Homilía para el 33er domingo ordinario 2013

Dar testimonio de Jesús

Textos: Mal 3, 19-20; 2 Tes 3, 7-12; Lc 21, 5-19.

Ordinario 33 C 001

Jesús aprovechó que algunas personas estaban alabando la belleza del templo de Jerusalén, para aclarar cuál debe ser la preocupación de sus discípulos. En este domingo podemos aprovechar la enseñanza de Jesús para revisar nuestra vida y prepararnos a la Comunión sacramental. La preocupación de los discípulos de Jesús debe ser la de ser sus testigos. Los templos materiales se construyen y se destruyen y, al final de cuentas, para Jesús no son lo más importante.

Homilía para el 32º domingo ordinario 2013

Resucitar

Textos: Mac 7, 1-2. 9-14; 2 Tes 2, 16-3, 5; Lc 20, 20-38.

Ordinario 32 C 001

El texto del Evangelio nos ofrece un punto que ha sido y seguirá siendo un problema de la humanidad. Se trata de lo que sucede después de la muerte. Esto aparece en la polémica que vivían los saduceos respecto a la resurrección de los muertos. Ellos no la aceptaban y, además, se esforzaban porque se negara. La expresión final de Jesús nos ayuda a descubrir en dónde nos debemos ubicar sus discípulos, cuando presenta a Dios como Dios de vivos y no de muertos.

Homilía para el 31er domingo ordinario 2013

Decisión

Textos: Sab 11, 22-12, 2; 2 Tes 1, 11-2, 2; Lc 19, 1-10.

Ordinario31 C 13 001

Lo que escuchamos en el texto del Evangelio es lo que pasa, o debería pasar, en la celebración de la Eucaristía. Generalmente desligamos la Misa de nuestra vida diaria, poco tenemos conciencia de que la Eucaristía, de manera especial la de los domingos, es una oportunidad para vivir la conversión. Jesús viene a encontrarnos, nos llama por nuestro nombre, se hospeda en nuestra casa, comparte el alimento y nos transforma. Zaqueo tomó una decisión ante Jesús.

Homilía para el 30º domingo ordinario 2013

Ser sencillos y no soberbios

Textos: Eclo 35, 15-17. 20-22; 2 Tim 4, 6-8. 16-18; Lc 18, 9-14.

Ordinario 30 C 13 001

Nos hemos reunido para celebrar la Eucaristía dominical. Hemos venido en nuestra condición de pecadores, la cual reconocimos al comienzo de la Misa para disponernos a escuchar la Palabra de Dios y a saborear luego el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Esto que hemos realizado, lo debemos vivir y fortalecer a lo largo de nuestra vida, como nos ayuda Jesús con la parábola que acabamos de escuchar. No debemos ser soberbios sino sencillos ante Dios y los demás