Una generación que se debe salvar

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En México, a pesar de los esfuerzos que se realizan en materia de atención a la juventud, no existe una política para la juventud. Los programas y acciones que proponen tanto el gobierno como las instituciones sociales y organizaciones se elaboran para los jóvenes, pero no con y desde los jóvenes.


El silencio cómplice de la sociedad que tiene al consumismo como máximo valor y la falta de responsabilidad de muchos padres de familia han cerrado la puerta del futuro a las nuevas generaciones. La gran mayoría de los jóvenes no cuentan con espacios de expresión y acción. Las oportunidades y posibilidades para tener educación y trabajo son cada vez más estrechas, por no decir, casi nulas.

Los jóvenes son víctimas de las crisis que viven sus familias, pues el afecto, la atención, el acompañamiento se ha sustituido por el abandono, el maltrato y la violencia. La corrupción del sistema judicial que castiga a presuntos culpables por ser pobres y la impunidad que ha generado un espiral de violencia, entre otras tantas cosas, han metido en un callejón sin salida y sin futuro a las nuevas generaciones.

La realidad de muchos jóvenes en México es cada vez más cruda y escaza en oportunidades para salir adelante. La cantidad de programas que implementan distintas dependencias de gobierno para proporcionar ayuda a niños y jóvenes con problemas escolares, familiares o personales, son paliativos que no llegan a la raíz de los conflictos. “Nosotros damos asistencia a las familias en donde existen problemas con la educación en los hijos”, dice el abogado Francisco Javier Ramos coordinador del “Programa Menores Trabajadores Urbano Marginal” del DIF (Sistema nacional para el Desarrollo Integral de la Familia) en Ciudad Guzmán.

En esta ciudad los menores que trabajan en la calle empezaron a verse con mayor frecuencia hace apenas un par de años. Al platicar con algunos de ellos dicen que lo toman como un pasatiempo y para sacar recursos para solventarse los gastos de la escuela. Uno de los que tiene mayor antigüedad, alrededor de tres años, comenta: “Me dedico a este trabajo porque es más fácil que ir a buscar chamba. Además como no voy a la escuela aquí me paso el rato”. Él y su hermano más chico limpian parabrisas empujados por la necesidad de sobrevivir en una sociedad excluyente que ha cerrado a los jóvenes las puertas a un futuro digno.

Los programas que ofrece el DIF para atender esta nueva problemática se enfocan a la educación de los jóvenes. Así lo afirma Ramos: “Nosotros somos una institución de asistencia social que pretende enfrentar y ofrecer ayuda para dar solución a los problemas queenfrentan los menores que trabajan en la calle”. En un tríptico, el DIF identifica las siguientes ocupaciones: lustradores de zapatos, mendigar o pedir limosna, vender alimentos o pequeños artículos, transportar objetos, lavar parabrisas, reparar automóviles yrecolectar basura en condiciones poco higiénicas.

Al preguntarle al coordinador sobre los proyectos que tienen para solucionar el trabajo infantil, Ramos respondió: “En estos momentos tenemos en marcha un programa para niños en situación de calle que se llama Apadrina a un niño que pretende que la población se involucre y ayude económicamente a los afectados comprometiéndose, como lo dice el significado de la misma palabra, a ser un acompañante que lo ayude a salir de su problemática. Uno intenta ayudar a los chavos para que tomen conciencia de su situación, pero si no hay respuesta favorable de parte de ellos, es poco lo que se puede hacer.

En conversación con algunos limpia-brisas confirmaron este hecho. “Hace un mes fuimos a platicar con ellos, pero ya no hemos ido”, comentó uno de ellos. La respuesta de los jóvenes siempre será decisiva; su participación es muestra de que intentan una mejor calidad de vida.
Para la realización del proyecto Apadrina a un niño, el DIF Ciudad Guzmán cuenta con un abogado, un pasante de abogado y dos maestras pedagogas. “El trabajo es lento y tenemos poco personal: aún no se ven frutos del primer acercamiento”, justifica Ramos. También nos comentó que este programa está en coordinación con el personal del programa “Educación Preventiva Contra el Consumo de Drogas” D.A.R.E adoptado de los Estados Unidos de América y llamado así por sus siglas en inglés. La mayoría de actividades están encaminadas a la prevención del consumo de drogas desde las escuelas.

Estos proyectos gubernamentales coordinados por el DIF o por otras instancias gubernamentales y civiles, son adecuados para trabajar en las escuelas primarias y secundarias. Su objetivo es prevenir las adicciones y los decesos escolares. Pero, la situación en la calle es otra problemática con otras dimensiones.

