100 días de López Obrador – A tiempo con el tiempo
Análisis de los principales aciertos y errores de la administración pública federal
Decir que este sexenio será un desastre o una gran gestión no tiene la solidez requerida, lo que sí podemos decir, es que López Obrador en algunos asuntos sí está generando cambios importantes frente a los gobiernos anteriores
Finalmente se cumplieron 100 días de la administración de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México. Para algunos este periodo es realmente más prolongado porque el primer mandatario comenzó a tomar decisiones desde antes del primero de diciembre, sin embargo, en términos formales son 100 días del nuevo gobierno, que desde la óptica de los temas colocados, parece ser mucho más tiempo.
Para los seguidores de López Obrador este inicio de gobierno ha sido una maravilla y para los detractores del presidente el país está al borde de la crisis. Desde mi particular punto de vista, ninguna de estas dos posturas extremas están en lo correcto, ya que efectivamente el presidente ha tenido grandes aciertos y por supuesto que también tiene errores.
Lo que es innegable es que la popularidad de López Obrador está por los cielos, ya que las encuestadoras que han medido sus índices de aprobación, lo sitúan con una gran aceptación entre la mayoría de la población. Por ejemplo, para El Financiero 86% de los mexicanos están contentos con el actual gobierno, mientras que Consulta Mitofsky el presidente tiene un nivel de aprobación de 67%, dato que lo ubica como el primer mandatario con mayor aceptación en América Latina y en tercer lugar entre los presidentes de 31 países a lo largo del mundo.
Desde mi perspectiva los principales aciertos de la administración pública federal que apenas comienza son los siguientes:
El primero es emprender el operativo contra el robo de combustibles en el país y el rescate de Petróleos Mexicanos, que sin duda puede representar un avance en la construcción de una verdadera política de soberanía energética en el país.
En segundo lugar está el impulso a la política social, donde es muy claro que el presidente tiene uno de sus principales afanes. Los incrementos en montos y en los sectores que se apoyan pueden colaborar en reducir las tremendas asimetrías sociales que tenemos en México.
En otros sexenios era muy clara la relación de subordinación de la presidencia de la República frente a las grandes cúpulas empresariales, desde mi punto de vista, López Obrador equilibró la balanza y ahora la relación entre poder político y poder económico es mucho más equitativa y de mayor contrapeso.
Otro acierto es la política de comunicación política del presidente de México que se muestra sumamente potente y contundente. Las conferencias mañaneras han modificados los esquemas para hacer comunicación y se ha establecido una nueva forma de relación entre gobierno y ciudadanos; y gobierno y medios de comunicación.
Es evidente que otro de los mayores aciertos de López Obrador es la búsqueda de una gestión pública más austera y tratando de evitar a toda costa los despilfarros y la opulencia en la burocracia, los signos de austeridad del presidente han sido muy bien recibidos por la población.
Otro de los asuntos más valorados entre las y los mexicanos es que perciben a un presidente trabajando, que tiene prisa por resolver los problemas y que está empujando a todo su gabinete a entrar en esta dinámica de intensidad en la gestión pública.
Los principales errores de López Obrador en sus primeros cien días, desde mi perspectiva son en primer lugar que parece que la capacidad de respuesta de algunos de sus secretarios es mucho menor que la deseable, cito el caso de Jiménez Espriu, secretario de Comunicaciones y Transporte, con el debate en torno a la cancelación del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México o la incapacidad de Rocio Nahle, la secretaria de Energía, con la crisis del desabasto, en ambos casos la actuación de los miembros del gabinete fue errática.
La primera propuesta de Guardia Nacional militarizada y el continuar utilizando a las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública, prácticamente en lo que resta de esta administración, es una política fallida de otros sexenios a la cual se le dará continuidad y que deja muchas dudas sobre su efectividad.
Otro punto problemático es en torno a los llamados megaproyectos de desarrollo, el presidente López Obrador no ha generado espacios de diálogo y negociación con las comunidades afectadas, esto ha provocado violencia en torno a la consulta sobre la termoeléctrica de Morelos, o las severas críticas de los zapatistas al Tren Maya en el sureste o los proyectos en el Istmo de Tehuantepec.
Para finalizar el cambio en el esquema de financiamientos a las estancias infantiles o dejar sin dinero a los albergues para mujeres que sufren de violencia, han sido políticas muy cuestionables, donde las razones para las modificaciones no han convencido a muchos. En el caso de los albergues el presidente rectificó y restauró la política de apoyos, en lo referente a las estancias las críticas continúan.
