Homilía del 1er domingo de Cuaresma 2011

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“Si tú eres el Hijo de Dios, manda” (Mt 4, 3). Estas palabras con que Jesús fue probado por primera vez, según la narración de san Mateo que acabamos de escuchar, resumen la tentación fundamental de la humanidad: ser como Dios (cf. Gn 3, 5). El demonio, personificado en una serpiente, les dijo a Adán y Eva que Dios les había prohibido comer de aquel árbol precisamente porque iban a ser como Él. Esta es la atracción que deslumbra: estar al mismo nivel que Dios.

“Si tú eres el Hijo de Dios”

Textos: Gn 2, 7-9; 3, 1-7; Rm 5, 12-19; Mt 4, 1-11.

 

“Si tú eres el Hijo de Dios, manda” (Mt 4, 3). Estas palabras con que Jesús fue probado por primera vez, según la narración de san Mateo que acabamos de escuchar, resumen la tentación fundamental de la humanidad: ser como Dios (cf. Gn 3, 5). El demonio, personificado en una serpiente, les dijo a Adán y Eva que Dios les había prohibido comer de aquel árbol precisamente porque iban a ser como Él. Esta es la atracción que deslumbra: estar al mismo nivel que Dios.

Ya sabemos lo que significa ser como Dios: conocer todo, poder todo, ser objeto de alabanza. Eso se les propuso a nuestros primeros padres. Ese fue precisamente el fruto apetecible para ellos: tener a la mano el poder, el saber, el honor, la gloria. Con eso podrían ser dueños de todo, dominar todo, hacer y deshacer, recibir alabanzas. A Jesús se le propuso exactamente lo mismo, aunque con otras palabras: aprovechar su condición de Hijo de Dios para su beneficio.

Jesús tenía la posibilidad de dominar todo, de hacer todo, de ser famoso, de tener a todo el mundo –incluso a los ángeles– a su servicio. Al fin y al cabo era Hijo de Dios. Por allí iba la propuesta del diablo. Siendo Dios podía actuar incluso en contra de la naturaleza convirtiendo unas piedras en pan; siendo Dios podía mostrar que tenía hasta los ángeles a su servicio; siendo Dios podía acaparar todos los bienes de la tierra. Con esto, ¿quién podría ser más poderoso que Él?

Esa sigue siendo la tentación mayor en la vida de la humanidad: tener. Quien tiene dinero tiene poder. La persona o familia o grupo que tiene poder hace y deshace, pasa por encima de los demás, hace negocios y tranzas para tener más, destruye la creación, quiere tener a todo el mundo a su servicio, busca recibir alabanzas; es decir, quien tiene poder se ubica al nivel de un dios. Y ya sabemos que el poder, el honor y la gloria solamente le pertenecen a Dios.

Adán y Eva cayeron en la tentación, Jesús no. Quisieron ser como Dios y quedaron desnudos, acarrearon el pecado, el dolor y la muerte para la humanidad. Jesús no se aprovechó de su ser Hijo de Dios, sino que se puso al servicio de Dios y al servicio de la humanidad para ofrecernos el perdón, la gracia y la vida. El texto de la Carta a los Romanos nos ofrece una reflexión muy bonita en relación a este servicio redentor de Jesús que fue posible  gracias a su muerte.

El punto está en que Jesús no brincó a Dios ni quiso estar a su nivel, sino que se ubicó en su condición de Hijo. Un Hijo fiel, obediente, dedicado a escucharlo, servirlo y adorarlo; un Hijo que no quiso tentar a su Padre; un Hijo que no quiso tener a Dios a su servicio. Todo esto se lo manifestó al tentador en sus respuestas. Por eso dice Pablo que si por la desobediencia de uno, Adán, todos pecamos, por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos (Rm 5, 19).

Aquí aparece una tarea central en la misión de los papás: hacer que sus hijos no sean ambiciosos ni al dinero ni al poder ni a los honores, sino que crezcan con la conciencia de ser hijos de Dios y, por tanto, servidores, hermanos, respetuosos de la creación. ¿Cómo lograr que los hijos capten de sus papás esta imagen de Jesús que, ante la propuesta de ser poderoso, se muestra dispuesto a servir y adorar solamente a Dios? Una buena pregunta para este tiempo.

Ahora que estamos comenzando la Cuaresma, después de escuchar la Palabra de Dios, nos podemos llevar el compromiso de vivir como hijos obedientes de Dios, hijos que con nuestra vida le sirvamos solo a Él. Revisémonos, con el objetivo de convertirnos, si nuestros proyectos y modos de vida no están orientados por la ambición de tener, del poder, del abuso. Que esta Eucaristía nos una más a Jesús y nos fortalezca para luchar como Él contra las tentaciones.

13 de marzo de 2011

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