Corazón del cielo, corazón de la tierra
Para nosotros Rosendo Barragán, Rodrigo Estrada y José Luis Huerta celebrar nuestros 25 años de...
Para nosotros Rosendo Barragán, Rodrigo Estrada y José Luis Huerta celebrar nuestros 25 años de...
El pasado mes de marzo fuimos testigos del sismo de nueve grados que azotó el...
“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo....
Textos: Hch 6, 1-7; 1Pe 2, 4-9; Jn 14, 1-12.
“No pierdan la paz” (Jn 14, 1). Estas palabras que Jesús dijo a sus discípulos durante la Última Cena, son también para nosotros. A ellos se las decía antes de su partida al Padre, con quien se identificó plenamente; a nosotros nos las dice ante la situación de violencia creciente que vivimos en nuestro ambiente, desde las familias hasta el nivel nacional y mundial. La Palabra de Dios nos invita hoy a acercarnos a Jesús, a escucharlo, creer en Él y tomarlo como camino.
Textos: Hch 2, 14. 36-41; 1Pe 2, 20-25; Jn 10, 1-10.
“Yo soy la puerta de las ovejas” (Jn 10, 7). Con estas palabras Jesús nos indica uno de sus servicios de Buen Pastor. Se presenta como puerta para sus ovejas. Esta comparación nos lleva a descubrir la grandeza de su persona y, a quienes tenemos la responsabilidad de conducir a otras personas, nos ayuda cuestionarnos si estamos viviendo bien nuestro servicio. Con este ejemplo, que implica la donación total por el bien de los suyos, Jesús se muestra como pastor.
Textos: Hch 2, 14. 22-33; 1Pe 1, 17-21; Lc 24, 13-35.
Entró para quedarse con ellos (Lc 24, 29), nos dice san Lucas. Jesús aceptó la invitación de los discípulos de Emaús. Se quedó con ellos, pero no solo para pasar la noche sino para siempre. Este es el sentido de la expresión del evangelista. Ellos habían caminado con un forastero, no con Jesús; habían visto a Jesús aunque sin reconocerlo, lo habían oído por el camino mas no lograron escucharlo, lo invitaron a quedarse por una noche y no para el resto de su vida.
Descarga: Número 109 | Mayo 2011
Textos: Hch 2, 42-47; 1Pe 1, 3-9; Jn 20, 19-31.
“La paz esté con ustedes” (Jn 20, 19.21.26). Este saludo que Cristo resucitado da a sus discípulos en aquellos dos encuentros es un proyecto de vida para todos sus discípulos y discípulas. Él ofrece y da la paz porque la tiene.
Fueron a ver el sepulcro (Mt 28, 1). Esto hicieron María Magdalena y la otra María al amanecer del domingo. No se imaginaban lo que contemplarían. Ciertamente miraron el sepulcro, pero abierto. También al ángel, sentado sobre la piedra que estuvo tapando la entrada al sepulcro. Pero lo más importante fue ver a Jesús. Ya el ángel les había dado la noticia de que estaba resucitado y las había enviado a dar la noticia a los demás. Y Jesús les salió al encuentro (v. 9).
Jesús les salió al encuentro (Mt 28, 9). María Magdalena y la otra María fueron a buscar a Jesús en el sepulcro, muerto. Pero, como nos dice san Mateo, Él salió vivo a encontrarlas. Acababan de recibir la noticia del ángel: “Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado” (vv. 5-6). Esta es la Buena Nueva para ellas, para sus discípulos, para los pobres, para los que tenían puesta su confianza en Él; pero es mala noticia para quienes apuestan por la muerte.
Sabiendo Jesús que todo había llegado a su término (Jn 19, 28). Jesús estaba en la cruz. Ahí lo habían clavado abusivamente. Su muerte fue tramada desde el comienzo de su misión. Seguido, nos dicen los evangelistas, intentaban matarlo: se reunían para ver la manera de acabar con Él, lo quisieron apedrear, desbarrancar. Ahora lo habían logrado y lo tenían en la cruz. Pero el mismo Jesús ya había dicho que nadie le quitaba la vida sino que Él la daba porque quería.
Los amó hasta el extremo (Jn 13, 1). Con estas palabras san Juan expresa el profundo significado de lo que celebramos este Jueves Santo como Iglesia: la entrega total y definitiva de Jesús por nosotros, antes de su regreso al Padre. Esta celebración vespertina de la Cena del Señor nos compromete a sus discípulos y discípulas a repensar y renovar nuestro compromiso de servir a los demás, pues también, por el Bautismo, estamos llamados a vivir amando como Jesús.