Homilía para el 13er domingo ordinario 2022

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A días de celebrar los 50 años de nuestra Diócesis, Jesús nos aclara que no es fácil seguirlo en su camino como discípulos.

Trabajar decididamente por el Reino

Textos: 1 Re 19, 16. 19-21; Gál 5, 1. 13-18; Lc 9, 51-62

A días de celebrar los 50 años de nuestra Diócesis, Jesús nos aclara que no es fácil seguirlo en su camino como discípulos. Sí es fácil ofrecerse a seguirlo, decir que creemos en Él, recibir los sacramentos, ir a Misa los domingos. Pero vivir el seguimiento, desprendidos totalmente de la familia y las seguridades materiales, pasando por la experiencia de la cruz, eso sí no es fácil, porque implica optar libremente por Jesús y la causa del Reino.

San Lucas nos describe la actitud de Jesús ante la cercanía de su partida de este mundo. Dice que decidió resueltamente ir a Jerusalén, a pesar de que allá lo estaban esperando para darle muerte. Se lo acababa de decir a sus discípulos, como escuchamos el domingo pasado. La mayoría de los bautizados, previendo que va a haber dificultades –mínimo las habladas– por asumir un servicio o un ministerio en la comunidad, o un compromiso a favor de la justicia o del bien común en la sociedad o en la defensa de la Casa común, decide mejor no entrarle, y pretextos sobran. Jesús nos enseña que el trabajo por el Reino exige una firme decisión, sabiendo que va a haber dificultades, problemas o la entrega de la vida.

Al primero que se ofreció a seguirlo, cosa que hizo libremente y con un gran interés de irse con Él a donde fuera, Jesús le aclaró que, si tomaba esa decisión, tendría que saber que en el servicio al Reino y con el mismo estilo de vida de Jesús, no hay seguridades: ni de techo, ni de alimento, ni de bienes materiales; los animales al menos tienen dónde pasar la noche. La persona que se decide a seguir a Jesús debe estar consciente de esta realidad.

Al segundo que le salió en el camino, Jesús lo invitó personalmente a seguirlo, como había hecho con cada uno de sus apóstoles cuando los llamó. Le dijo: “Sígueme”. De otros discípulos, los evangelistas comentan que dejaron todo y lo siguieron inmediatamente. Este le pidió tiempo para sepultar a su padre y quedar libre de ese compromiso. Estaría enfermo o anciano y había que esperar a que falleciera para darle una sepultura digna. Era su papá y una de las prácticas piadosas de los judíos era sepultar a sus difuntos. No era fácil, pero eso le pidió: que le diera tiempo. Jesús le aclaró que es más importante el trabajo por el Reino que la misma relación de hijo con su papá o la práctica de la sepultura. Muchas personas dicen que por sus trabajos o actividades no les queda tiempo para el Reino.

Un tercero también se ofreció a seguirlo, nada más que le pidió que le diera tiempo para irse a despedir de su familia. Fue lo que hizo Eliseo cuando Elías lo llamó para seguirlo y dejarle el servicio de profeta; Elías se lo permitió. Pero, para Jesús el trabajo por el Reino es urgente y va hacia adelante; no hay tiempo para volver al pasado, ni siquiera para despedirse de lo más importante en la relación personal, que es la propia familia. Jesús se había desprendido de la suya y ya no volvió a ella por entregarse totalmente a la causa del Reino.

Al celebrar las Bodas de Oro de nuestra Diócesis, el próximo jueves 30, se nos ofrece la oportunidad de renovar nuestro compromiso personal, asumido en el Bautismo, de ser trabajadores al servicio del Reino de Dios. Pero también, como Diócesis, pues Jesús nos llama a seguir colaborando con Él como Iglesia servidora del Reino. No pongamos pretextos.

26 de junio de 2022

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