“Los niños del agua” ganaron el Crónica Joven Ricardo Garibay
Por: Alonso Sánchez
Foto: Cortesía de Masao Yanome
Marcos Hiram Ruvalcaba (Ciudad Guzmán 1988) lo volvió a hacer.
El escritor zapotlense vuelve a estar en la mirada nacional, pues se ha llevado el primer lugar en el certamen de Crónica Joven Ricardo Garibay 2020 con su libro “Los niños del agua”. Ya en distintas ocasiones Hiram ha logrado ganar premios de esta talla, aunque sus otros triunfos habían sido en el ámbito del cuento. Por ejemplo: en 2016 ganó el Premio Nacional de Narrativa Mariano Azuela, y en 2018 el Premio Nacional de Cuento Joven Comala.
Este año, Ruvalcaba, que mantiene su perfil como literato, logró el primer lugar con una serie de crónicas en donde la muerte, el duelo, la paternidad, la cultura de Japón y la cultura del Sur de Jalisco, se convierten en el lugar de encuentro; de ellos, asegura el autor, “la muerte es el tema más importante, el duelo, cómo lidiar con el dolor, pero entre esos temas está el de ser padre”.
El joven escritor cursó la maestría en Estudios de Asia y África en el Colegio de México. Dichos estudios lo llevaron a realizar una estancia en Japón, país con el que ha hecho simbiosis hasta llevarlo a buscar las similitudes que asocian a México con el país de Asía Oriental.
Tuvimos la oportunidad de platicar con Hiram acerca de este nuevo premio que está por recibir y aprovechamos para que nos contara más acerca de su obra, de su vida y de lo que ha transcurrido desde que publicó su primer libro “El Espectador” (Puerta Abierta 2013), hasta ganar el Ricardo Garibay en Crónica Joven.
¿Por qué te has decidido a escribir crónica para este concurso?
Bueno yo empecé a escribir crónica cuando trabajaba como periodista en El Juglar. Antes de eso también tomé un taller de crónica que se dio en la FIL por allá en 2010. Se publicaron unas crónicas en la Gaceta. Me acuerdo que la hice sobre una charla que hubo entre Hugo Gutiérrez Vega y Calos Monsiváis en el Paraninfo Enrique Díaz de León.
La verdad es que de todos los géneros periodísticos, incluyendo el artículo de opinión, la crónica es la que más me gusta. Me parece que es la que tiene más cercanía con los literarios. Te permite hacer uso de muchas herramientas del cuento, del ensayo, incluso de la poesía. Y funcionan en la crónica, se integran muy bien y te permite esa libertad. Cuando empecé a escribir el libro, francamente no estaba pensando en que iba a hacer crónicas.
Originalmente estaba pensando en escribir una novela, pero cuando lo empecé a hacer no salió. Y me di cuenta de que lo mejor era expresar las cosas de otra manera y se hicieron crónicas. Incluso crónicas un poco ensayísticas.
Salvo una de ellas que se enfoca en un tema periodístico, que a mí me preocupa mucho, que salió en Letra Fría, hace ya… híjole como hace un año. El tema de los herbicidas en los niños de El Mentidero, salvo esa, creo que todas las demás son estrictamente literarias.
Los Niños del Agua y Japón ¿cuál es la relación con tu realidad y qué significa?
Bueno, es que yo tengo mucho qué decir sobre esa respuesta. Pero no son estrictamente crónicas sobre Japón. Traté de hacer un libro mitad y mitad. Hay una relación importante estética-cultural entre México y Japón. Es a lo que yo he evocado, en identificar todos estos puentes culturales que conectan nuestros dos países. En estas crónicas, de hecho el título original había sido “Crónicas japonesas del sur de Jalisco”. Al final hubo un tema que, pues, las ocupó a la mayoría. Entonces vi que el titulo ya no correspondía y tuvimos que buscar. Por eso quedó como “Los niños del agua”.
Escribiste acerca de los niños de El Mentidero en tu texto “Crónicas japonesas del sur de Jalisco: kugai Jodo” ¿Cuál es la relación con la escritora Ishimure Michiko y los niños del agua?
El Kugai Jodo es el Mar del Dolor, así se le reconoce. Es un término que determina este espacio donde vivimos los que sufrimos ¿no? Los niños de Minamata, de Michiko, son parte de este sufrimiento. Pero Los Niños del Agua se refiere específicamente a un término que en japonés es Mizuko que son principalmente los fetos que mueren en el parto, los niños que son abortados o los niños muy chiquitos que mueren por alguna enfermedad. Entonces estos tres grandes grupos de infantes los agrupa en budismo en un mismo término que es Mizuko y sobre eso habla el libro.
Hace 10 años terminaste de escribir tu primer libro “El Espectador” ¿Cómo describes a Hiram de ese tiempo al de hoy?
