Homilía para el 10º domingo ordinario 2023

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La Eucaristía es una celebración de pecadores, llamados a experimentar y prolongar la misericordia de Dios.

Aprender a ser misericordiosos

Textos: Os 6,3-6; Rm 4,18-25; Mt 9,9-13

La Eucaristía es una celebración de pecadores, llamados a experimentar y prolongar la misericordia de Dios. Lo podemos descubrir en el mensaje que nos ofrecen los textos bíblicos que se han proclamado. Dios pide amor, misericordia, más que sacrificios.

Jesús llamó a pecadores a convertirse en discípulos suyos. Mateo era un recaudador de impuestos, era alguien que colaboraba con el Imperio Romano y, además, como era lo ordinario en ese ambiente de corrupción, se enriquecía haciendo transas desde su puesto de publicano. Por eso, los publicanos estaban considerados y eran señalados, junto con las prostitutas, como los más grandes pecadores entre los judíos. Por eso los fariseos –que se sentían buenos, santos, puros, limpios, y hasta con derecho a juzgar a los demás– los rechazaban y no se les acercaban para no mancharse con el pecado y la impureza de ellos.

Precisamente, Jesús llamó a Mateo a seguirlo como discípulo. “Sígueme”, le dijo. A pesar de la fama que tenía, Mateo dejó su trabajo, su estilo de vida, su dinero, sus transas, y lo siguió. Jesús se fija en el corazón de las personas, confía en ellas, las invita a convertirse en discípulos suyos para después constituirlos en apóstoles. Fue lo que hizo con Mateo y los demás apóstoles. Nosotros no podemos poner como pretexto que somos pecadores para no vivir como discípulos misioneros de Jesús, para ponernos al servicio de la comunidad, para trabajar en el anuncio y realización del Reino de Dios. A pesar de nuestra condición pecadora, Jesús nos llamó por nuestro nombre en el Bautismo para que lo siguiéramos.

Para Mateo fue motivo de mucha alegría haber sido llamado por el Maestro. Hasta le organizó una comida. Y fue interesante lo que sucedió allí, porque la mesa comenzó a llenarse de otros publicanos como Mateo y con más pecadores. Esto fue motivo de críticas en contra de Jesús y sus discípulos de parte de varios fariseos, que no vieron bien que se juntara con pecadores, ¡y de los grandes! Compartir la mesa es signo de amistad, de buena relación, de unión, de alegría. Y esto estaban saboreando Mateo, sus amigos y muchos pecadores. Aquel era un banquete de pecadores que estaban experimentando la misericordia.

Jesús vino a mostrar lo misericordioso que es Dios. Por eso, a la actitud de aquellos fariseos, les respondió con el proyecto de Dios, transmitido a los israelitas por los profetas. Hablando en nombre de Dios, Oseas pedía a su pueblo vivir permanentemente en el amor a los demás, no a ratitos como sucede con la nube y el rocío de la mañana, que pronto se evaporan. Lo importante para Dios, lo que le agrada, es la vivencia del amor, de la misericordia.

Esto fue lo que recordó Jesús a los fariseos y a sus discípulos. Les pidió aprender y poner en práctica lo que significa que Dios quiere misericordia y no sacrificios. Los sacrificios, las oraciones, las celebraciones, el incienso, el culto, si no llevan el respaldo de la misericordia no son prácticas agradables a Dios. Esto es lo que se nos pide a nosotros hoy: que seamos misericordiosos; que no nos sintamos buenos por venir a la Misa del domingo o participar en algo en la comunidad o estar en algún movimiento; que no juzguemos ni despreciemos a los demás por sus pecados, sino que sepamos ser hermanos misericordiosos como Jesús.

Estamos, pues, celebrando la Eucaristía, banquete de pecadores, llamados a experimentar y proyectar la misericordia de Dios en la comunidad y a fortalecer la vida comunitaria.

11 de junio de 2023

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