En la calle,los niños y adolecentes están propensos a cualquier situación. Hay niños entre los ocho y doce años de edad que salen de sus casas por la mañana y regresan muy noche. Incluso, hayadolescentes de otros estados de la República que llegan a Ciudad Guzmán a buscar nuevas oportunidades para poder sobrevivir.

Un ejemplo, de cientos que existen es el de Chuy, muchacho originario de Manzanillo, Colima. Con apenas doce años de edad, lleva alrededor detresmeses en esta ciudad junto con su tío tratando de ganarse un poco de pan para cada día, en el competido comercio informal.

Los eternos olvidados

Reginaldo, tiene 21 años, hoy como todos los días, su jornada laboral comienza a las 4:30 de la mañana, hora en que se debe levantar para alcanzar el camión que lo lleva a los invernaderos donde trabaja ocho horas diarias, ahí metido en el corte de jitomate, en medio de esos túneles blancos que parecen no tener fin, soporta el calor y las malas condiciones laborales a los que son sometidos los trabajadores de los invernaderos que producen el jitomate, el arándano y la fresa que se exporta a los países del primer mundo para su comercialización a precios elevados.

Si bien le va a “Regí”, como le dicen sus compañeros de trabajo, sólo ganará al final de la semana mil 200 pesos. Es a lo más que puede aspirar un trabajador de estos invernaderos, con los cuales trata de sobrevivir y mantener a su hija de un año de edad y a su esposa que también trabaja como empleada doméstica.
Esta historia no es sólo la de Reginaldo, es la de miles de jóvenes que viven en nuestras comunidades del sur de Jalisco. Según el Censo de Población y Vivienda 2010 del INEGI de los más de 7 millones de habitantes que tiene Jalisco 27.4 % son jóvenes entre los 15 y 29 años de edad. Muchos de ellos, olvidados por las estructuras de los diferentes niveles de gobierno; viven en medio de dimensiones estructurales creadas por un sistema que mata toda esperanza de superación. Millones de jóvenes en todo el país sólo conocen la pobreza, la falta de oportunidades y la cancelación de un futuro que prometa mejores condiciones de vida.

La realidad juvenil está determinada por la ausencia del Estado y sus instituciones. El olvido de los jóvenes en los planes de desarrollo de los tres niveles de gobierno ha provocado que México viva hoy un índice de pobreza juvenil del 50%. Las opciones para estos jóvenes son escazas, el panorama se cierra cada vez más, los escenarios de desarrollo están cancelados o reservados para un pequeño sector ligado a un nivel del poder económico.

El limitado acceso a la educación

A pesar de que el Artículo Tercero de nuestra Constitución Mexicana, señala el acceso a la educación básica como un derecho de todos los mexicanos, muchos de los jóvenes del sur de Jalisco tuvieron que rechazar este derecho y dejar la escuela. Algunos, los más afortunados alcanzaron a terminar la secundaria o la preparatoria en el mejor de los casos, pero la gran mayoría sólo terminó la primaria. Las condiciones de pobreza en sus hogares y la falta de recursos para costear sus estudios, los ha orillado a abandonar el sueño de tener una profesión y ser alumnos de alguna universidad.

Las posibilidades de educación son cada vez más escasas en los municipios del sur de Jalisco a pesar de los programas institucionales del gobierno, que no pasan de becas insuficientes para costear los gastos que implica estudiar en una universidad, los jóvenes con ideales de seguir estudiando tienen que dejarlos anteponiendo las necesidades que padecen para vivir una vida digna con su familia.

La ausencia de un mercado de trabajo

En los últimos años, el desarrollo económico de cientos de jóvenes de nuestra región sur de Jalisco se ha visto relacionado con las empresas de los invernaderos. Son jornaleros en la producción de productos que son exportados en miles de toneladas a los países de primer mundo para su consumo a precios elevados.
A pesar de las jugosas ganancias de estas empresas, las denuncias por las condiciones infrahumanas de trabajo a las que son sometidos el personal de los invernaderos son cada vez más rechazadas. No hay derecho a denunciar; el que denuncia pierde su trabajo. Hay que señalar, que las mujeres son sector más afectado dentro de la población de los trabajadores.

En estas empresas, los métodos de trabajo son básicamente los impuestos por el sistema económico capitalista. La acumulación de capital es a base de una verdadera explotación de los trabajadores. Alejandro Martínez, joven de 21 años, comenta que durante el tiempo que trabajó en una de estas empresas, su salario era de 120 pesos, con una jornada de las 6:00 a las 17:00 horas. Sin prestaciones de ley ni seguridad social.