El Hiram de hace 10 años tenía mucho pelo, eso sí se lo envidio. Pues mira, mi búsqueda sigue siendo la misma, yo estoy tratando de entender cómo se construyen los cuentos. Estoy tratando de escribir una obra que represente los valores que a mí me importan, los valores literarios y culturales del sur de Jalisco. De hecho lo digo repetidamente, lo importante de este premio para mi es evidenciar el trabajo que se ha hecho en la literatura del sur de Jalisco.
De repente uno ve concursos donde hay gente de la Ciudad de México premiando a otra gente de la Ciudad de México. Y pues está cabrón ¿no? Porque dices bueno qué quiere decir esto ¿no estamos haciendo las cosas bien? Y lo digo así porque no quiero pensar mal, pero por supuesto que se puede pensar mal. Hace 10 años el maestro Hugo Gutiérrez Vega me impulsó, es muy importante en mi formación. Yo siempre lo he visto como la piedra angular de porqué decidí escribir como escribo y realmente dedicarme a la literatura. Pues era buscar la manera de que la literatura del sur de Jalisco volviera al panorama nacional, porque desde Arreola y Rulfo, ha habido muy pocos destellos, si ha habido pero muy pocos destellos, y antes éramos un referente.
¿Qué es lo que el lector se va a encontrar en tu obra?
Yo traté de dar un paseo literario por algunas de las cosas que más me impresionan de Japón. Está el tema de los niños del agua, está el tema de Rulfo sobre su relación con la literatura japonesa, está un poquito sobre García Márquez y su relación con Japón.
El duelo, de cómo vivir con algunas pérdidas y sobre todo cómo convivimos con la muerte, creo que es el gran tema del libro. Hay un objetivo muy particular, cuando ocurre un aborto espontaneo, los gringos lo llaman miscarriage, es el término al que yo me refiero específicamente. Los hombres, refiriéndonos al género masculino, batallamos con nuestros sentimientos ante esa experiencia. No sabemos, podemos sentirnos mal o no, no lo sabemos. Entonces, a muchos de mis amigos que les pasó eso yo les pregunté y todos coincidimos con que es una experiencia con la que no sabíamos cómo lidiar.
Pero sí el dolor, cómo convivimos con la pérdida, la legitimidad del dolor de la pérdida, y es lo que yo esperaría que sobresalga del texto. Es un texto que recupera temas muy controversiales; la religión, el tema del aborto pero no desde un punto de vista político. Simplemente desde el punto de vista de cómo nos ayudan estos temas a interpretar nuestra propia experiencia vital.
¿Puede ser un libro adecuado para la época que vivimos donde muchas personas no pueden despedirse de sus seres queridos por el confinamiento de la pandemia provocada por la Covid-19?
Sí, es un libro que busca mencionar que estos procesos son naturales, la muerte. La empatía es muy importante. Algo que me ha gustado mucho de escribir este libro es que me lo imaginaba como un mensaje de empatía. Todos podemos pasar por una de estas situaciones, o cualquier situación dolorosa y el dolor nos hermana con otras personas que han sufrido.
¿Hiram es un referente en la literatura en el sur de Jalisco?
Yo sigo siendo un desconocido, de repente los premios literarios son un faro que ilumina a una persona y se van en segundos. En un mes ya vuelvo a ser un don nadie. Ahorita soy el vato que ganó el Ricardo Garibay. Pero no dejo que se me suba a la cabeza porque para mí es importante. Es importante porque es una prueba de todo el trabajo que he hecho. No creo que sea el que más trabaje de los escritores que conozco, pero sí soy uno de los que trabajan machín. O sea, todo el tiempo estoy trabajando mi obra de una u otra manera desde que me levanto.
El trabajo está rindiendo frutos, pero esto tampoco es necesariamente cierto, porque también hay mucha gente que trabaja mucho y no le llegan los premios. Los premios son un efecto del azar y del trabajo.
Y cuando digo azar tiene que ver con que tu trabajo llegue a un jurado al que le guste, como le puede llegar a un jurado que diga “no mames, esto es intragable”. Pero no quiero que se difundan rumores de que soy un referente literario, soy enemigo de los mamadores literarios.
Hay que ser responsable y no confiar en tu propio criterio, el criterio de un solo hombre puede estar equivocado. El criterio de varios hombres y mujeres por supuesto que va a facilitar que tu obra esté más cerca de estar terminada.
En el occidente de México hay una generación que está escribiendo en serio. En Jalisco, Colima y Michoacán hay gente como Armando Salgado, Alejandro Von Dubën, Julio Espíritu, Bladimir Ramírez, aunque es joven está trabajando, la propia Cindi Jash, de Guadalajara que acaba de ser becada. Hay un chingo de banda que está trabajando en serio y que no pertenece a grupúsculos.
Aún no es el nuevo boom de literatura joven del occidente mexicano, pero quisiéramos que lo fuera.
Alonso Sánchez
Reportero. Egresado de la Lic. en Periodismo del CUSUR. Egresado del Diplomado en Periodismo El Puente/ITESO. Freelancero en proyectos de comunicación y cultura.