Homilía del Domingo Mundial de las Misiones 2010
En este día dedicado al Señor estamos celebrando el Domingo Mundial de las Misiones. Esta jornada está orientada a renovar, personalmente y como Iglesia, la condición misionera que llevamos desde el Bautismo. Por eso escuchamos las palabras que Jesús dijo a los once: “Vayan […] y enseñen a todas las naciones” (Mt 28, 19). Son palabras que deben tener eco en nuestros corazones, porque están dichas no sólo para ellos sino para todos sus discípulos.
“Vayan y enseñen a todas las naciones”
Textos: Is 56, 1. 6-7; 1Tim 2, 1-8; Mt 28, 16-20.
En este día dedicado al Señor estamos celebrando el Domingo Mundial de las Misiones. Esta jornada está orientada a renovar, personalmente y como Iglesia, la condición misionera que llevamos desde el Bautismo. Por eso escuchamos las palabras que Jesús dijo a los once: “Vayan […] y enseñen a todas las naciones” (Mt 28, 19). Son palabras que deben tener eco en nuestros corazones, porque están dichas no sólo para ellos sino para todos sus discípulos.
Esta jornada nos viene bien, sobre todo teniendo en cuenta que acabamos de renovar el compromiso de celebrar a Señor San José cada 22 de octubre. La renovación del juramento va en la línea precisamente del anuncio del Evangelio. Nos comprometimos a hacer una vida hermanable, a vivir en la justicia y la solidaridad, a atender a los más pobres. Vivir esto no es otra cosa que cumplir la misión que Jesús nos encomendó aquél día de ir y enseñar la Buena Nueva.
La enseñanza de la Buena Nueva tiene que ser con las palabras y con los hechos; pero hay que comenzar con el testimonio de vida para que la predicación esté respaldada por nuestras obras. Además, Jesús nos pidió que enseñemos a cumplir todo lo que Él nos ha mandado. Y Él no solamente predicó de palabra sino que lo que enseñó lo realizó también con su testimonio: atendió a los enfermos, consoló a los que sufrían, se solidarizó con los hambrientos…
El compromiso está claro: hacer discípulos. Pero, la práctica no está tan clara, puesto que la gran mayoría de los bautizados no está viviendo el discipulado; es más, muy pocas personas tienen conciencia de la obligación de vivir cristianamente, es decir, de acuerdo a las enseñanzas de Jesús. Y esto, que está señalado claramente por nuestro Plan diocesano, es consecuencia de que nuestro trabajo evangelizador en las familias y en las parroquias está muy limitado.
Enseñar, hacer de cada persona un discípulo, consiste en acercarla a Jesús y facilitarle la experiencia de encuentro con Él. No se trata de decirle algo sobre Jesús o de mandar a los hijos al catecismo, sino de ayudarles a encontrarse con Él permanentemente, de manera que el Señor se convierta en el centro y el sentido de su vida. Y eso lo puede hacer sólo quien está viviendo esta experiencia; si no, ¿cómo les va a ayudar? Eso es lo que significa ser misioneros.
Por eso, esta jornada de hoy nos impulsa a renovarnos para asumir nuestra responsabilidad de ser misioneros. Tenemos que vivir con la misma conciencia con que Pablo expresa su condición de apóstol: yo he sido constituido […] pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad (1Tim 2, 7). De esta manera él se manifiesta con el compromiso de enseñar a los demás a cumplir lo que Jesús nos ha mandado. Así tendríamos que vivir nosotros todos los días.
Pero nos tenemos que encontrar con Jesús porque esta experiencia es la que debemos transmitir en la familia y en la comunidad. Para encontrarnos con Él tenemos la Eucaristía, especialmente esta de los domingos, y los demás sacramentos; lo podemos hacer en los Evangelios, en la oración, en las reuniones de la comunidad, en la persona de cada pobre. Hay que aprovechar estas oportunidades que tenemos a nuestro alcance para salir luego como misioneros.
Que nuestra participación en esta Eucaristía nos renueve en el cumplimiento de la misión. Que regresemos a nuestra casa y comunidad como misioneros a enseñar lo que Jesús nos manda y a hacer discípulos. Que la renovación del juramento de festejar a Señor San José nos mantenga en la misión de construir la comunidad, de vivir en la hermandad, en la justicia y en la solidaridad, que atendamos a los pobres como lo juramos el pasado día 22 ante San José.
24 de octubre de 2010