La ausencia de un trabajo digno y estable ha obligado a los jóvenes a aceptar las condiciones infrahumanas a las que son sometidos. El argumento es que es la única posibilidad de tener un empleo que les dé para comer.

No sólo para jóvenes trabajadores sin estudios la situación laboral está escasa de oportunidades. Los egresados de los centros universitarios padecen y sufren una situación similar. La falta de fuentes de un empleo estable y bien remunerado ha generado que los egresados que reciben su título profesional, salen delas universidades sólo para engrosar las filas de los desempleados en nuestro país. Aunque esto no debiera ser un problema, pues algunas universidades, como la Universidad de Guadalajara (U. de G.), mantiene un programa de estudios basado en la competencia y formar universitarios emprendedores.

Rodolfo Tuirán Gutiérrez, subsecretario de Educación Superior en la Secretaría de Educación Pública admite esta falla de las instituciones “Los egresados de las instituciones de educación superior siguen enfrentando problemas estructurales de desocupación y subocupación”.

Sin embargo, a pesar de reconocer la magnitud del problema parece que los funcionarios de primer nivel, no van más allá de un discurso político que queda hueco ante la falta de acciones que contribuyan a ofrecer un empleo a una juventud, que con mayor frecuencia cae en la frustración y el desaliento por la falta de un empleo digno y gratificante.

Recientemente la Organización Internacional del Trabajo, OIT, mencionó que el sector femenino es quien enfrenta mayor discriminación a la hora de conseguir un trabajo digno. Del mismo modo el Consejo Nacional de Población, CONAPO, puntualizó que en la actualidad los jóvenes son parte de una segregación social por la falta de empleo, por las altas tasas de desempleo y los índices de marginación. Concluye, citando un artículo del periódico La Jornada de febrero de 2011, que el 60 % de los jóvenes trabajadores perciben un sueldo menor a los dos salarios mínimos y que un 45 % de entre los 12 y los 24 años de edad trabajan como sub empleados o en la informalidad.

Ante la angustiante realidad de desempleo, unido a la falta de alternativas han convertido a miles de jóvenes en una oferta laboral para la demanda de quienes se dedican al narcomenudeo o la delincuencia organizada. La precariedad del trabajo y el subempleo también son factores que explican el incremento de la violencia.

Aunque los adolescentes y jóvenes son una gran riqueza para la sociedad, hoy son víctimas y actores de hechos violentos. La violencia del crimen organizado los ha convertido en monedas de cambio, en herramientas de un engranaje criminal, fácilmente renovables ante la muerte de miles de ellos, afirman nuestros obispos en su exhortación pastoral “Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna” (n. 73).
El desinterés tanto de gobiernos como de instituciones, de la sociedad civil y más directamente de los padres de familia para afrontar con visión y compromiso de fondo estas problemáticas estructurales, el futuro de las nuevas generaciones es incierto.

Algunas parroquias de la Diócesis cuentan con grupos de jóvenes que se reúnen, reflexionan y prestan un servicio a sus comunidades. Pero, no se tiene un proyecto de Pastoral Juvenil que intente responder a las situaciones existenciales que afrontan los jóvenes.

Hay una experiencia de ayuda de jóvenes en situación de calle, pero falta multiplicar experiencias, dijo el P. Abelino Flores Martínez, actual vicario parroquial en san Pedro, Apóstol y coordinador de la Pastoral Juvenil a nivel vicarial y diocesano.

Los jóvenes y la desesperanza son una llamada a generar esperanza con alternativas concretas.

Dos vidas con aspiración de superación

En Ciudad Guzmán que apenas rebasa los 100 mil habitantes y que aún conserva tradiciones propias de un pueblo, donde las oportunidades de trabajo, educación y hogar parecieran no faltar, dos jóvenes de 16 años de edad nos cuentan algo de su vida que tiene como hogar la cuneta de un puente de los tantos que existen en esta ciudad, anteriormente conocida como Zapotlán el Grande.

El Morris, apodo falso, nos platica lo poco que se acuerda, pues la droga le ha borrado parte de su historia personal y familiar. Hace años vivió en un centro de rehabilitación. Terminó la secundaria, dejó su familia y, hace dos años, decidió ser ciudadano de la calle. Su compañero Toni, nombre falso, tiene más de dos años viviendo en este lugar. Su plan es rentar un cuarto, pues el Morris hará examen para entrar a la preparatoria.