Este gobierno apenas comienza y las valoraciones que se están haciendo en torno a esta gestión son todavía muy prematuras. Decir que este sexenio será un desastre o una gran gestión no tiene la solidez requerida, lo que sí podemos decir, es que López Obrador en algunos asuntos sí está generando cambios importantes frente a los gobiernos anteriores.
Reflexiones sobre la política social con López Obrador
Un tema que resulta fundamental para las y los lectores de El Puente, son los cambios en las políticas de apoyos gubernamentales hacia las estancias infantiles, las becas a los jóvenes aprendices en empresas, la duplicación de la pensión para adultos mayores, entre otros, son algunos de los programas sociales que han generado gran controversia por las nuevas directrices del nuevo gobierno federal en la materia, ya que algunos apoyan estas medidas y otros las critican severamente. Desde mi particular punto de vista, lo que están en el fondo de estos debates es la política social del gobierno de López Obrador, que sin duda representa un cambio frente a las fórmulas utilizadas por sus antecesores.
Los que critican las medidas afirman que el presidente tuvo que analizar cada proceso en específico e implementar las acciones de corrección correspondientes, por ejemplo, en el caso de las estancias infantiles se proponía auditar caso por caso, para que entonces, las instituciones que tuvieran problemas de algún tipo los resolvieran o que se cancelaran sus servicios.
Otra de las críticas más importantes de la forma de proceder del presidente en este tema, es que este tipo de acciones y políticas gubernamentales fomentan el paternalismo estatal y desincentiva el emprendurismo y el desarrollo de las personas. Para los que argumentan esta crítica afirman que este tipo de políticas generaron una excesiva dependencia gubernamental en ciertas regiones de México, que a la larga se convirtió en un lastre para el desarrollo de esos territorios.
La crítica más fuerte y más sólida, desde mi particular punto de vista, es la que expresan algunos opinadores de que este tipo de apoyos directos a las personas, es una plataforma ideal para el desarrollo de un nuevo clientelismo político, que a la postre se puede convertir en una enorme fuerza electoral, ya que no estará mediada por ningún tipo de actor político intermedio, sino que puede desarrollarse en un gran conglomerado de votantes plenamente convencidos por el proyecto político de MORENA.
Los argumentos a favor de este tipo distinto de política social que se empieza a implementar son en primer lugar, que hay evidencias de que los intermediarios gubernamentales y administrativos de este tipo de procesos caían en corrupción, ya sea desviando recursos o dándoselos a personas que no eran merecedoras de ellos. Por supuesto que nunca se proporcionó una lista de casos específicos, pero hay reportajes periodísticos que han mostrado este tipo de prácticas.
Un segundo argumento a favor de esta política, es que en algunos casos los condicionantes que se ponían para que las personas pudieran acceder a estos apoyos eran muy grandes, con lo cual, lo más pobres de los más pobres tampoco eran destinatarios de estas ayudas. El tercer argumento a favor es que los apoyos directos son políticas compensatorias frente a las grandes ayudas que han recibido empresas y el sector privado durante el periodo neoliberal, se habla de un doble discurso mal intencionado, donde los apoyos a empresarios se catalogan como acciones para el desarrollo y los apoyos a los pobres se les nombra como acciones “populistas”, los que concuerdan con el presidente expresan que este tipo de política social ayuda a generar equilibrios sociales y atemperar la desigualdad.
El cuarto argumento a favor expresa que, precisamente al no tener intermediarios para las ayudas, se elimina la tentación de coaccionar el voto de las personas en tiempos electorales ya que no existe la posibilidad de condicionar el sufragio a cambio de recibir los beneficios de un programa de desarrollo social.
Me parece que más allá de estas consideraciones a favor y en contra de la forma como López Obrador empieza a implementar la política social, lo que tenemos que hacer es una profunda y aguda evaluación de lo que ha sido la política de desarrollo social en México durante las tres últimas décadas, porque lo que sí está claro, es que la pobreza no disminuye, que la desigualdad aumenta y que hoy por hoy hay regiones de México donde los efectos positivos del desarrollo simplemente no llegaron. Desafortunadamente en estas discusiones todavía existe una serie de estereotipos muy marcados y más bien toca analizar los resultados y los efectos de las políticas que hasta ahora se implementaron.
A este debate todavía le falta mucho camino por recorrer, pero que lo estemos discutiendo ya es un avance.
Publicación en Impreso
Edición:Número 183 – Abril 2019
Sección: A tiempo con el tiempo