Homilía del domingo de la Santísima Trinidad 2010

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Estamos celebrando en este domingo la solemnidad de la Santísima Trinidad. Dios, que es comunión, nos creó a su imagen y semejanza, nos hace participar de su gloria por medio de su Hijo y nos atrae hacia Él por la acción de su Espíritu. Como Iglesia nosotros tenemos que ser expresión visible de la comunión de Dios, viviendo la unidad entre nosotros.

“Los irá guiando hasta la verdad plena”

Textos: Prov 8, 22-31; Rm 5, 1-5; Jn 16, 12-15.

Estamos celebrando en este domingo la solemnidad de la Santísima Trinidad. Dios, que es comunión, nos creó a su imagen y semejanza, nos hace participar de su gloria por medio de su Hijo y nos atrae hacia Él por la acción de su Espíritu. Como Iglesia nosotros tenemos que ser expresión visible de la comunión de Dios, viviendo la unidad entre nosotros. En esto nos conduce el Espíritu Santo, de quien Jesús anuncia: “los irá guiando hasta la verdad plena” (Jn 16, 13).

Dios es comunión, es comunidad. Así aparece en los textos bíblicos que se han proclamado. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, actúan eternamente juntos y siempre para nuestro bien: la sabiduría de Dios, es decir, el Hijo, expresa: “todo el tiempo me recreaba” (Prov 8, 30), mientras Dios iba creando el universo; por Cristo, el Hijo, podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios (Rm 5, 2) y por el Espíritu participamos del amor de Dios.

En el Evangelio, Jesús promete el Espíritu de la verdad, que guiará a los discípulos hasta la verdad plena; para ello obrará en comunión con Cristo y el Padre. De Él dice Jesús: “No hablará por su cuenta, sino que […] recibirá de lo mí lo que les vaya comunicando” (Jn 16, 13.14). Y lo que el Espíritu nos comunique lo tienen en común el Padre y el Hijo: “Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes” (v. 15).

De esta manera Dios mismo nos muestra cómo tenemos que vivir en el barrio o rancho, en la familia, entre esposos, en la parroquia, en el seminario… pues, como lo expresa nuestro 4º Plan Diocesano de Pastoral, “la Iglesia, como reflejo del Misterio Trinitario, es misterio de comunión” (No. 139). Con la Eucaristía de este domingo agradecemos a Dios su ser comunidad y la oportunidad que nos da de experimentar y reflejar la dimensión comunitaria con la vida de Iglesia.

Al integrarnos a la Iglesia por medio del Bautismo, recibido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, asumimos el compromiso de vivir en comunidad, a su imagen y semejanza. Al comulgar sacramentalmente renovamos ese compromiso, pues nos alimentamos del Cuerpo y la Sangre de su Hijo, que nos hace participar en la gloria de Dios porque nos permite mantenernos en comunión con Él y con los hermanos. Esta comunión es fruto de la vivencia del amor.

El amor es don de Dios, como escuchamos en la segunda lectura: Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado (Rm 5, 5). Es un don que exige respuesta, por lo que también es una tarea a realizar. De hecho, el amor es el mandamiento central de los discípulos de Jesús, que nos pidió amarnos unos a otros como Él nos ha amado, sabiendo que los que viven amando son reconocidos como discípulos suyos.

El mandamiento del amor se vive en la comunidad y se manifiesta con signos concretos: la amistad, el perdón, la tolerancia, la atención a los pobres, la solidaridad, la justicia, el cuidado de la creación… El amor conduce a crear la comunidad porque nos mantiene unidos: “Así se manifiesta toda la Iglesia, como una muchedumbre reunida por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, como lo expresa nuestro Plan Diocesano (Id.).

Tenemos que dar testimonio de unidad, de comunión, de comunidad, viviendo el amor en medio de nuestro mundo orientado fuertemente al individualismo, al egoísmo, al acaparamiento y la indiferencia. Para renovar nuestro compromiso de vida en el amor profesemos nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y pidamos la asistencia de su Espíritu para que, dejándonos guiar por Él, caminemos con la esperanza de llegar a la plenitud de la verdadera comunión.

30 de mayo de 2010

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