Todos los días intentan sobrevivir a las condiciones inestables que esto conlleva. Su trabajo está en la calle y su hogar es la cuneta de un puente. El lugar no es el más cómodo que pudieron haber encontrado. Poco a poco lo han ido adaptando para que parezca un hogar. Un sillón “cuarraco”, una colcha mugrosa y un montón de llantas es lo que comprende el lugar en donde duermen y habitan.
Después de entrar en confianza sale la primera pregunta.

– ¿A qué se dedican?
“Trabajamos en la calle. Necesitamos comer y lo único que está a nuestro alcance, es trabajar en este lugar. Hacemos malabares o limpiamos parabrisas. Tú sabes que cuando hay algo de dinero hay comida”.

– Sus familias, ¿saben que viven aquí?

(La respuesta de Toni tardó un poco). “Si güey, (sic), pero la familia es aparte. Uno tiene que salirse por las broncas y problemas”.

Así la charla continúa debajo de la avenida. El olor es un poco menos desagradable que el de un baño de feria. Es lunes y casi no hay trabajo. Los chavos, un poco fuera de sí, mencionan con un tono amargo “los domingos en la noche y los lunes por la mañana no hay nada de chamba, pues la gente anda sin dinero. Apenas el martes se empieza a acomodar”.

Estos chavos parte de las nuevas generaciones, que son el futuro de México y por los que apuesta Felipe Calderón en sus anuncios “para que la droga no llegue a tus hijos…” viven en condiciones muy desfavorables. Sin la ayuda de alguna institución pretenden salir adelante, pues están conscientes de que sin estudio “no eres nadie” dice el Morris, quien hará examen porque quiere ingresar a la preparatoria de la Universidad de Guadalajara el próximo semestre.

– ¿Las autoridades cómo los tratan?
“Pues a veces bien. Nos metemos acá abajo a hacer nuestras faramallas. Nos han corrido, -de pronto se escucha la malla de metal y causa distracción- “No te asustes, es el viento. A veces yo también me asusto porque por ahí bajan los policías. Hemos ido al DIF a buscar apoyo. Lo único que nos dicen es que preguntemos por un tal Javier pero nunca está. Nos dicen que vayamos al día siguiente y así nos traen y nomás no llega ese día. Por eso mejor ya no vamos y nos la arreglamos como podemos”, comentó El Morris.

En el lugar hay otros dos niños. Uno de trece y otro de diez años; también trabajadores de la calle. La diferencia es que ellos viven con sus familias. Crecen viendo ejemplos que tal vez los puedan llevar a adoptar las mismas conductas o vicios. Al poco rato, el más pequeño dice: “Ya es tarde, es hora de ir a la chamba. Sin chamba, no hay dinero y sin dinero no hay papa”.

– Morris, cuándo entres a estudiar ¿seguirán viviendo aquí?
“No, no. Vamos a rentar un cuartito. Verdad tú. No va a ser probleam, pues con lo que sacamos sí nos alcanza. Nos vamos a llevar todos nuestros muebles: el sillón y la colcha. Vivir en la calle es muy inseguro; para cuidar nuestras cosas es mejor movernos a algo más seguro”.

Los jóvenes por su forma de vestir muchas veces reciben un trato distinto por las autoridades. Pareciera tabú.

– ¿Les gusta la motita?

“Pues cuando hay sí. También nos gusta el flexo, (sic). Ya lo viste ¿verdad? -de abajo del sillón saca una botella con resistol amarillo- Tú ya no deberías de hacerle a esa cosa, te vas a quedar en el avión -es la recomendación que le hace Toni al Morris- si deveras quieres entrar a la prepa”.

Termina la charla que se pudo haber extendido por más tiempo. La hora de ir a trabajar llegó. Antes de partir entre las costuras del sillón que está a punto de desbaratarse se asoman un par de libros.

– ¿Les gusta leer?

“A mi sí”, dice el Morris. Palabras de amor y reflexión y Gotitas de felicidad. Son dos títulos de la pequeña colección que tratan de alimentar su autoestima y superación personal.

Nos despedimos agradeciendo la oportunidad de conversar con ellos. Pero, regresamos con muchas ideas contrastantes y con más preguntas que respuestas sobre el futuro de ellos y de millones de jóvenes.

Publicación en Impreso

Número de Edición: 110
Autores: Alonso Sánchez y Vicente Ramírez
Sección de Impreso: Dichos y Hechos

1 pensamiento sobre “Una generación que se debe salvar

  1. deverian sacar mas documentales como estos,,,por que creo que aun ai mas… boces queriando ser escuchadas!!!!!!!!!!!!!

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