes. La gente volvió a buscar a Jesús para comer nuevamente. Jesús se lo echó en cara al decirles que no lo andaban buscando por los signos del Reino que realizaba sino por haber comido hasta llenarse y los invitó a trabajar por el alimento que dura para la vida eterna. Esa invitación es para nosotros hoy, que nos reunimos para la Eucaristía dominical.

Creer en Jesús, el Pan de vida

Textos. Ex 16, 2-4. 12-15; Ef 4, 17. 20-24; Jn 6, 24-35

Ordinario18 B 18

En este texto que acabamos de escuchar, san Juan nos narra lo que sucedió al día siguiente de la multiplicación de los panes. La gente volvió a buscar a Jesús para comer nuevamente. Jesús se lo echó en cara al decirles que no lo andaban buscando por los signos del Reino que realizaba sino por haber comido hasta llenarse y los invitó a trabajar por el alimento que dura para la vida eterna. Esa invitación es para nosotros hoy, que nos reunimos para la Eucaristía dominical.

Es una tendencia humana buscar lo fácil, lo regalado, lo que no compromete. A lo difícil, lo que cuesta realizar, lo que compromete, lo que implica dar, generalmente le sacamos la vuelta. Aparece bien claro en la primera lectura. El pueblo de Israel iba por el desierto hacia la tierra prometida, a donde Dios lo iba conduciendo para volverlo a la experiencia de la libertad. Lo había sacado de la esclavitud en Egipto. Y al sentir el hambre, el peso del sol, el cansancio del camino, los israelitas comenzaron a renegar contra el Señor, aunque le reclamaban a Moisés y Aarón. Dios, que siempre estaba atento a su pueblo, les prometió pan del cielo. Y se lo cumplió. Día a día por la mañana le daba maná y por la tarde codornices. Pero, y aquí está un criterio para la humanidad, les pidió que cada quien tomara lo que necesitara, no más pero tampoco menos. Era una comida gratuita y no había que acapararlo. Moisés les dijo que ese era el pan que Dios les daba como alimento.

Los que fueron testigos de la multiplicación de los panes y los pescados, a la fácil buscaban que Jesús repitiera la misma acción. Pero Él aprovechó la ocasión para ayudarles a tomar conciencia de que tenían que esforzarse, trabajar, luchar, porque el pan que cada quien tenía lo siguieran compartiendo para que nadie pasara necesidad. Ahí mismo les ofreció el alimento que dura para la vida eterna. Al preguntarle ellos sobre lo que debían hacer, Jesús les contestó que tenían que creer en Él, en su persona, su testimonio, su estilo de vida, su predicación, sus obras.

También es fácil decir que creemos en Jesús, como lo haremos al recitar el Credo. Pero creer en Jesús significa aceptarlo con todo lo que es, lo que predicó, el estilo de vida que llevó, el destino que sufrió: la cruz. Creer en Jesús es esforzarse por vivir como Él. Y esto no es fácil. Si nos preguntan que si creemos en Jesús, fácilmente vamos a decir que sí; pero si nos preguntan que si vivimos como Jesús y ponemos en práctica sus mandamientos, nos vamos a quedar callados o vamos a decir que no. Esto refleja que no creemos en Él y es exactamente lo que nos pide.

La gente le pedía un signo para creer en Él. Como que no hubiera sido suficiente que más de cinco mil personas hubieran comido con los panes y los pescados que aquel muchacho puso al servicio de todos. Querían ver más para creerle, como le pasó a Tomás el día de la Resurrección. Tenían la conciencia de que sus antepasados habían comido pan del cielo en el desierto. Jesús les aclaró que no fue Moisés sino Dios quien se lo dio y les dijo que ese pan venido de Dios da la vida al mundo. Esto provocó que le pidieran ese pan. Y Jesús se presentó como el pan de la vida.

Ese Pan es el que nosotros tenemos que buscar, junto con el pan que compartimos para que nadie pase hambre. Ese mismo Jesús es el que se nos da en la Eucaristía como Pan y Vino para que ya no tengamos hambre ni sed. Es el alimento que sacia las necesidades de la humanidad. Pero tenemos que buscarlo, encontrarlo, comerlo y compartirlo. Él nos fortalece para que podamos dar vida en medio de nuestro mundo lleno de sufrimiento por la pobreza, la violencia, las drogas, la migración. Dispongámonos a recibirlo para manifestar con nuestros hechos que creemos en Jesús.

5 de agosto de 2018

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